El desafío de Marina: levantó colillas durante 10 horas en la playa para concientizar sobre el daño que producen

Marina Torrisi, de la ONG “Colillas al tacho”, cumplió una extensa jornada con un grupo de voluntarios para recolectar restos de cigarrillos. Clarín estuvo con ella todo el día. Los turistas no acompañaron la iniciativa.

Residuos06/03/2020
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En la inmensidad de la playa norte del barrio Constitución hay un puñadito de jóvenes agachados, arrodillados, escarbando entre la arena. Y así se van desplazando hacia la orilla, el área más afectada. Con una mano enguantada recogen colillas de cigarrillos y con la otra sostienen el botellón adonde irá a parar el residuo tóxico. Apenas se advierte media docena realizando la misma sacrificada actividad y, a cincuenta metros de allí, unas cien personas toman sol, dándoles la espalda a esta acción que, como principal objetivo, tiene la visibilidad,

 
Es pasado el mediodía de este jueves y Clarín asiste al "Maratón de Recolillacción", que comenzó a las 9.30 y se extenderá hasta las 19,30, en lo que se transformará en la recolección de colillas de cigarrillos más larga de la historia, impulsada por Marina Torrisi, solitaria luchadora de la ONG "Colillas al tacho", a quien se la ve a lo lejos, llevando un trabajo minucioso, de hormiga.

Una colilla contamina 50 litros de agua potable y unos 8 litros de agua de mar. Tres de cada cuatro colillas se desechan inconscientemente, "debido a la aceptación social". "Las colillas son residuos tóxicos que retienen, transportan y liberan más de 7.000 sustancias químicas. Esto no es joda", remarca la hacedora de esta acción. 

Melanie Krause, marplatense de 23 años, que estudia para contadora, dice que vio por las redes la iniciativa de Torrisi y no dudó en venir a dar una. "A la tarde tengo que estudiar, pero como tenía la mañana libre no lo dudé en decir presente, me hace bien al alma, me da energía y creo que esto es clave para concientizar. Lo importante es que nos vean, para que la gente entienda el daño que puede evitar". Llama la atención que la joven no escatima esfuerzo, aún con sus uñas largas recién hechas. "No me importa si se me rompen, la causa está por encima de cualquier frivolidad y cuestión estética".

Los voluntarios que ponen el pecho son contados con los dedos de una mano, situación que no desalienta a Torrisi, la pionera de esta cruzada en Mar del Plata. "Esto no es una cuestión anímica, no me pincho si veo que nadie viene a dar una mano; al contrario, redoblo esfuerzos para que me vean. Y si veo un fumador, voy y recolecto colillas para ser observada. No se trata de pelar ni discutir, sí de incomodar".

Marplatense, de 32 años, a punto de recibirse de Licenciada en Gestión Ambiental, Torrisi desliza a regañadientes que "da bronca ver que en la cara de uno mucha más gente tira la colilla en la arena que en los tachos. La verdad es que hay que estar muy ensimismado para no advertir lo que se está haciendo", remarca la joven que sostiene un botellón de 6 litros con capacidad para unas 3.000 colillas. "En tres horas debo haber juntado unas dos mil".

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Mira a su alrededor y queda muchísimo por recolectar. "Parece un cementerio de colillas, a veces llama la atención la poca cultura que existe en torno a la conciencia ecológica", diagnostica Torrisi, que remarca: "Soy de las que ven el vaso medio lleno. Hay un pequeñísimo cambio de actitud en la gente a partir del trabajo que venimos realizando, por eso no me puedo permitir renunciar. Si yo me corro a un lado, ¿quién lo va a hacer?". Buena parte de las colillas y demás residuos que se ven en la playa proviene de la calle a través de uno de los mayores desagües pluviales que hay en el barrio. 

Una pareja veinteañera se acerca a Marina y le entrega una botella con unas mil colillas. "La vimos trabajar solita y nosotros estábamos jugando a las cartas y tomando mate. Como que no daba, estábamos un poco incómodos", coinciden Juan (21) y Naomí (20). "Agarramos un botellón y durante una hora le metimos pata, queríamos llegar a mil y lo logramos. Creo que si todos hacemos un poco, tendremos una playa mejor y una sociedad distinta. Pero la gente no se mete, no acciona espontáneamente", expresa la rionegrina Naomi, que dice que su referente es Greta Thunberg, la líder medioambiental sueca.

