
Verano con menos lluvias, calor extremo y más sequía: La Niña se extenderá hasta enero en Argentina
En Argentina, el fenómeno climático de La Niña seguirá presente hasta enero de 2026 y traerá menos lluvias durante el verano
En un artículo que publica BioSciense, apoyado por más de 11.000 científicos de 153 países, entre los que se cuenta una veintena de investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), alerta sobre la situación de emergencia climática en que se encuentra el planeta.
Cambio Climático02/10/2020
Los científicos tienen la obligación moral de advertir claramente a la humanidad de cualquier amenaza catastrófica. De esta forma comienza un reciente trabajo publicado en la revista BioSciense con el propósito de declarar de forma clara e inequívocamente que el planeta se enfrenta a una emergencia climática.
El trabajo revisa un conjunto de indicadores recabados en los últimos 40 años sobre actividades humanas que afectan las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), y cuyas consecuencias se traducen en impactos muy evidentes sobre el planeta.
Los investigadores identifican entre los signos más preocupantes el aumento en el consumo de combustibles fósiles, el aumento de emisiones de GEI (CO2, metano y óxido nitroso), el incremento de la población mundial y del ganado rumiante, así como el aumento de la producción de carne per cápita y del transporte aéreo.
Entre los impactos del cambio climático, los autores citan entre otros el aumento de la temperatura atmosférica y de los océanos, la reducción de las masas de hielo del ártico y de Groenlandia, de la Antártida y de los glaciares, el aumento del nivel del mar y la acidificación de los océanos, junto a la ocurrencia e intensidad de eventos meteorológicos extremos.
El trabajo sale a la luz poco antes de que dé comienzo en Madrid la Conferencia de las Partes (COP25), órgano de decisión supremo de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre cambio climático; y 40 años después de la Primera Conferencia Mundial sobre el Clima, celebrada en Ginebra en 1979, cuando ya se identificaban tendencias alarmantes en las emisiones de GEI y se reclamaban medidas para frenar el cambio climático antropogénico.
A escasos días del inicio de la COP25 en Madrid, el Parlamento Europeo aprobó una resolución simbólica (no vinculante) que declaraba la Emergencia climática, declaración que tenía lugar tres días después de que la Organización Meteorológica Mundial informase que los GEI habían alcanzado un record histórico en 2018.
“La COP25 va a ser clave para conocer los compromisos que adquieren los distintos países en la adopción de medidas drásticas para reducir de forma decisiva la huella de carbono, o de emisiones GEI, y no superar el calentamiento global en 1,5ºC respecto a niveles preindustriales”, destaca Pablo Acebes, uno de los más de 11.000 científicos que secundan el artículo, e investigador del departamento de Ecología y del Centro de Investigación en Biodiversidad y Cambio Global de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).
Según el trabajo, la crisis climática está estrechamente vinculada al consumo excesivo del estilo de vida de los países ricos, ya que son los principales responsables de las emisiones históricas de GEI y generalmente tienen las mayores emisiones per cápita.
Para asegurar un futuro sostenible, debemos cambiar la forma en que vivimos. Necesitamos transformaciones audaces y drásticas con respecto a las políticas económicas, energéticas, demográficas y ambientales, remarcan los autores.
El artículo también sugiere seis líneas de acción críticas e interrelacionadas para abordar de forma urgente medidas de mitigación del cambio climático:
Energía: reemplazar los combustibles fósiles con energías renovables bajas en carbono y por otras fuentes de energía más limpias. Los países más ricos necesitan apoyar a las naciones más pobres en la transición lejos de los combustibles fósiles.
Contaminantes climáticos de corta duración: reducir rápidamente las emisiones de contaminantes climáticos de corta duración, incluido el metano, el carbono negro (hollín) y los hidrofluorocarbonos (HFC). “Estos agentes contribuyen al calentamiento global, y resultan peligrosos para la salud humana, la agricultura y los ecosistemas. A diferencia del CO2, la permanencia en la atmósfera de estos componentes es relativamente baja”, señala Pablo Acebes.
Naturaleza: proteger y restaurar los ecosistemas de la Tierra, como los arrecifes de coral, los bosques, las sabanas, los pastizales, los humedales, las turberas, los manglares y las praderas de fanerógamas marinas, ya contribuyen en gran medida al secuestro de CO2atmosférico. Necesitamos reducir rápidamente la pérdida de hábitats y de biodiversidad.
Alimentación: tenemos que comer principalmente alimentos de origen vegetal al tiempo que reducir el consumo global de productos cárnicos, especialmente de rumiantes, dado que puede mejorar la salud humana y reducir significativamente las emisiones de GEI.
Economía: La extracción excesiva de materiales y la sobreexplotación de los ecosistemas, impulsada por el crecimiento económico, deben reducirse rápidamente para mantener la sostenibilidad a largo plazo de la biosfera. Necesitamos una economía libre de carbono que aborde explícitamente la dependencia humana de la biosfera, se incide en el artículo.
Población: la población mundial debe estabilizarse, e idealmente, reducirse gradualmente, dentro de un marco que garantice la integridad social. Este conjunto de políticas debe conseguir que los servicios de planificación familiar estén disponibles para todas las personas, eliminen las barreras a su acceso y logren la plena equidad de género, incluida la educación primaria y secundaria como una norma global para todos, especialmente las niñas y las mujeres jóvenes, apuntan los autores del trabajo.
Fuente: Retema (.es)

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