
Los mayores emisores mundiales de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero están siendo presionados para que aumenten sus objetivos climáticos. Algunos aumentaron sus objetivos pero, ¿hasta dónde llegan?
Las perspectivas medioambientales del planeta Tierra no son halagüeñas. La humanidad lleva siglo y medio vertiendo millones de toneladas de CO2 a la atmósfera, fruto de su incesante actividad económica e industrial. ¿Resultado? A grandes rasgos, el cambio climático. Temperaturas crecientes, ecosistemas vulnerables, procesos milenarios quebrados y un severo interrogante sobre nuestra capacidad para habitar el mundo. Y todo, en gran medida, por las emisiones.
Dada la gravedad del asunto, resulta conveniente identificar a los principales responsables. Porque el cambio climático y su gestación es, en esencia, una historia de desigualdades. La principal es geográfica. No han emitido lo mismo los países industrializados y desarrollados que los aún por desarrollar; y a día de hoy, no tienen los mismos incentivos los unos y los otros para reconvertir su economía y limitar sus emisiones.
En esencia, es la historia que cuenta este estupendo gráfico elaborado por Visual Capitalist. La ilustración recoge los datos recopilados por Global Carbon Atlas en 2017 y escala el porcentaje de CO2 atribuible a cada estado. Del total de emisiones vertidas aquel año (más de 36.000 millones de toneladas de dióxido de carbono) surgen dos culpables muy nítidos: China, responsable del 27,2% de las emisiones globales; y Estados Unidos, culpable del 14,6%. Entre los dos suman el 41,8% del mundo.
No es extraño. Son las dos economías más grandes del planeta, y ninguna de los dos ha realizado grandes esfuerzos históricos por limitar su impacto medioambiental. Los avances de Estados Unidos se vieron coartados tras la elección de Donald J. Trump, entusiasta del carbón, y su retirada del Acuerdo de París; y China, pese a su alucinante inversión en solar y compromiso por el futuro renovable del planeta, sigue siendo hiperdependiente del carbón.
Algo similar le sucede a la India. Hemos hablado de la paradoja en más de una ocasión: en un momento en el que la conversación global rota hacia la sostenibilidad y las energías verdes, los países más poblados están transformando sus economías a gran velocidad. Dependen de fuentes de energía masivas, baratas y rápidas (como el carbón), y no tienen incentivos para sacrificar su crecimiento inmediato a costa de una reconversión futura, cuando los países ya desarrollaron no lo hicieron.
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