Pasan las horas y la playa se llena, pero la iniciativa no convoca voluntarios. Clarín semblantea este balneario de la zona norte y reina la indiferencia. Pasadas las 15 horas, con más de seis horas de trabajo, son sólo tres los que se arremangan y recolectan. "Hay mucho desconocimiento, pero también se cree que a mí me pagan por esta tarea, entonces nadie se mete". Para Torrisi esta cruzada va más allá de dejar limpia la playa. "Eso no va a suceder, mañana va a estar peor, pero con que uno solo me haya visto, me alcanza... Esto pasa por crear conciencia y, también, lo necesito por una satisfacción personal. Yo tengo una hija de 9 años, y para ella esto no es una novedad, es un hábito, y para mí es un logro".

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Rosa Peralta dejó de jugar a la paleta con su marido y se acercó al puñado de recolectoras. "Empecé a mirarlas desde que llegué al mediodía a la playa y en un momento dejé por un rato a la familia, me daba curiosidad saber qué estaban haciendo. Desconocía esta iniciativa", responde esta porteña ayudante de cocina, de vacaciones por Mar del Plata. "Iba a hacerlo un ratito y me quedé como dos horas. Llené una botella con alrededor de dos mil colillas. No terminaba nunca, en vez de restar aparecían cada vez más", cuenta Rosa, que remarca. "Me enorgullece la tarea solitaria de estas chicas y me avergüenza lo poco comprometida que es la gente, que ni siquiera pregunta qué se está haciendo".

Cerquita de donde está la movida "Colillas al tacho", cuatro mujeres recostadas fuman pero a conciencia: tienen un cucurucho de plástico adonde tiran las colillas. "Me lo traje de España, donde allí también hay campañas de concientización, sobre todo en lugares como Barcelona o el País Vasco. Cuando veo gente que tira las colillas en la arena, me dan ganas de cagarlos a patadas en el culo", dice sin eufemismos Ana María Oliva, de San Isidro.

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En el grupo está Miriam Gil Martín, que vive en las Islas Baleares desde hace 25 años. "Creo que la última vez que vine a Mardel fue a fines de los '80 y me sorprendió ver tanta mugre en las playas. En contraposición, es admirable que estas poquísimas chicas estén limpiando la roña de la mayoría. Lamentablemente son acciones aisladas que no logran penetrar en la gente", concluye Gil Marín, que apaga su cigarrillo y arroja en su cucuruchito. ​"En todas las playas españolas, cuando entrás, te dan uno, eso es algo que en la Argentina vendría muy bien, pero no imagino que inviertan en estas cosas".

Paula Soussia (50) trabaja por la tarde en la Biblioteca Municipal, por lo que decidió sumarse a la acción maratónica "porque como marplatense me parece que necesitamos tomar conciencia de cómo están nuestras playas, me duele verlas tan sucias. Con sólo pensar que una colilla contamina litros y litros de agua se me revuelven las tripas", dice sin vacilar. "La gente le importa un carajo y se caga en el medio ambiente... es la triste verdad", masculla mientras no desatiende su labor.

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Soussia cuenta que siempre tuvo conciencia ambiental y siempre se manejó, pero sola, pensando en el daño que se ocasiona tirando residuos al mar. "Ahora, sabiendo de la ONG 'Colillas al tacho', me siento un poco más acompañada. Y la verdad pensé que sería algo más contagioso, pero a la gente le cuesta mucho dejar de mirarse su ombligo".

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Pasadas las 17, el viento se arremolina en la zona de trabajo, pero no representa un obstáculo para Torrisi, que pese al cansancio se arma de paciencia para ir a la pesca de las colillas más rebeldes, "Siempre sirve esta iniciativa, más allá del acompañamiento o no. Hubiese estado buenísimo que se plegara una multitud, pero tengo en claro que esto no es de un día para el otro. Hay que insistir para lograr meterse en la cabeza de la gente".

Influenciada por Gastón Caminata, que desde hace una década viene luchando por playas libres de humo y colillas en Pinamar, Torrisi reconoce que siempre "está el miedo al fracaso, a que resulte como uno espera, pero por mi hija y por mí me propuse tener la fortaleza y la convicción de seguir adelante, cueste lo que cueste". Y por las dudas, enfatiza su mensaje: "Esto no es una campaña antitabaco, esto es otra cosa... háganse cargo de su basura, loco".

Fuente: Clarín (Argentina)


 

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