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Seguro que has oído eso de “no dejar huella” cuando vas de excursión. Durante el Mes de la Tierra, te contamos por qué es fundamental dejar el entorno salvaje tal y como lo encontraste
Residuos14/04/2025Una bolsa de patatas fritas que se cayó al suelo alteró gravemente el delicado ecosistema de una cueva del Parque Nacional de las Cavernas de Carlsbad (Nuevo México, Estados Unidos), según publicaron en Facebook las autoridades del parque el 6 de septiembre de 2024.
Esta caverna está casi totalmente aislada del mundo exterior, por lo que introducir cualquier cosa extraña puede ser catastrófico. “La cueva tiene entre un 90 % y un 100 % de humedad, por lo que las cosas se empapan con bastante rapidez”, explica Ashley Parsons, guía del parque. Los alimentos blandos atraen a los microbios, lo que favorece la aparición de moho. Pronto, los bichos, como grillos, arañas y murciélagos, se acercan para alimentarse y propagan la contaminación.
Los guardas encontraron el paquete en cuatro o cinco horas. “Pero eso puede ser todo lo que se necesita”, dice Parsons. “Seguro que algunos grillos de las cavernas se dieron un bocado”.
Con más de 500 millones de personas que visitan los terrenos públicos estadounidenses cada año, hay innumerables oportunidades de dañar los parajes salvajes. “Es increíble”, comenta Dana Watts, directora ejecutiva del Leave No Trace Center de Colorado.
Visitar un parque sin dejar rastro no es solo mantener limpia la naturaleza: aquí NatGeo explica por qué recoger todos nuestros desperdicios es fundamental para proteger la vida salvaje.
Aunque las patatas fritas desechadas se retiraron rápidamente de las Cavernas de Carlsbad, los restos de comida pueden tardar mucho tiempo en descomponerse, sobre todo en determinados entornos. “Un corazón de manzana o una cáscara de banana tardan mucho más en descomponerse en un desierto que en un humedal o un bosque boreal”, explica Clara-Jane Blye, profesora adjunta de turismo sostenible en la Universidad de Utah y miembro de la junta directiva de Leave No Trace Canadá.
Los envases son aún peores. “Si arrojamos al océano bolsas de plástico, latas de metal u otros residuos, el tiempo de descomposición puede ser de siglos a milenios”, detalla Carlos Duarte, profesor de Ciencias Marinas de la Universidad Rey Abdullah de Ciencia y Tecnología de Arabia Saudí.
Dejar residuos introduce a los animales en una dieta antinatural y cambia su comportamiento con consecuencias a veces catastróficas. Cuando las aves o los peces confunden el plástico con comida, se les llena el estómago y no pueden comer. “Se mueren de hambre”, explica Blye.
Los osos que se aficionan a la basura y se convierten en una “molestia” para los humanos pueden tener que ser sacrificados.
Los osos pueden habituarse a la comida humana en tres semanas. Todo el mundo pierde en ese caso.
advierte Watts.
Los residuos biológicos también son problemáticos. Las heces de perro introducen nuevos patógenos en el ecosistema y el rastro de este depredador molesta a las especies de ungulados, como ciervos y alces. Mientras, los excrementos humanos y el papel higiénico introducen e-coli en las fuentes de agua. “Puede ponernos muy, muy enfermos”, reconoce Blye.
Los expertos recomiendan hacer sus necesidades en una “bolsa de heces” y llevársela consigo al salir. “Sé que suena muy raro hacer caca en una bolsa pero también es raro hacer tus necesidades en un agujero”.
Por qué es importante respetar los senderos designados y no salirse del camino
En los parques nacionales, los senderos están cuidadosamente diseñados para evitar las zonas sensibles. Salirse del sendero, aunque sea para hacer una foto rápida, puede ahuyentar a la fauna.
Dejan de buscar comida, abandonan lugares de anidamiento y madriguera realmente buenos y es menos probable que vuelvan. El impacto acumulativo de muchos visitantes daña a largo plazo la naturaleza y la fauna. Pero la gente no piensa en eso cuando ve la oportunidad fotográfica perfecta. Es muy difícil resistirse.
El riesgo para ecosistemas sensibles, como la corteza desértica, no se ve a simple vista.
Para nosotros es muy fácil decir: “Ahí hay flores silvestres. No debería pisarlas”, dice Blye, pero estas discretas biocostras están llenas de organismos microscópicos esenciales para la vida en el desierto.
Estos diminutos ecosistemas aportan muchos beneficios, como reducir el riesgo de erosión y ayudar a absorber la lluvia, y pueden tardar cientos de años en volver a su estado original.
Al visitar entornos oceánicos, es importante plantearse “¿cómo llegamos hasta allí? ¿Cómo nos vamos?”, reflexiona Duarte. Los barcos pueden verter petróleo o productos químicos tóxicos en el agua, y echar el ancla puede destruir los arrecifes de coral.
Los propios turistas pueden introducir sustancias químicas nocivas: “Nos cubrimos con una crema de protección solar que también se ha demostrado que es tóxica, no sólo para los corales sino para nosotros mismos”, comenta Duarte. También podemos dañar los corales al darles patadas o tocarlos. Romper accidentalmente un trocito de coral “puede ser un daño que durará décadas”, afirma.
“Probablemente el principio más difícil para mucha gente es dejar lo que se encuentra”, dice Watts, porque a la gente le encanta guardar recuerdos. Pero llevarse un recuerdo despoja al ecosistema de sus recursos. Por ejemplo, el turismo de masas ha hecho más difícil encontrar conchas marinas.
Para Watts, experimentar la naturaleza es bueno para la salud mental y física de las personas, pero el incidente de la bolsa de patatas fritas “ilustra la necesidad de que la gente entienda su propio impacto”.
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