La milenaria técnica que sustituye al aire acondicionado
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La construcción y el uso de edificios es responsable de casi el 40 % de las emisiones de CO2 y del 35 % del consumo de la energía en el mundo
Construcción sustentable14/09/2021Una de las apuestas para reducir el impacto en el medioambiente es la construcción sostenible, aquella que utiliza métodos y materiales renovables. Iluminación natural, correcta regulación térmica, buena calidad del aire o accesibilidad son algunas de sus virtudes. Los expertos aseguran que un “edificio sostenible es un edificio mejor construido porque es más rentable, eficiente y duradero”.
Uno de los padres de la arquitectura sostenible nació hace 120 años en Alejandría (Egipto). Hassan Fathty, fallecido en 1989, echó la vista atrás, hacia las técnicas de construcción tradicional y los materiales naturales, para avanzar en una construcción más respetuosa con la biodiversidad. Se fijó en las propiedades del adobe, las arcillas y las arenas secadas al sol y mezclada con paja. Aplicó métodos de acondicionamiento termodinámico para la captación y regulación del aire, y utilizó las celosías para lograr una iluminación suave, y las fuentes de agua en paredes y suelos para humedecer y enfriar el aire por evaporación. En el siglo XX le conocían como ‘el arquitecto de los pobres’. Hoy, su contribución filosófica a la edificación sostenible es innegable: abaratamiento de costes, materiales reciclables, excelentes propiedades térmicas y acústicas, versatilidad…
De vuelta al presente, se espera que a lo largo de la próxima década el mundo dé un giro y se encamine hacia un futuro más sostenible. Uno en el que se reduzcan los niveles de contaminación, se apueste por la economía circular y se mitigue nuestro impacto sobre el medioambiente. Uno, en definitiva, en el que la convivencia entre el ser humano y su entorno encuentre el equilibrio.
Replantear la forma en que construimos y usamos los edificios es fundamental para alcanzar este futuro sostenible. Tras décadas de dependencia del carbón, el petróleo y el gas natural, los edificios se han convertido en uno de los principales emisores de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera. Actualmente, su construcción y sus usos están detrás del 38 % de las emisiones de CO2 relacionadas con la energía y del 35 % del consumo de la energía utilizada a nivel global.
Reducir estas cifras es un reto en un mundo en el que la población no para de crecer. Se calcula que seremos 2.000 millones de personas más dentro de 30 años. 2.000 millones de personas que necesitarán nuevos edificios en forma de viviendas, lugares de trabajo, colegios u hospitales, entre muchas otras edificaciones.
Gracias a la investigación y al desarrollo de nuevos métodos y materiales constructivos es posible diseñar y hacer realidad construcciones que apenas tengan impacto sobre el medioambiente y, además, resulten más saludables y respetuosas con las personas.
Un edificio sostenible es un inmueble de calidad que está perfectamente adaptado para cumplir la actividad para la que fue construido funcionando de forma eficiente y siendo respetuoso con el planeta y las personas.
explica Javier Torralba, director de BREEAM España, la entidad que emite el certificado de sostenibilidad en la construcción con el mismo nombre.
Torralba reconoce que la construcción sostenible aporta tres grandes beneficios. En primer lugar, destaca el respeto por el medioambiente. “Un edificio sostenible es respetuoso con el medioambiente y se adapta a su entorno. Emite menos CO2, fomenta la biodiversidad del entorno y utiliza materiales de bajo impacto ambiental”, explica este experto.
En segundo lugar, entra en juego la propia salud de los individuos que los usan. “Estas construcciones priorizan la iluminación natural, una correcta regulación térmica, una buena calidad del aire interior y, por supuesto, la accesibilidad. De esta manera se garantiza el bienestar de los usuarios”, señala. Por último, el director de BREEAM España destaca su eficiencia, no solo energética, sino también en la gestión de recursos y residuos. Algo que va más allá del respeto al medioambiente y favorece también el ahorro económico.
Un buen ejemplo de edificios sostenibles son los conocidos como edificios de energía neta nula o de emisiones de carbono cero. Se trata de edificios de muy bajo consumo energético, cuyo objetivo es que la energía consumida y las emisiones de CO2 emitidas sean compensadas utilizando fuentes renovables, de forma que su balance sea de cero emisiones a lo largo del año.
La reducción del uso de energía está muy ligada a las estrategias de descarbonización de las economías y a la consecución de los objetivos marcados por el Acuerdo de París. De acuerdo con el último informe de la Global Alliance for Buildings and Construction (GlobalABC), enmarcada en el programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, para alcanzar los objetivos de descarbonización es necesario que los edificios de energía neta nula se conviertan en la forma principal de construcción de cara a 2050.
Para calcular el impacto que un edificio tiene en el medioambiente no basta con medir las emisiones relacionadas con su uso. Es necesario ir más allá y remontarse a su construcción. Y es que, desde el preciso momento en que se crean o extraen los materiales necesarios para levantar un edificio, comienza su inevitable impacto en el medioambiente.
