La joven recicladora que le apuesta a crear empresa y cuidar el medio ambiente

Sandra Milena Ceballos, de 28 años, convirtió su trabajo como recicladora en una oportunidad para crear su propio negocio de recuperación de basura. Esta es su historia.

Reciclaje y Manualidades 16/03/2020
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A sus 28 años, Sandra Milena Ceballos es una mujer que no se detiene ante los obstáculos y que convirtió su trabajo como recicladora en una oportunidad de negocio. Esta huilense llegó de Nátaga a Bogotá cuando tenía ocho años. 

La separación de sus padres la acercó a su mamá y a sus hermanos y desde entonces el vínculo con su familia y su deseo de ayudarla la motivó a trabajar. Así de fuerte es también el vínculo que tiene con sus cuatro hijos: tres niños de doce, nueve y siete años y una niña de dos años. Junto a su pareja, ha logrado construir una microempresa rentable con la que sostiene a su familia y genera empleo.

A los 15 años, Sandra empezó a reciclar en calles y parques de la zona de Engativá, al occidente de Bogotá. Por ese tiempo, vendía el producto de su trabajo en bodegas de reciclaje o a otros intermediarios. Al empezar esta labor aprendió que, como explica hoy, “no todo es basura”.

Al reciclar no solo encontró una fuente de ingresos, sino una actividad con la que ayuda al medioambiente y permite que los elementos que pueden tener una vida útil no terminen en un basurero.

En las largas jornadas de trabajo que cumplió Sandra, como los más de 18.000 recicladores que hay en Bogotá, no solo reunió dinero para el sustento de su familia, pues su esfuerzo sirve para contrarrestar el impacto de los bajos niveles de reciclaje en los hogares de los bogotanos. Tan solo en Bogotá, según el Ministerio de Ambiente, se producen 6.300 toneladas de basura al día y apenas el 14 o 15% son aprovechadas. 

La labor de Sandra y de tantos otros recicladores es una muestra del compromiso de cuidar el medio ambiente y evitar el desperdicio innecesario de materiales que todavía pueden ser útiles.

Durante los cuatro años que pasó reciclando en las calles, a Sandra le llamó la atención la cadena de intermediarios y de personas involucradas en todo el proceso del reciclaje. Aunque siguió trabajando en el oficio, hace cinco años cambió de rol y empezó a trabajar como encargada de una bodega donde los recicladores vendían lo que recuperaban de la basura. Allí recibía y organizaba el material que compraban. 

Este cambio de actividad y la posibilidad de ver la rentabilidad del negocio le permitieron a Sandra identificar una oportunidad para independizarse. Además, al lado de su jefe, también tuvo la oportunidad de aprender las lecciones esenciales para manejar un negocio y hacer de su labor un oficio rentable.

Así decidió crear su propia microempresa. El 20 de julio de 2016 creó la Recicladora E.C.A., una empresa que nació con el capital inicial que reunió gracias a sus ahorros. Al principio no pudo contratar ayudantes, así que las jornadas de trabajo de lunes a sábado empezaban a las 7:00 de la mañana y finalizaban pasadas las 10:00 de la noche. Al año siguiente quedó embarazada y no pudo posponer más la contratación de ayuda. Una empleada se convirtió en su mano derecha y juntas siguieron trabajando para consolidar la bodega.

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Tras el nacimiento de su hija, Sandra decidió alejarse un tiempo del negocio para dedicarse al cuidado de la pequeña. Sin embargo, esta licencia de maternidad se vio interrumpida por algunos problemas económicos que surgieron en la empresa. Ante una inminente quiebra que amenazaba el patrimonio de su familia, decidió solicitar un préstamo en Bancamía (del grupo Fundación Microfinanzas BBVA) para poner a funcionar su negocio y recuperar la estabilidad de la bodega. 

Hace un mes recibió el crédito y, superadas las preocupaciones, su negocio despegó. Ya tiene siete clientes fijos que a diario venden en su bodega el producto de los recorridos que hacen en Engativá. Para ellos también es beneficioso trabajar con Sandra porque ella logra generar ganancias seguras tanto para su negocio como para sus clientes. Cuenta con el apoyo dos empleados permanentes y las ventas de su empresa alcanzan los 10 millones de pesos mensuales. En otras palabras, ella le da valor económico a lo que antes era basura.

A pesar de las dificultades que ha enfrentado para mantener su negocio, esta microempresa le ha permitido a Sandra pasar menos tiempo recorriendo las calles en busca de material reciclable y compartir más horas al lado de sus hijos. Para sus empleados, el esfuerzo de Sandra también ha significado una oportunidad de tener un trabajo estable y una fuente de ingresos para sus hogares.

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Al ver crecer su empresa ya tiene una nueva meta: ampliar su bodega. “Quiero que mi negocio crezca y darles trabajo a más personas”, dice Sandra. Otro de sus sueños es tener una casa propia para que sus hijos tengan una vivienda mejor.

Con su trabajo, Sandra espera enseñarles a sus hijos que, “si uno se lo propone, puede salir adelante. Ellos me ven como una mujer berraca; salgo temprano de la casa y trabajo mucho, pero vale la pena porque trabajo por ellos. Lo importante es que el trabajo sea honrado”, asegura.

Fuente: sostenibilidad.semana.com


 

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