Reciclar o No Reciclar: Las limitaciones de legislar contra las leyes de la naturaleza

Lemuel Gulliver en sus viajes a Liliput y Brobdingnag encontró personas iguales a él, pero los liliputienses eran doce veces más pequeños, y los gigantes que eran doce veces más grandes. Pero, desde que Galileo lo notó, se sabe que el escalamiento lineal en muchos casos de materias complejas no suele ser el adecuado.

Reciclaje y Manualidades 21/12/2019 Fuente: PaginaV (Colombia)
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Al igual que a Jonathan Swift, nuestra imaginación a veces nos lleva a crear imposibles; cuando como él simplemente entendemos que las soluciones a los mismos problemas a escalas mucho más pequeñas o mucho más grandes resultan de reducir o ampliar linealmente lo que nos es natural.

Así, cuando creemos que la suma de pequeños cambios en el comportamiento individual de muchas personas causará grandes efectos; cometemos el mismo exceso de imaginación.

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Una ley de fomento del reciclaje siempre debe ser entendida como algo positivo, como es el caso de la Ley Marco para la Gestión de Residuos, la Responsabilidad Extendida del Productor y Fomento al Reciclaje o simplemente Ley del Reciclaje o Ley REP. Este proyecto de legislación debe ser entendido entonces como al menos un buen intento de abordar un problema mucho mayor en la dirección correcta: la gestión de los desechos sólidos urbanos.

No considerar el problema en su totalidad, sin embargo, retrasa encontrar una solución integral al problema de los residuos sólidos urbanos, desperdicia tiempo y genera escepticismo y desilusión en la sociedad por la consecución de soluciones parciales que no terminan con el problema. Si no se reconoce esto, sólo podemos pensar que se trata de un problema mal planteado desde su origen.

El problema de la basura es un gran problema, el cual se volverá aún más grande en el futuro cercano. La disminución de la pobreza, el crecimiento de la urbanización y el aumento lento pero constante del bienestar, llevan a un inexorable aumento en la cantidad de desechos sólidos urbanos, como la medida más indeseable del bienestar creciente que resulta del constante progreso en la sociedad de consumo actual.

Estas predicciones han sido bastante bien consideradas en los dos reportes del Banco Mundial“What a Waste” de 2012 y “What a Waste 2.0” de 2018, donde se estima que para el año 2050 se estarán generando 3.4 billones de toneladas de desechos sólidos urbanos a escala global; de los cuales menos del 50% corresponderían a los ítems considerados por la Ley REP en su totalidad.

La evolución desde una cantidad de aproximadamente 4.0 toneladas por día en la actualidad, correspondiente a 1.8 kg/día por persona de producción de desechos sólidos, en el caso de los países de altos ingresos, tenderá a estabilizarse para el año 2050 al doble de esa cantidad, 8.0 ton/día, hasta el año 2100 de acuerdo con las predicciones de los escenarios más cautelosos y sustentables.

De no cambiar a políticas de generación más racionales y metodologías de manejos de residuos más eficientes, esta cifra seguirá creciendo hasta unas 12 ton/día para 2100, con todas las consecuencias ambientales, económicas y sociales que esto implicaría.

Obviamente nos encontramos ante un problema de grandes proporciones, íntimamente ligado a nuestros hábitos de consumo y el modelo de desarrollo que mejor nos ha funcionado. Tanto políticas como tecnologías de manejos de residuos son interpelados fuertemente por las tendencias proyectadas y reflejan claramente que se trata de un problema que recién estamos comenzando a entender exactamente, así como a sensibilizarlos a escala global.

En efecto, aunque no se trata de un problema nuevo, pues la especie humana ha convivido con el problema de la gestión de los desechos urbanos desde los albores del Imperio romano y la urbanización, todavía es válido preguntarse qué es exactamente la basura y cómo la debemos tratar.

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Es así como, en el umbral de la puesta en práctica de la Ley REP existen muchas ideas que a primera vista parecen claras, sin embargo, una investigación un poco más dedicada pone en evidencia que aún falta mucho para entender efectivamente acerca de a qué tipo de problema nos estamos enfrentando.

De hecho, existen muchas contradicciones, modelos fallidos o parcialmente exitosos y crisis sobredimensionadas cuando tratamos de enfrentar este problema. Las limitaciones acerca de legislar sobre la basura son un reflejo sobre qué tan bien entendemos el problema, el cual se plantea desde una multiplicidad de puntos de vista que en general pueden ser hasta antagónicos en sus aproximaciones para encontrar una solución.

