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Los incendios forestales aumentarán su frecuencia por el cambio climático
El incremento de las temperaturas medias, causado por las emisiones de carbono, favorece las condiciones para que se produzcan
Arbolado25/08/2020Los incendios forestales son noticia en distintos puntos del planeta. A pesar de que los orígenes son multicausales, como ampliación de la frontera agropecuaria o negocios inmobiliarios, diversos estudios dan cuenta de la relación que existe entre estos fuegos y la crisis climática.
Es que a medida que las temperaturas aumentan como resultado de las emisiones de carbono causadas por el hombre las condiciones climáticas se están volviendo maduras para los incendios forestales en muchas partes del mundo. A escala mundial, la duración de la temporada de incendios aumentó 18,7% entre 1979 y 2013, concluyó un estudio realizado en 2015, publicado por la revista Nature.
Pero las malas noticias no terminan ahí: los investigadores proyectan que, en los próximos años, la frecuencia de los incendios forestales podría aumentar drásticamente, en particular si las emisiones siguen escalando. Una proyección estimó que para 2050 habrá un 27% más de incendios forestales a nivel mundial que en 2000.
Los científicos predicen que en las regiones donde los incendios son frecuentes, como el sur de Europa, la situación empeorará en los próximos años. Por ejemplo, un estudio reciente que examinó la cuenca del Mediterráneo estimó que, en un escenario de altas emisiones, los incendios podrían aumentar en 91% en Francia, 29% en Grecia, 21% en Portugal y 30% en Túnez para finales de siglo.
“Hay varias formas en las que el cambio climático afecta a los incendios. Por un lado, a medida que aumentan las temperaturas, la atmósfera se vuelve más desencante (aumenta el déficit de presión de vapor), eso hace que la hojarasca (combustible fino muerto en el argot) se vuelva más seca y, por tanto, más disponible al incendio”, explica Víctor Resco De Dios, investigador de la Universidad de Lleida, de España y de la Southwest University of Science and Technology, de China.
“Otro efecto del cambio climático es que la estación de los incendios se amplía en muchas zonas del mundo. Por ejemplo, a mitad de junio del 2017, hubo una ola de calor que resultó en un incendio en Portugal que acabó con la vida de más de 60 personas, de nuevo debido a que la ola de calor aumentó el déficit de presión de vapor y desecó el combustible: a medida que aumenta el cambio climático cabe esperar que estas olas de calor sean cada vez más frecuentes, por lo que podemos esperar incendios graves en una parte del año que, tradicionalmente, estaba fuera de la estación de incendios (tradicionalmente, la estación de incendios en Europa es en julio /agosto, pero no en junio).
Cuando las temperaturas son altas, los árboles absorben grandes cantidades de agua del suelo y la liberan a la atmósfera a través de sus copas. Este proceso seca tanto la vegetación como los suelos, haciéndolos más inflamables. En presencia de altas temperaturas y suficiente viento para proporcionar un suministro constante de oxígeno, toda esta materia orgánica seca que se encuentra en el suelo, el dosel y el subsuelo puede actuar como combustible para los incendios forestales. A medida que el planeta se calienta, las posibilidades de que esto ocurra aumentan.
El fuego es un elemento natural de muchos ecosistemas, como sabanas, praderas y bosques boreales. En estos lugares, el fuego juega un importante papel ecológico al reciclar los nutrientes de vuelta al suelo, eliminando la vegetación vieja y destruyendo las plagas. Sin embargo, hay pruebas de que la crisis climática y las intervenciones humanas están alterando estos ciclos de fuego con consecuencias negativas.
Las sequías, que son cada vez más comunes en muchas regiones del mundo debido a la crisis climáticas, también hacen que los sistemas naturales sean más susceptibles al fuego. A medida que los árboles, las ramas y las hojas mueren y se secan, se acumulan en el suelo y se convierten en combustible potencial para eventuales incendios.
Para Carlos Ubaldo Paoli, investigador asociado del Instituto Nacional del Agua y profesor honorario de la Universidad Nacional del Litoral es una de las causas de los fuegos que afectan al Delta del Paraná desde hace dos meses y medio: “Hay un déficit de lluvia muy grande que se viene acumulando desde la primavera de 2019. Y cuando uno ve los escenarios de los climatólogos, encuentra que, hasta fines de octubre, no se espera una recuperación importante del régimen de precipitaciones. Esto no sólo ha coincidido con lluvias menores a las normales en toda la parte baja de la cuenca. Esto significa que han quedado muchas tierras al descubierto en el valle del río Paraná. Y al quedar al descubierto y con bajas lluvias, hay una gran cantidad de masa seca que queda en superficie y está altamente expuesta a la situaciones de incendio”.
Y agregó: “Tenemos una bajante del Paraná pronunciada en el tiempo. Gran cantidad de tierras expuestas, con una vegetación que se seca. Y con lluvias escasas en esta zona. Esas son condiciones muy propicias para la propagación de los incendios”.
Poco frecuentes
No obstante, los incendios también se están volviendo más frecuentes en lugares donde antes eran raros. En 2018, Suecia experimentó su peor temporada de incendios registrada. Y la Agencia Europea del Medio Ambiente proyecta que, en los próximos años, los mayores incrementos de riesgo de incendios se producirán en Europa central y occidental, especialmente si las emisiones de gases de efecto invernadero continúan aumentando de forma vertiginosa.
“También se está viendo cómo aumenta la frecuencia de incendios con pirocúmulo: una nube creada por el incendio que aumenta el viento y crea comportamientos muy erráticos y peligrosos en el incendio. No se entienden muy bien sus causas todavía, ni su posible relación con el cambio climático, pero, por ejemplo, vimos varios incendios así en Bolivia el año pasado”, indicó Resco De Dios. “El cambio climático también aumenta la severidad, o gravedad, del incendio, es decir, que es más probable que los árboles mueran tras el incendio porque, cuando se enfrentan a él, ya están estresados.”, agregó.
En algunas partes del mundo, como en el oeste de los Estados Unidos, el derretimiento de la capa de nieve desempeña un papel importante en la regulación de la disponibilidad de agua y reduce el riesgo de incendios forestales. El agua que se acumula en forma de nieve en las montañas durante el invierno fluye aguas abajo durante la primavera. Si no se acumula suficiente nieve durante el invierno o si la capa de nieve se derrite demasiado pronto en el año, podría haber escasez de agua durante los días más cálidos del verano, lo que provocaría sequías y, eventualmente, incendios forestales.
La crisis climática ya está afectando esto: en el oeste de los Estados Unidos, 9 de cada 10 sitios de monitoreo de nieve con registros largos muestran disminuciones, según un estudio también publicado en Nature.
Fuente: Infobae (Argentina)
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