14 países africanos se unen para plantar una gran muralla verde en el Sahara

En 1927, un ingeniero forestal francés, Louis Lavauden, se dio cuenta de que los desiertos estaban creciendo ayudados por el uso excesivo de los pastos y la desaparición de los bosques

Arbolado 16/09/2020
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Lo llamó “desertificación” y no se equivocaba. Durante este siglo, el Sahara ha devorado más de 7,600 km2 cada año. Tanto es así que hoy es un 10% más grande que en 1920.

Hoy os traemos muy buenas noticias: en África se está construyendo un inmenso muro que puede ayudar a salvar la vida del planeta. Se trata de un proyecto que están llevando a cabo, en colaboración, 14 países de este continente con el que se están plantando millones de árboles alrededor del desierto del Sahara con el objetivo de frenar el cambio climático.

La grave crisis producida en el continente en 2004 como consecuencia del cambio climático consiguió movilizar a más de 20 países —la mayoría de ellos rodean el desierto del Sahara— para hacer algo. También se sumaron organizaciones internacionales e institutos de investigación para crear y colaborar con el proyecto de la Gran Muralla Verde de África.muralla-verde
El proyecto se puso en marcha en el año 2007 tras ser aprobado por la Unión Africana y los resultados son sorprendentes. La idea era construir  un muro de árboles de casi 8.000 kilómetros de largo y 15 km de largo y 15 km de ancho entre Senegal, al oeste, y Djibouti, en el este. El objetivo era frenar el avance del Sáhara hacia el sur, es decir, impedir la desertificación. Tras una década de trabajo, ya se están viendo los resultados, sobre todo en países muy implicados con esta iniciativa como Senegal.


Los millones de árboles que se han plantado pertenecen a varias especies nativas, como el datilero del desierto, el ciruelo indio o las acacias. Principalmente se han escogido estos árboles porque se adaptan al clima, en concreto las acacias son resistentes frente a la sequía y su sombra ahorra el uso de agua en las explotaciones agrícolas.

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Se han plantado árboles de especies nativas, como el datilero del desierto, el ciruelo indio o las acacias.


Con una inversión de casi 7.000 millones de euros, la misión de la Gran Muralla Verde de África es doble: por un lado, mitigar los efectos del cambio climático y, por otro, evitar la desertización de unas tierras de las que depende la supervivencia de millones de agricultores locales. Aún queda mucho trabajo por hacer, ya que, además de la plantación de árboles, se va a construir un dique y un gran sistema de riego para potenciar la agricultura en los países africanos más afectados por el hambre.

Sin embargo, esta muralla verde tiene sus detractores. Bajo argumentos como que un desierto es un ecosistema natural y sano, muchos críticos rechazan la idea de este proyecto. Los escépticos critican el trato que está recibiendo el Sahara: creen que se está tratando como una enfermedad cuando, en realidad, es un proceso natural. Pero esta idea no es actual, a finales de los 90 ya era difícil defender la posibilidad de invadir los desiertos ya que había pruebas científicas de que la deforestación era culpa de la variabilidad del clima.

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Algunos detractores opinan que esta barrera verde es contraproducente y que se trata de una forma de invasión del desierto.


Según estos estudios, la barrera vegetal es contraproducente para los objetivos de desarrollo, ya que trabaja solo sobre el perímetro de la zona y no en el problema real. Defienden que para aumentar la seguridad alimentaria y apoyar a las comunidades locales, deben crear amplias superficies de cultivos en vez de partes estrechas, como es el caso de la muralla.

La muralla podría evitar una catástrofe humanitaria en el futuro por culpa del hambre. Según cifras de la ONU, cerca de 500 millones de africanos van a ver cómo se deteriora su calidad de vida por culpa del calentamiento global. Además de ello, unas 60 millones de personas van a tener que abandonar sus hogares por culpa de la desertificación del Sahara y Sahel. Estemos de acuerdo o no, este proyecto debe seguir adelante ya que la subsistencia de todos esos millones de personas que viven cerca de la muralla depende de ello.