De acuerdo con el MMA, la ley REP es un instrumento económico para la gestión de residuos, la cual establece obligaciones sobre los productores de bienes, así como también la necesaria contribución y organización de la sociedad civil en el proceso de manejo de los desechos sólidos urbanos de origen no industrial.

En el primer caso, el de las industrias, básicamente se trata de la aplicación de los esquemas de responsabilidad extendida, como una condición necesaria para que el modelo funcione de acuerdo con la idea un tanto cuestionable de que “el que contamina paga”, la cual puede tenerinnegables efectos recesivos en la economía y en el desarrollo de nuevos productos.

En el segundo caso, el de la sociedad; se trata de solicitar la sensibilización de las comunidades en la participación en un proyecto de gran envergadura, para el beneficio común; además del necesario pago proporcional por el uso de los servicios contemplados en la ley.

Estas dos características están en dos de los tres grandes modelos de manejo de desechos urbanos, tal como reconoce la OCDE, en particular el de la unión de los estados europeos, UE, y un poco más distante en el modelo japonés.

El tercer modelo, bastante diferente en sí, es el encontrado en los Estados Unidos y un número pequeño de otros países, con una visión mucho más comercial del problema. Sin embargo, sería excesivo clasificarlo de modelo, pues se trata más bien de no “castigar” a empresarios ni imponer cargas impositivas juzgadas como muy onerosas sobre los contribuyentes.

Pero volviendo a la idea original de la Ley REP como instrumento económico, tenemos primero que entender si la gestión de la basura es efectivamente un buen negocio; o al menos un negocio medianamente bueno y de no ser así, preguntarnos por qué no lo es, más allá de las evidencias.

¿Es el manejo de residuos sólidos urbanos un buen negocio?

De acuerdo con la OCDE, al parecer no se trata de un negocio, por lo que siempre los rellenos sanitarios representarán la mejor alternativa económica. A consecuencia de lo anterior, tanto la UE como el Japón han desarrollado complejos instrumentos económicos y legislativos basados en visiones paralelas del problema, a fin de incentivar una tendencia que, a todas luces, al menos de los analistas de la OCDE, parecería ser antinatural. Más simplemente, que lo natural, sería deshacernos de la basura de la manera más rápida e ineficiente: enterrarla y olvidarnos de ella.

Es interesante entonces considerar cómo han actuado esos países que en teoría van más adelante en esta aventura de ordenar los desechos y que a veces tomamos como modelos a seguir, aunque no necesariamente lo hayan hecho tan bien.

Esto último, no parecería correcto, pues ellos han dedicado mucho tiempo a entender el problema; así en esos países básicamente se han erradicado los rellenos sanitarios y son los mejores alumnos de una escuela donde, según las estadísticas, de entre los miembros de la OCDE, sólo Turquía, México, Chile y Nueva Zelanda aún se dedican a seguir contaminando la tierra con todo aquello que una vez usamos y que ya no nos sirve más.

Más precisamente, países que envían más del 90% de sus desechos sólidos urbanos a rellenos sanitarios, mientras que los mejores compañeros de clase, como Japón o Alemania envían un muy distinto y vergonzante (para nosotros) 0% de sus residuos a rellenos sanitarios.

Felizmente, sin embargo, la historia no es tan simple como una diferencia tan grande pareciera indicar. Pero cómo hacen los países modelos en gestión de desechos, con los cuales tenemos el extraño capricho de compararnos y vernos como en un espejo que nos enseña nuestros peores defectos, obvio de cómo manejamos nuestra basura.

 

Hace más de diez años los países de UE establecieron una, ahora bien conocida, estrategia para el manejo de residuos basada en una jerarquía de pirámide invertida donde la disposición final de desechos en rellenos sanitarios era el último paso que debíamos evitar.

El orden decreciente de la pirámide establece que nuestros mayores esfuerzos deben ser dedicados en el orden señalado a: prevenir, reusar (muchas veces rediseñando), reciclar y recuperar; antes del fatídico final en rellenos sanitarios bien administrados o no. Con anterioridad, los japoneses comenzaron a desarrollar políticas con algunas diferencias planteando un modelo aún más elaborado y justificado para el manejo de residuos.

En dicho modelo se buscaba un cambio más completo e integral de la sociedad, acorde con un manejo racional del ciclo de uso de los materiales o por su nombre en inglés “The Sound Material Cycle Society”; donde se integran las 3R ́s, pero se reconocen las inmensas dificultades de su aplicación. Es así que en este modelo se invita a un cambio global de la sociedad en sus costumbres y hábitos de consumo, así como en la gestión de los desechos respectivos.

