
El Observatorio de Acción Climática: El Espejo Crítico de la Agenda Ambiental Argentina
En un contexto de negacionismo creciente y desfinanciamiento estatal, esta herramienta es fundamental para fiscalizar la inacción

Los países en donde vive un cuarto de la población del planeta enfrentan un riesgo cada vez más urgente: la posibilidad de quedarse sin agua.
Desde India e Irán hasta Botsuana, hay diecisiete naciones en el mundo que ya tienen un estrés hídrico extremadamente alto, lo cual significa que están usando prácticamente toda el agua que tienen disponible, de acuerdo con datos del World Resources Institute que fueron publicados el 5 de agosto.
Muchos de esos países de por sí son áridos; algunos están desperdiciando la poca agua que les queda. Varios dependen demasiado de aguas freáticas que deberían estar resguardando en casos de sequía.
En aquellos países hay muchas ciudades grandes y sedientas que han tenido escasez pronunciada en fechas recientes, incluyendo São Paulo, Brasil; Chennai, India, y Ciudad del Cabo, Sudáfrica, que en 2018 apenas pudo superar el llamado “día cero”, cuando todo el suministro iba a secarse por completo.
“Es muy probable que veamos más días cero en el futuro", dijo Betsy Otto, quien dirige el programa global de agua del World Resources Institute. “Es un panorama alarmante en muchas partes del mundo".
El cambio climático agrava este riesgo. A medida que los patrones de lluvia se vuelven más erráticos, el suministro de agua se torna más variable. Al mismo tiempo, como los días se están volviendo más calurosos, se evapora más agua de las reservas justamente cuando hay una mayor demanda por esta.
Los lugares en estrés hídrico muchas veces tienen una doble maldición: São Paulo, por ejemplo, fue azotada por inundaciones un año después de que vivió una sequía prolongada. Chennai tuvo anegaciones fatales en 2015; ahora sus depósitos de agua están prácticamente vacíos.
Las aguas subterráneas desaparecen
Ciudad de México ha estado sacando sus aguas freáticas con tal rapidez que se está hundiendo, literalmente. Daca, la capital de Bangladés, depende de sus aguas subterráneas tanto para los residentes como para las fábricas de ropa que engullen agua, por lo cual ahora tiene que sacar el líquido de acuíferos a más de 100 metros de profundidad. Los habitantes indios de Chennai, acostumbrados a depender de las aguas freáticas, ahora se enfrentan al hecho de que ya no las hay. En partes de India y de Pakistán, los agricultores están drenando los mantos acuíferos para cultivos, como el algodón y el arroz, que implican un uso intensivo de agua.

El pronóstico: más estrés
En 33 de las ciudades con más de tres millones de habitantes (con una población conjunta que supera los 255 millones de personas), los investigadores del World Resources Institute concluyeron que ya hay un estrés hídrico extremadamente alto, lo que tiene repercusiones para la salud pública y puede significar agitación social.
Para 2030, se prevé que la cantidad de ciudades en la categoría de estrés hídrico extremadamente alto aumente a 45 urbes, con casi 470 millones de personas afectadas.

Cómo se puede gestionar el problema?
Hay mucho en juego para los sitios que enfrentan estrés hídrico. Cuando una ciudad o un país está usando prácticamente toda el agua que tiene disponible, una sequía puede ser catastrófica.
En 2018, después de una sequía de tres años, Ciudad del Cabo se vio forzada a tomar medidas extraordinarias para racionar el agua que quedaba en sus depósitos. La severa crisis no hizo más que aumentar el problema en una ciudad cuyos cuatro millones de habitantes compiten con los agricultores por los pocos recursos hídricos que hay.
Los Ángeles vive algo parecido. La sequía más reciente en la ciudad californiana terminó este año, pero el suministro de agua ahí no está a la par de la enorme demanda. Tampoco ayuda que hay una amplia tendencia a que la gente tenga piscinas en el patio trasero.
En Bangalore, una serie de años con poquísima lluvia exhibieron la muy mala gestión que la ciudad india había tenido del agua. Los muchos lagos que alguna vez adornaron la urbe y las áreas circundantes han sido tapados por construcciones o se han vuelto vertederos de desechos. Ya no son los almacenes para agua de lluvias que alguna vez fueron. Así que la ciudad tiene que buscar en lugares cada vez más lejanos de dónde sacar el agua para sus 8,4 millones de habitantes; buena parte de ese líquido se pierde en el camino.
Sin embargo, sí hay mucho que puede hacerse para mejorar la gestión hídrica.
Primero, los funcionarios de las ciudades pueden tapar las fugas en el sistema de distribución hídrico. Las aguas residuales pueden ser recicladas. El agua de lluvia puede ser recolectada y almacenada para cuando el recurso falte: los lagos y humedales pueden limpiarse y los pozos viejos pueden restaurarse. Además, los agricultores pueden hacer el cambio de cultivos intensivos en agua, como el arroz, a cultivos menos sedientos como el mijo en grano.
“El agua es un problema local y requiere de soluciones locales", dijo Priyanka Jamwal, del Ashoka Trust for Research in Ecology and the Environment (Fondo Ashoka para la investigación Ecológica y Medioambiental), con sede en Bangalore.

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