Hay un proyecto similar en China y hubo un proyecto enorme en la URSS (The New Fifteen-Year Conservation Plan) como cortavientos, se puede ver con Google Maps formado por todas estas esas líneas rectas:

¿En qué situación está ahora la gran muralla verde?

El objetivo de restaurar 100 millones de hectáreas antes de 2030 parece lejano. Aunque en algunos países como Senegal se han plantado más de 12 millones de árboles resistentes a la sequía en poco más de una década, las cifras no cuadran. Los informes de la Organización para la Alimentación y la Agricultura señalan que aún quedan, como mínimo, 128 millones de hectáreas por rescatar. Por ello, muchos expertos llevan años buscando alternativas que permitan reconducir el impulso del proyecto hacia objetivos más factibles. Sea como sea, el proyecto sigue adelante. Porque con dificultades o sin ellas, lo que parece que no se acaba nunca es el hambre del Desierto.

Los aportes económicos llegaron sobre todo de la Comisión Europea, subvenciones del gobierno irlandés y aportes de Naciones Unidas y el Banco Mundial, con la idea de desarrollar cadenas de valor sostenibles, pero la gran muralla fue encontrando obstáculos prácticos, como descubrir que si se seguía el trazado original los árboles serían plantados en áreas casi inaccesibles para su cuidado, o episodios de corrupción que fueron minando los avances.

Y, en especial, el terrorismo del extremismo islámico que surgió en el norte de Malí en 2012 y se extendió a las naciones vecinas (EEUU, Francia y Alemania tienen tropas en la región, pero la Casa Blanca inició una lenta retirada). En ese contexto dramático, según estimaciones de los especialistas, solo pudo cristalizarse hasta ahora el 15% del proyecto.

Aunque también, aunque discontinuos, hubo avances en Etiopía (se restauraron 15 millones de hectáreas de tierras degradadas), Senegal (11 millones de árboles plantados y 25.000 hectáreas restauradas), Nigeria (5 millones de hectáreas y se crearon 20.000 empleos) y Sudán (2.000 hectáreas). En el cinturón verde actual conviven más de dos millones de semillas y pequeños árboles de 50 especies nativas. Pequeños ladrillos de una muralla en lenta construcción.

La Muralla Verde cuenta con la bendición del Papa Francisco

Cuarenta años después del llamamiento de San Juan Pablo II al mundo para que no se olvide a los habitantes del Sahel que son víctimas de la desertificación, el Papa Francisco acogió con satisfacción la iniciativa “Laudato Si Alberi”, que tiene por objeto combatir este fenómeno mediante la plantación de árboles.

En Mayo del 2020, el Papa Francisco tomó el relevo, el que nunca deja de llamar a la salvación de nuestro hogar común. Acogió una iniciativa inspirada en su encíclica Laudato Si’ sobre la ecología integral. Los jóvenes de “Laudato Si’ Alberi” planean plantar al menos un millón de árboles en la región del Sahel. Participarán en “la Gran Muralla Verde de África”, explica Francisco, que espera que muchas personas puedan seguir “el ejemplo de solidaridad de estos jóvenes”.

Reforestación para frenar el cambio climático

Si se restaura con bosques un área del tamaño de los Estados Unidos, esta podría borrar casi 100 años de emisiones de carbono, según el primer estudio que determina cuántos árboles podría mantener la Tierra.

El informe, publicado en Science con el título «The global tree restoration potential», determina que hay suficiente tierra adecuada para aumentar la cubierta forestal un tercio sin que afecte a las ciudades existentes ni a la agricultura. Sin embargo, la cantidad de superficie terrestre adecuada disminuye conforme aumentan las temperaturas globales. Aunque el calentamiento global se limite a 1,5 grados Celsius, podría desaparecer una quinta parte del área de bosques disponible para la restauración forestal para 2050, ya que haría demasiado calor para algunos bosques tropicales.

Fuente: Muhimiu (.es)


 
 


 
 

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