La investigación y el uso de nuevos materiales que sustituyan o complementen los más tradicionales (como el ladrillo y el hormigón) juegan un papel fundamental en el sector de la construcción sostenible. Actualmente se están desarrollando alternativas basadas en fibras de origen vegetal, bioplásticos e incluso materiales autorreparables gracias a la presencia de bacterias.
Además, la creación y el transporte de estos materiales debe garantizar un uso responsable de las materias primas y de la energía. Para ello, cada vez más constructoras realizan cálculos de las huellas medioambientales de sus proyectos. “Junto al desarrollo de nuevos materiales, el elemento disruptivo en los próximos años será el cálculo de la huella de carbono e hídrica en la ejecución de los proyectos”, explica Laura Tordera, Jefe Global de Innovación de Ferrovial Construcción.
“Estamos en un cambio de ciclo de una economía lineal, que comienza en el uso de materias primas y termina en el vertedero, a una economía circular. En esta última, la identificación de la huella de carbono es fundamental para diseñar estrategias”, señala. Este planteamiento, que busca elegir siempre la opción más sostenible y respetuosa con el medioambiente, se traslada también a los métodos constructivos. En este ámbito cobran mucha importancia innovaciones tecnológicas que hacen posible la construcción modular o la impresión 3D, y que permiten reducir los tiempos de construcción y el uso de maquinaria.
En las últimas décadas han surgido iniciativas que buscan avalar la sostenibilidad de los edificios. Uno de ellos es el certificado BREEAM, en vigor desde 1990 y de carácter internacional. Para conseguir este certificado, las construcciones deben cumplir requisitos de diez categorías diferentes: salud y bienestar, energía, materiales, contaminación, agua, transporte, ecología, gestión, residuos e innovación.
Cumplirlos todos es muy complicado, pero la aplicación de unos requisitos mínimos es suficiente para que el edificio sea sostenible y vaya más allá de la normativa. Por ese motivo, cada promotor elige a qué requisitos optar. Algunos escogen centrarse en el ahorro energético y otros prefieren incidir en la salud y el confort del usuario. Actualmente, la instalación de luminarias LED y de griferías de bajo caudal son dos de los requisitos más habituales.
explica Torralba
Las diez categorías BREAAM están estrechamente relacionadas con varios de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU, que buscan hacer del mundo un lugar más sostenible y equitativo en 2030. Estos son algunos de ellos:
De forma más amplia, el certificado busca también impactar de forma positiva en el ODS 13, Acción por el clima; el 11, Ciudades y comunidades sostenibles; o el 9, Industria, innovación o infraestructura. “La expresión ‘pensar global, actuar local’ define perfectamente nuestro objetivo: tener en cuenta la salud del planeta en su conjunto y realizar acciones adaptadas a nuestro entorno más cercano”, concluye el director de BREEAM España.
Actualmente, BREEAM está presente en 89 países y ha certificado más de medio millón de edificios. Entre ellos destaca el rascacielos The Shard, en Londres, o la sede de Triodos Bank en Driebergen, en Países Bajos. “Un edificio construido en madera que puede, literalmente, desmontarse y volver a construirse en cualquier otra ubicación, abasteciéndose de energía 100 % renovable”, explica Torralba.
La certificación LEED (Leadership in Energy & Environmental Design), otorgada por la la U.S. Green Building Council (USGBC), es uno de los estándares de edificación responsable más exigentes del mundo. Los edificios con certificación LEED reducen de manera importante los residuos y la emisión de gases nocivos a la atmósfera, conservan mejor la energía, y son más saludables y seguros para sus ocupantes.
Para conseguir una de estas certificaciones, el U.S. Green Building Council valora que el inmueble cumpla una serie de requisitos. Entre otras cosas, debe estar construido en un terreno sostenible y bien conectado por transporte público; hacer un uso eficiente del uso del agua y la energía (demostrando un ahorro entre el 12% y 48%); usar materiales reciclados, renovables o con algún sello verde. La calidad del ambiente interior y un diseño innovador también se tienen en cuenta a la hora de establecer las puntuaciones.
La Ciudad BBVA en Madrid, cuenta con el sello LEED Oro de construcción sostenible, mientras que la Torre BBVA en México o la Sede de Garanti BBVA entre otros, tienen el distintivo LEED Platino.
Cuando se trata de construcciones sostenibles, hay numerosos ejemplos. Uno de ellos es Ciudad BBVA, protagonista del ‘skyline’ de Madrid. Obra de Herzog & de Meuron, arquitectos ganadores de un premio Pritzker, acoge a más de 7.000 trabajadores en una superficie construida de más de 113.000 metros cuadrados.
El conjunto, reconocido con la certificación LEED Oro por el U.S. Green Building Council (USGBC), tiene cerca de 50.000 sensores destinados a optimizar los recursos energéticos que necesita, lo que lo convierten en uno de los mayores edificios inteligentes del mundo.
La ciudad se caracteriza por contar con espacios abiertos y llenos de luz en línea con uno de los parámetros clave de su diseño, la transparencia. Por ello, está organizada en edificios de tres plantas intercalados con calles que, a su vez, confluyen en la amplia plaza central de 100 metros de diámetro, y donde se erige La Vela, la emblemática torre del complejo.