En efecto, de acuerdo con los análisis y recomendaciones de la OCDE, las políticas para un manejo racional de los desechos sólidos implementadas desde comienzos de este siglo en Japón y la UE corresponden a una combinación de sofisticadas herramientas legislativas, económicas y regulaciones a fin de promover el desarrollo de políticas de manejo de residuos más racionales y aceptables desde un punto vista ambiental.

Todo estos mecanismos financieros y legislativos, de acuerdo con la OCDE, son necesarios debido a que el desplazamiento desde la poco deseable disposición de los desechos en rellenos sanitarios a los mecanismos más racionales de las 3R’s resulta en costos demasiado altos paraque ocurran sólo por el impulso del mercado. Esto es un factor que pocas veces se toma en cuenta cuando se comienzan a aplicar estos modelos de gestión; como es el caso de países sin las estructuras políticas y económicas del Japón y la UE.

Más allá de sí la implementación de las políticas mencionadas es difícil o no; es más interesante saber sí después de casi veinte años las mismas han funcionado realmente. Lamentablemente, responder a esto siempre es un poco difícil. Actualmente (2018) la UE reconoce que en el promedio de sus miembros casi un 45.5 % de los desechos sólidos urbanos son reciclados, muy cerca del límite de 50% propuesto para el año 2020. Sin embargo, en esa proporción se incluyen distintos tipos de manejo; reciclaje, compostaje y digestión; lo que implica muy distintas categorías de desechos y en manejo dedesechos “mezclar la basura”, siempre es un problema; excepto para mostrar que las cosas no van tanmal. La verdad es que otras evidencias indican un panorama un tanto diferente.

Ciertamente, la actualcrisis “sobredimensionada” contra la basura de plásticos -mal llamados de un sólo uso- que tiene su mayor manifestación en la crisis ambiental del sudeste asiático sobre la contaminación del Pacífico oriental, es una evidencia clara que algo no está funcionado tan bien con las referidas políticas de manejo de desechos. Esta crisis se ha hecho aún más evidente con la prohibición expresa de la China de seguir importando basura de occidente y Japón; además de las constantes confiscaciones y derrames de basura al mar en Indonesia, Vietnam, Tailandia y las Filipinas.

Esta “crisis financiera” en lacomercialización de la basura tiene múltiples orígenes; pero uno de los que vale la pena mencionar es el limitado interés por los grandes volúmenes de materiales reciclados en mercados distintos a la China poniendo en cuestión, por una infinidad de causas, la viabilidad del reciclaje como un instrumento económico real.

La basura: El negocio mil-millonario del futuro o un negocio de millonarios

No obstante, esta visión sobre la basura de las ciudades no es la única. Como se mencionó anteriormente varios países, entre los que destaca los Estados Unidos de Norteamérica, con un alto porcentaje de sus desechos destinada a los rellenos sanitarios, donde la basura es interpretada como un recurso de creciente importancia y que impulsará cada vez más negocios que pueden llegar a manejar millonarias cantidades de dinero. En términos generales el “negocio de la basura” incluirá cada una delas etapas del proceso de gestión de residuos, que van desde la recolección, el transporte y la eliminación de basura, aguas residuales y otros productos de desecho.

En 2017, el mercado global de gestión de residuos fue valorado en U.S. $ 303.6 mil millones, y se espera que alcance los U.S.$ 484.9 mil millones para 2025, registrando una tasa compuesta anual de 6.0% de 2018 a 2025.

Este inmenso crecimiento se asocia también a una creciente y más restrictiva legislación sobre el tema y al aumento de las demandas sociales por un cuidado más efectivo del medio ambiente. Otro factor importante de este creciente y multimillonario mercado es el hecho que a medida que el negocio se ve mejor (así como también las presiones sociales y legislativas aumentan) se están desarrollando una inmensa cantidad de nuevas tecnologías para el manejo adecuado y racional de los desechos; así como la investigación y desarrollo en el tema que está tomando cada vez más importancia.

Todo lo anterior se deriva en un aumento constante del número de agentes globales de alta tecnología dedicados al negocio de la basura. Un negocio que, claro está, involucra inmensas inversiones de capital, muchas veces completamente inaccesibles a pequeñas comunidades especialmente en las regiones más pobres; donde por ironía el problema del manejo de desechos suele ser más agudo y vital.

Pero, entonces, cómo es posible que dos visiones aparentemente antagónicas puedan convivir sobre un mismo problema. Es efectivamente la basura un recurso multimillonario o sólo se trata de un problema sobre el cual todos debemos actuar obligados por leyes cada vez más restrictivas y nuestra preocupación por el medio ambiente y, por lo tanto, pagar el inmenso precio correspondiente.

