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En la lucha contra el cambio climático, hay otro gas de efecto invernadero que, aunque menos abundante, es mucho más potente y está jugando un papel cada vez más preocupante: el metano (CH4)
Contaminaciones09/05/2025El metano no debe considerarse solo un problema ambiental, sino una crisis que amenaza la estabilidad climática y la salud pública. Abordar este desafío es crucial no solo para el bienestar del planeta, sino también para las futuras generaciones que dependerán de un ambiente saludable y sostenible.
El metano (CH4) es un gas de efecto invernadero 28 veces más potente que el dióxido de carbono en términos de capacidad de atrapar calor en la atmósfera a lo largo de un período de 100 años y hasta 80 veces más potente durante un período de 20 años, lo que lo convierte en el segundo gas de efecto invernadero más relevante después del CO2.
Esto significa que, aunque las emisiones de metano son menores en volumen y su duración en la atmósfera es más corta (alrededor de una década), su impacto en el calentamiento global es significativo, siendo responsable de aproximadamente el 25% del calentamiento actual en el planeta y puede acelerar drásticamente el cambio climático.
Las concentraciones de metano están en niveles récord y las actividades humanas son las principales fuentes de estas emisiones. Estas incluyen:
El metano también tiene un origen natural, como los humedales y el permafrost. El aumento de las temperaturas globales está provocando el deshielo del permafrost en el Ártico. Este suelo congelado contiene grandes cantidades de materia orgánica que, al descongelarse, se descomponen liberando metano a la atmósfera. Este metano adicional contribuye aún más al calentamiento, lo que a su vez acelera el deshielo del permafrost, creando un círculo vicioso de retroalimentación positiva.
Además de su contribución al calentamiento del planeta, el metano también afecta la calidad del aire. Uno de los efectos más dañinos del metano es su papel en la formación de ozono troposférico, un contaminante atmosférico nocivo para la salud humana y los ecosistemas. El ozono troposférico es el principal componente del smog.
El metano y sus contaminantes asociados -como compuestos orgánicos volátiles (COV), óxidos de nitrógeno (NOx), material particulado fino (PM2.5), ácido sulfhídrico (HS) y compuestos BTEX (benceno, tolueno, etilbenceno y xileno)- tienen efectos adversos comprobados sobre la salud humana. La exposición a estas sustancias ha sido vinculada con enfermedades respiratorias, cardiovasculares, trastornos neurológicos, toxicidad reproductiva, nacimientos prematuros y cáncer.
Agregan en Diario Uno, en diversos estudios internacionales estiman que la reducción de emisiones de metano podría evitar aproximadamente un millón de muertes prematuras, la pérdida de 90 millones de toneladas de cosechas debidas al ozono y el cambio climático, y la pérdida de 85.000 millones de horas de trabajo generadas por la exposición al calor, lo que supondría unos 260.000 millones de dólares en beneficios económicos directos (FARN).
La interrelación entre las emisiones de metano y la reducción de la calidad del aire resalta la necesidad de abordar este gas no solo como un problema climático, sino también como una amenaza para la salud pública y el bienestar ambiental, ya que le cuesta al sistema de salud miles de millones de dólares en tratamientos por enfermedades relacionadas con la contaminación del aire.
La buena noticia es que, debido a su corta vida en la atmósfera, reducir las emisiones de metano puede tener un impacto rápido en la mitigación del cambio climático.
Diversos estudios sugieren que, si se implementan políticas efectivas para limitar estas emisiones, podría evitarse un calentamiento más extremo y contribuir a mitigar el impacto global. Iniciativas globales como el Acuerdo de París incluyen provisiones específicas para reducir las emisiones de metano, destacando su importancia en las discusiones climáticas.
Existen estrategias efectivas para reducir las emisiones de metano, cruciales para mitigar su impacto. Es fundamental que los gobiernos, las empresas y los individuos actúen colectivamente para enfrentar este desafío. Aumentar la eficiencia energética, invertir en tecnologías de captura y almacenamiento, y mejorar las prácticas agropecuarias son pasos necesarios para reducir la liberación de este gas en la atmósfera. La intervención comunitaria y la educación sobre la importancia de estas prácticas también son claves para fomentar un cambio positivo.
Algunas de estas estrategias son:
En 2016, Argentina ratificó el Acuerdo de París y en 2019, aprobó la Ley N.º 27.520 que establece los presupuestos mínimos de adaptación y mitigación frente al cambio climático. Tanto el Plan Nacional de Adaptación y Mitigación al Cambio Climático (PNAyMCC) como la creación del Gabinete Nacional de Cambio Climático (GNCC) se consideran avances fundamentales en lo que concierne a la política climática argentina.
Durante la COP26, Argentina adhirió además al Global Methane Pledge mediante el que se compromete a reducir un 30% de sus emisiones de metano para 2030 en relación con los niveles de 2020. Este compromiso se complementa con la participación activa en iniciativas internacionales como la Coalición Clima y Aire Limpio y la Iniciativa Global del Metano. Sin embargo, las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés) no detallan metas específicas para el metano por sector económico, lo que limita la efectividad de las políticas de mitigación.
Según un documento elaborado por la FARN, el sector energético argentino es responsable del 50% de las emisiones de gases de efecto invernadero y es el segundo mayor emisor de metano a nivel nacional, en particular, debido la explotación de recursos de recursos no convencionales como el yacimiento de Vaca Muerta mediante la técnica de fractura hidráulica (fracking). Las principales fuentes de emisión incluyen fugas en compresores, tanques de almacenamiento, controladores neumáticos, deshidratadores y venteo deliberado de gas.
De acuerdo con estimaciones de la Agencia Internacional de Energía, más del 75% de las emisiones de metano del sector de petróleo y gas podrían mitigarse con tecnologías ya disponibles, muchas de ellas a bajo costo. La falta de acción específica comprometería la meta global de limitar el calentamiento a 1.5 °C.
Argentina ha comenzado a regular las emisiones de metano en el sector hidrocarburífero, aunque persisten algunas limitaciones en las normativas existentes y un largo camino por recorrer en relación a los proyectos presentados.
El PNAyMCC establece acciones para reducir las emisiones de metano, especialmente en el sector upstream. Sin embargo, se identifican oportunidades para mejorar la ambición del plan a través de metas específicas y un monitoreo más riguroso.
Esta posibilidad de mejora se fundamenta en los siguientes aspectos:
La combinación de estas estrategias no solo contribuirá a reducir las emisiones de metano, sino que también puede aportar beneficios económicos y mejorar la salud pública y ambiental. Reducir las emisiones de metano es crucial para proteger nuestro planeta y garantizar un futuro sostenible. Al tomar medidas para evitar las fugas, promover prácticas agropecuarias sostenibles y monitorear las emisiones, podemos marcar una diferencia real en la lucha contra el cambio climático.
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