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Esta falta de regulación es la que hace posible que se conviertan en lugares donde el saqueo y la depredación humana de esos tesoros se realice sin control.
Agua y Glaciares25/03/2020Lejanas y a veces hasta invisibles en el imaginario colectivo, las aguas que están más allá de las fronteras nacionales (también llamadas aguas internacionales o alta mar) albergan vida marina, ecosistemas que son verdaderos tesoros y merecen toda nuestra atención. Ocupan una superficie equivalente a casi la mitad de la Tierra (43%) sin embargo todavía no existen normas internacionales efectivas para preservarlas.
De todas las amenazas que enfrentan los océanos la pesca es una de las más graves para la vida de alta mar.
Grandes flotas de potencias pesqueras operan en aguas fuera de las jurisdicciones nacionales y en su gran mayoría, son embarcaciones que pertenecen a corporaciones industriales que reciben enormes subsidios de los gobiernos de sus países.
En el Atlántico Sur, más allá de las 200 millas (en el límite con el Mar Argentino) vive la ballena franca austral en una zona llamada el Agujero Azul, identificada como un área de alto valor de conservación por su importancia especial para especies frágiles exclusividad o rareza y diversidad biológica.
Lamentablemente, también esta zona es muy atractiva para los buques pesqueros Cada año, más de 400 embarcaciones pesqueras de hasta 95 metros de eslora (una verdadera “ciudad industrial”) viajan miles de kilómetros para instalarse en el Atlántico Sur.
La mayor parte realiza una pesca intensiva de las especies comerciales de la zona todo el año -sin respetar temporadas. La intensidad es tan grande que en el Agujero Azul, cuya superficie es de 30.000km2, se pueden concentrar la misma cantidad de embarcaciones que operan en la zona económica exclusiva de Argentina cuya superficie es mucho mayor (1.500.000 km2).
El principal botín de este imperio de barcos saqueadores era la merluza negra (se le conoce también como “oro blanco”), una especie que se vende en el mercado europeo, donde cotiza a más de 60 euros el kilo en restaurantes y es el principal objetivo de los barcos arrastreros de fondo. También tienen como objetivo la merluza común y el calamar.
– Las técnicas destructivas usadas por estos barcos (arrastre de profundidad y palangres) generan una pesca indiscriminada. La pesca de arrastre de fondo marino arroja al agua grandes redes pesadas que, al ser arrastradas, literalmente “barren” con todo lo que se encuentran en el mar cual topadora y es por eso que en allí quedan atrapados animales “no deseados” que no debían pescar. Y además, al arrasar con los fondos marinos, afectan a ecosistemas enteros.
– Los animales que son víctimas de la llamada “captura accidental” son mamíferos marinos (como delfines, tiburones, focas) y aves, especialmente el albatros (en peligro de extinción). También quedan atrapados muchos juveniles, con lo cual se retrasa la posibilidad de recuperación de varias especies. ¿Y qué hacen estos barcos con estas especies? Las descartan (ya muertas) tirándolas al agua porque no tienen valor comercial para ellos.
– Por otro lado, la ballena franca austral (en su ruta desde la Antártida hasta la Península Valdes para tener sus crías y aparearse) corre el riesgo de chocar con estos buques industriales y de lastimarse. Esto puede suceder porque son muy lentas al alimentarse (2 nudos aproximadamente) y pueden ser dañadas por los cambios de rumbo repentinos de los barcos que se mueven mucho más rápido que ellas (hasta 12 nudos cuando se desplazan o reposicionan).
– También, por la magnitud del volumen de la captura del calamar, algunas especies animales se ven forzadas a competir con la industria pesquera para asegurar su alimento (que también es el calamar), como sucede con el cachalote, delfines, orcas y elefantes marinos.
– Estos barcos además capturan cantidades de peces que pueden ser congelados y procesados directamente en alta mar. Un barco pesquero puede descargar su captura en otro refrigerado auxiliar en medio del mar (trasbordo) y ello le permite continuar pescando en lugar de regresar a un puerto, y por lo tanto contribuye a la sobrepesca. El transbordo facilitar la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada (INDNR) al ocultar el origen de las capturas y enmascarar prácticas ilícitas.
Esas actividades (INDNR) son las que violan las leyes nacionales, regionales e internacionales de pesca como, por ejemplo, la prohibición de pescar fuera de temporada, capturar especies protegidas, usar técnicas o dispositivos prohibidos, capturar más de lo que se tiene establecido por cuota o pescar sin licencia.
El próximo año tenemos la oportunidad de hacer historia. Por primera vez, los líderes del mundo se están uniendo para discutir un Tratado Global de los Océanos que permitiría crear una red de santuarios: reservas marinas prohibidas para todos los usos extractivos y destructivos. Darían a la vida oceánica la oportunidad de recuperarse y prosperar. Se discutirá en Naciones Unidas a principios del 2020 y necesitamos toda la presión pública posible para que sepan que los estamos mirando.
Los Santuarios marinos son áreas que están protegidas del impacto humano directo, es decir, de actividades como la pesca, la extracción de petróleo, la minería de aguas profundas y otras industrias extractivas.
Pero solo será posible si levantamos una sola voz para exigirle a los líderes que cumplan con la obligación de proteger nuestros océanos. Sería una señal de que el lobby corporativo y político no es más poderoso que el pedido de protección de los océanos.
No vale la pena sacrificar un ecosistema por ningún negocio. Ninguna industria debería lastimar y dejar sin alimento a las ballenas, pingüinos y otras especies. Y los líderes mundiales no deberían permitir que un desierto oceánico se convierta en un páramo industrial.
Fuente: juventudmaritimasomu.com
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