Los desechos sólidos urbanos: ¿Un problema difícil de entender?

La pregunta anterior, más que una pregunta retórica, es simplemente la constatación que se trata de un problema que no terminamos de entender. Es muy probable también, que todos tengan al menos un poco la razón; pero es sólo eso, un poco, pues en cualquier visión se deja fuera un aspecto importante relativo a la naturaleza final sobre qué es la basura.

Muchas veces en nuestro afán de resolver esta paradoja, preferimos seccionar el problema en partes poco comprensibles para hacerlo más manejable (o al menos de una manera bastante artificial, con la ayuda de los medios y de personalidades que buscan más popularidad).

Es decir; preferimos hablar de la contaminación por plásticos, por ejemplo; que de acuerdo con el Banco Mundial es aproximadamente no más de un 12% del problema a escala global, para tratar de encontrar una solución que sólo será parcial. Pero hacer esto nos distrae y nos entrampa en problemas de carácter muy distintos al original, como son los de orden laboral, industrial o tecnológico, o hasta incluso de derechos individuales y de orden moral.

Esta misma sectorización del problema nos lleva a pensar en modelos económicos difíciles de probar e incluso divide a la sociedad entre falsos culpables e ilusorios inocentes, que no lo son; pues finalmente se trata de un problema global donde todos participamos en alguna proporción.

En efecto, no manejamos ni entendemos bien el problema, pues se trata de algo que está íntimamente ligado a leyes de la naturaleza y no tanto a modelos de consumo; ni siquiera los modelos de consumo de la sociedad capitalista, que resulta una idea harto popular, producto de un reduccionismo bastante limitado y difícil de justificar. Una evidencia de lo anterior es la imagen, cada vez más arraigada de evitar producir desechos.

En general, los desechos no se evitan, eventualmente es posible trasladar el tipo de desechos que se producen, pero hacerlos desaparecer es muy difícil. Por ejemplo, en lugar de desperdiciar alimentos con una vida muy corta, se aumenta su vida útil envasándolos con alta tecnología, pero se generan inmensas cantidades de desechos en empaques.

Aunque, finalmente esto último no es una solución tan mala, pues los empaques en general tienen menor peso y volumen, disminuyendo así la cantidad final de desechos, pero eso es una cuestión de otro debate.

En realidad sólo se trata de un problema de escala temporal, pues tarde o temprano; cualquier bien por maravilloso que este sea terminará siendo basura. Es decir, no es posible mantener infinitamente un bien material dentro del ciclo de uso, o al menos durante una escala de tiempo comparable a nuestra actual esperanza de vida en el planeta.

Es así como, tratar de entender qué es la basura nos lleva un poco a considerar cosas un poco más fundamentales; cosas que en general no nos gustan y que los análisis previos en general suelen dejar un poco de lado. La basura, como parte de todo en la naturaleza, finalmente es materia organizada que una vez fue utilizada, o parte de ella, para un fin en particular.

En otros términos, es materia que se transfiere de una forma a la siguiente para su uso o durante su uso, de forma perceptible o no. Una de las consecuencias de lo anterior es que, en el curso de estas transformaciones o “transferencias de materia”, una pieza específica de materia deja de servir para su fin original, pues se gasta, se deteriora o simplemente falla de manera catastrófica.

Lo anterior es válido para una pieza de ropa; una botella de soda, un automóvil e incluso nosotros mismos y nuestras partes; como es el caso de nuestra piel, por mencionar uno de nuestros órganos más importantes. Esto puede sonar demasiado artificioso; pero no lo es.

Efectivamente, la piel de un niño no sirve para nada a un adulto y esta se debe reconstruir a la medida -crecer; así como también la piel después de una herida, o luego de un intenso bronceado ya no sirve y se debe reparar. Estas funciones naturales -y obvias de la piel- sólo son posibles a costa de un gran consumo de energía en costosas reparaciones o ajustes; los cuales en general no están disponibles para la materia no natural.

En cualquier caso, reparar o ajustar la materia para ser reutilizada siempre nos demandará energía; de una forma que está profundamente ligada a la constitución de estas dos formas de la naturaleza, que lo que podríamos sospechar; pues finalmente la materia y la energía no son cosas tan distintas. La idea anterior nos permite entender este problema de la basura/materia desde un punto de vista distinto: el de la energía.

Problema, este último, que nos debería resultar un poco más sencillo, o al menos que nos puede resultar más natural; pues todos hemos sentido que un celular se calienta cuando lo usamos, y a veces incluso cuando no.

