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Un estudio constata que los efectos de los cambios ambientales globales, como el aumento de la temperatura, de las emisiones de CO2 y de las sequías, son visibles ya en los bosques
Arbolado03/06/2020Los habitantes más emblemáticos de los bosques sufren ya de forma directa y visible los efectos del aumento de la temperatura global, del incremento de las emisiones de los gases de efecto invernadero y de la deforestación: los árboles son cada vez más jóvenes y tienen menor altura, según constata esta semana un estudio publicado en la revista Science.
Como recuerda el equipo internacional que firma este trabajo, lo que le ocurre a los árboles tiene implicaciones en todos los ecosistemas. En concreto, han comprobado cómo el aumento de temperaturas y de la cantidad de dióxido de carbono presente en la atmósfera está transformando los bosques, pues influyen en la frecuencia e intensidad con la que se producen incendios forestales, sequías o fuertes vientos. Si añadimos la tala de árboles para obtener madera o deforestar terrenos, tenemos la combinación de factores que está propiciando que los majestuosos y longevos árboles que caracterizaban muchos bosques sean cada vez menos frecuentes.
Para Tom Pugh, investigador del Instituto de Investigación de Bosques de Birmingham (BIFoR) y coautor del estudio, su análisis recopila pruebas que demuestran que "el cambio climático está acelerando la mortalidad de los árboles", favoreciendo que sean cada vez más pequeños y jóvenes. ·Y esto, añade, "implica una merma en su capacidad para almacenar carbono y, potencialmente, grandes cambios en la mezcla de especies que componen y habitan estos bosques". Esta transformación de los bosques de todo el mundo, sostiene, probablemente reduzca el papel que juegan a la hora de mitigar el cambio climático.
Los científicos analizaron literatura científica y datos sobre el uso de la tierra para concluir que el tamaño medio de los árboles ha ido decreciendo durante el último siglo: "Es probable que esta tendencia continúe con el calentamiento global", advierte Nate McDowell, científico del Laboratorio Nacional de del Pacífico Noroeste del Departamento de Energía de EEUU (PNNL) y líder del estudio. "Un planeta futuro con menos bosques grandes y viejos será muy diferente a lo que nos hemos acostumbrado. Los bosques más antiguos a menudo albergan una biodiversidad mucho mayor y almacenan más carbono que los bosques jóvenes".
Así, las áreas boscosas en las que predominan los árboles jóvenes (que tienen menos de 140 años) ha pasado de los 4,8 millones de kilómetros cuadrados en 1990 a los 12, 5 millones de kilómetros cuadrados en 2015 (o del 11,3% al 33,6% de la superficie forestal), según datos de la base de datos Land-use Harmonization (LUHv2) relativos a la edad de los bosques.
Por lo que respecta a las emisiones, señalan que aunque altos niveles de CO2 en la atmósfera pueden acelerar el crecimiento de los árboles y la producción de semillas, ese papel fertilizador parece que sólo se produce en bosques con árboles jóvenes en los que hay abundantes nutrientes y agua. La mayoría de bosques sufren limitaciones en nutrientes y aguas por lo que esos beneficios potenciales del CO2 se reducen. El CO2 presente en la atmósfera ha aumentado en más de 125 partes por millón (ppm) desde el inicio de la Revolución Industrial y se prevé que en 2100 se incremente en entre 50 y 200 ppm adicionales.
Las altas temperaturas ralentizan el crecimiento de los árboles, propician una mayor mortalidad y reducen su capacidad de regeneración debido a que limita su capacidad para realizar la fotosíntesis. Como consecuencia de ello, los árboles son más pequeños.
Se espera, además, que globalmente, las sequías sean más frecuentes, duren más y sean más duras, según este estudio. Una sequía puede matar directamente a un árbol o indirectamente, aumentar la mortalidad pues está asociada a una mayor presencia de insectos y patógenos dañinos para los árboles. También el aumento de incendios forestales de los últimos años está destruyendo muchos bosques y ralentizando el crecimiento de árboles en zonas devastadas por el fuego.
Fuente: El Mundo (España)
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