Además, con el fin de responder a este criterio de transparencia y aprovechamiento de la luz natural, el exterior de la ciudad está recubierta por 2.800 lamas de diferentes modelos y posiciones según la incidencia de los rayos solares. En cuanto al interior de la ciudad, todas las fachadas cuentan con un doble vidrio laminar y contienen gas argón, cuyas propiedades logran que la incidencia solar no aumente la temperatura interior.
Las instalaciones de la ciudad incluyen placas solares y placas termosolares, que utilizan la luz para generar electricidad y para calentar el agua destinada a los sistemas de climatización, respectivamente. Asimismo, incluye una instalación geotérmica compuesta por pozos situados a 125 metros por debajo del nivel del suelo, que aprovechan la temperatura constante del subsuelo para producir electricidad.
Las cubiertas verdes de los edificios también forman parte de este modelo sostenible de edificación, gracias a su capacidad para disminuir entre 1 y 3 grados las temperaturas altas que se alcanzan en los interiores cuando la incidencia solar es excesiva. Por último, las albercas situadas por todo el complejo reutilizan el agua de la lluvia y un sistema de recuperación de las aguas grises de los lavabos hace que se puedan volver a utilizar para las instalaciones de saneamiento, logrando así autoabastecerse en parte de este recurso natural.
En Madrid, el banco suma otros edificios con el distintivo Oro, como el Campus BBVA, el edificio CPD1 en Tres Cantos, el edificio de servicios La Isla y el Palacio de Recoletos 10.
Otros edificios que cuentan con el certificado LEED son la Torre de BBVA en Argentina (Oro) y la Torre de BBVA en México (Platino). Esta última cuenta con 188.777 m2 de construcción, y la obtención del más alto distintivo hizo que el edificio se convirtiese en el mayor en México en obtener la certificación en la categoría Building Design and Construction (BD+C). BBVA en México suma otros tres edificios con la certificación LEED en este país: el Centro Operativo y Centro Formación (Oro) y el Centro Formación Murano (Plata).
En Turquía, la sede del banco en este país, el Kizilay Office Building y el Sivas Call Center cuentan con el certificado LEED Platino, mientras que el Bank Karsiyaka Office Building y el Garanti Technology Campus disponen del certificado Oro.
Existen otros edificios que también destacan por haber sido construidos teniendo en cuenta criterios de eficiencia energética. El informe de la Global Alliance for Buildings and Construction destaca el Star Garments Innovation Center de Sri Lanka. Se trata de un edificio destinado a la creación de productos textiles que consume un 60 % menos de energía que otras construcciones similares. Entra en juego, en primer lugar, el aislamiento. Las soluciones para para evitar que alrededor del 70 % del calor y la humedad exteriores ingresen al edificio a incluyen:
Estas y otras medidas permiten a los trabajadores del centro disfrutar de luz natural, aire fresco y temperaturas constantes de alrededor de 24 grados centígrados durante todo el año.
También cuentan las soluciones basadas en la naturaleza. El uso de vegetación en los edificios puede mejorar el confort térmico, mitigar el efecto isla de calor, reducir las necesidades de energía operativa en edificios y mejorar la calidad del aire, entre otros. Un ejemplo de estas soluciones basadas en la naturaleza es The Eastgate Centre de Harare, Zimbabue, un edificio que imita las estructuras de los termiteros. El resultado es un diseño repleto de huecos en el que se mantienen temperaturas constantes independientemente del clima exterior. The Gherkin, en Londres, se inspira en la forma y el sistema respiratorio de las esponjas marinas para garantizar sistemas eficientes de ventilación y climatización. El edificio requiere un 50 % menos de energía que otros de características similares.
En Milán destaca el prototipo principal del proyecto ‘Vertical forest’ del arquitecto Stefano Boeri, un edificio totalmente repleto de elementos verdes tanto en su fachada como en su cubierta, que reducen la temperatura del edificio y, por consiguiente, su demanda y consumo de energía.
En las conclusiones del estudio de la GlobalABC se asegura que alcanzar el objetivo de cero emisiones para 2050 es posible si tenemos en cuenta el poder de la tecnología ya existente. Sin embargo, es necesario que esta se apoye con políticas e inversiones.
Entre las ventajas de conseguirlo destaca también el crecimiento económico. Según este informe, la creación de edificios sostenibles es una de las oportunidades de inversión más interesantes de la próxima década: se estima que puede alcanzar el valor de 24,7 billones de dólares en 2030.
Para aumentar el interés alrededor de la construcción sostenible hace falta –según Javier Torralba– concienciación: “El problema no es técnico, ya que sabemos construir edificios sostenibles. Tampoco es económico, ya que también sabemos que son más rentables, eficientes y duraderos. Entonces ¿cuál es el problema? El problema es que no estamos sabiendo explicar los beneficios al ciudadano medio. Un edificio sostenible es un edificio mejor construido. Es así de sencillo. Y es más barato si pensamos en toda su vida útil. Si lo pensamos así parece un objetivo mucho más cercano”.
No es una producción propia, la fuente es BBVA (.com)
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