El reconocimiento de la imposibilidad de acceder a fuentes ideales de energía, i.e., fuentes en que toda la energía pueda ser transferida con una eficiencia ideal de 100%, ha dado lugar a la idea que la energía se degrada al ser transferida de una fuente a otra o más simplemente cuando se usa la energía esta se degrada.

Esto último ha dado lugar al especial concepto de la exergía, o la energía realmente disponible. La eficiencia máxima en la transferencia de energía es variable; pero en general tiende a ser menor al 50%, con ilustres excepciones. Es decir, cuando se transfiere energía, casi siempre perdemos más de la que efectivamente somos capaces de usar.

De la misma manera, cuando la materia se usa, independientemente de su origen, también se degrada imposibilitando su reutilización posterior, sin invertir cantidades crecientes de energía.

Hablar de eficiencia de los materiales o eficiencia en la transferencia de materia, por otra parte, es un poco más confuso e inusual, pero si lo ponemos en el mismo contexto, eventualmente, sería imposible reutilizar o reciclar la materia de forma infinita pues la inversión en energía para lograrlo sería proporcional al nivel de degradación de la materia.

El fin último de los modelos como las 3R’s, es justamente, lo contrario a esta última afirmación, ósea buscar usar al máximo la materia, situando su límite ideal bien conocido en la extraña e improbable idea de la basura 0.

Desde esta perspectiva, pretender no generar basura es equivalente a transferencias energéticas con eficiencia del 100%, lo cual sabemos y aceptamos que es físicamente imposible. Entonces por qué insistimos en adherirnos a modelos que buscan dicha imposibilidad; y esa es aún una pregunta difícil de responder, por lo menos para la Ley REP .

¿Es la Ley REP una mala Ley?

No.

¿Es la Ley REP una ley mal diseñada?

No. La Ley REP es una ley que irá hasta donde puede ir, pero no más allá. Sus mejores límites son los límites de sus modelos. Los límites de gestión de desechos sólidos urbanos que actualmente tienen atrapados a países del primer mundo miembros de OCDE; en particular los más adelantados en la tarea; como son Alemania y Japón en tratar de saber qué deben hacer con la basura que ya no pueden exportar.

Para la Ley REP, los mejores inconvenientes podrán ser cuánto tiempo tomará llegar a esta situación: los nipones comenzaron en los años 70 del siglo pasado; sus leyes tienen más de veinte años de ensayo y error, pero aún deben enfrentar con temor la prohibición de China sobre la importación de basura internacional.

Los próximos años están llenos de metas sobre reciclaje y basura cero; pero son sólo eso metas y sueños que se enfrentan a fuerzas y leyes mucho más inexorables que cualquier ley que nosotros podamos diseñar o imaginar.

Algunos piensan que la Ley se justifica de sí misma, en tanto que instrumento económico; lo cual felizmente es una verdad parcial. Los volúmenes son muy grandes, suficientes para justificar el desarrollo de un mercado de alto valor agregado; muchos trabajos y un impulso adicional en economías en desarrollo.

No obstante, aunque se trata de un gran negocio, muchos piensan que sólo será un gran negocio para aquellos que tengan suficientemente músculo financiero y así; de manera demasiado capitalista aprovechar las dulces mieles de la basura. Adicionalmente, y a contracorriente de la Ley REP, la basura cada vez más será un negocio dónde la participación de las comunidades se volverá cada más innecesaria, en la medida que las nuevas tecnologías, demasiado caras para quienes se inician en el negocio, sean cada vez más eficientes en cada una de las etapas de la gestión de los desechos sólidos urbanos.

Felizmente, en otro extremo, muchos creen que cualquiera que sea el diagnóstico; las cosas sólo pueden mejorar; en la medida en que las comunidades se involucran más; los métodos de manejo mejoran y se encuentran más formas de alargar la, ineludiblemente finita, vida de todo lo que se convierte en basura. En esto último reposa la gran esperanza de una no tan nueva economía circular.

No importa cuál sea, la conclusión a corto plazo, ante una creciente y ávida sociedad a la espera de limpiar su relación con el medio ambiente, siempre tendremos que volver al punto en que no podremos acabar nunca con toda la basura y los rellenos sanitarios por siempre serán una muestra que con las leyes de naturaleza la única respuesta es una humilde resignación.

Para concluir, acerca de estas cosas imposibles, dos ilustres filósofos británicos del siglo pasado expresaron el espíritu de estas leyes de la naturaleza de forma firme y elegante:


 

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