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Economistas hay unos cuantos. Pero lo que no abundan son los economistas ecológicos. Joan Martínez Alier (Barcelona, 1939) es uno de ellos
Energía renovable08/12/2020Expresidente y uno de los fundadores de la International Society for Ecological Economics, es uno de los más reputados expertos en ese campo. Ha consagrado toda su vida académica a estudiar la relación entre los desafíos medioambientales y la economía, contribuyendo activamente a la promoción del concepto de justicia medioambiental.
Catedrático emérito e investigador titular desde 2010 del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universidad Autónoma de Barcelona (ICTA-UAB), Martínez Alier ha visto recientemente reconocida su labor con el Premio Balzan, un galardón que se concede desde 1961, que cuenta con dotación económica de US$830.000 y que muchos consideran como la antesala para luego conseguir el reconocimiento de la Academia Sueca. La prueba es que varios de los galardonados con el Premio Balzan han obtenido luego el Nobel.
Martínez Alier se ha hecho con el Balzan por "la excepcional calidad de sus contribuciones a la fundación de la economía ecológica", entre otros motivos. Hablamos con él.
Es una crítica de la ciencia económica habitual. Dos puntos principales: hay que ver la economía físicamente, contar los flujos de energía y de materiales (en calorías o julios, en toneladas) y no darle importancia al PIB, que mezcla lo que es producción con lo que es destrucción.
El PIB ha crecido pero se destruye biodiversidad. Se usa carbón, petróleo y gas que producen un exceso de dióxido de carbono y por tanto cambio climático. Los daños no se restan del PIB.
¿Por qué tradicionalmente economía y ecología se han llevado tan mal?
Porque cuando la economía industrial crece, los ecosistemas se destruyen. Y nos hemos dado cuenta.
Me considero y soy un economista ecológico, uno de los fundadores de la Sociedad Internacional de Economía Ecológica en 1990, autor ya en 1987 de un libro con el título "Economía Ecológica" (en inglés, castellano, japonés etc.) y cofundador de las revistas Ecological Economics y Ecología Política en 1990.
El actual modelo económico es evidente que está agudizando el problema del cambio climático y del deterioro del medio ambiente. ¿Cómo puede la economía ecológica ayudar en ese sentido?
Cambiando la manera de medir lo que hacemos y quitando importancia a lo que digan los economistas, que mandan demasiado en la política.
Desde 2012 usted lidera el proyecto Atlas de la Justicia Ambiental, un inventario que recoge los conflictos ambientales que en este momento existen en el mundo y que en estos momentos ascienden a 3.310. ¿Qué es lo que genera esos conflictos?
Precisamente el hecho que la economía industrial no sea ni pueda ser circular, sino que es entrópica.
Continuamente busca nuevas materias primas en las fronteras de la extracción, desde la Amazonía al Ártico. Ya sea petróleo, carbón, gas natural, mineral de hierro, cobre, soja, eucaliptos para pasta de papel, lo que sea…
Como usted sabe, si se quema carbón o petróleo no se puede quemar dos veces, no es reciclable. Eso es lo que indicamos con la expresión más fundamental de la economía ecológica: la economía industrial no es circular sino que es entrópica.
Significa que cuando la economía industrial está en marcha, pierde inevitablemente energía y materiales y eso ocurre porque la energía que usamos desde hace 200 años -petróleo, carbón y gas natural- sólo se puede usar una vez.
Le pongo un ejemplo: si en su cocina calienta agua y la hace hervir, al cabo de un rato de apagar el fogón el agua se enfría, y para volver a calentarla debe encender de nuevo el fogón. Eso ocurre porque la energía se disipa. Y con los materiales sucede lo mismo.
El aluminio, por ejemplo, se obtiene a través de una roca llamada bauxita a la que se bombardea con mucha electricidad. El aluminio se utiliza entre otras cosas para las latas de conserva, de las que se reciclan sólo entre un 10-20%, y en otros materiales la cifra es muy inferior. Los materiales de construcción que se emplean para edificar apenas se reciclan.
La entropía es una palabra de origen griego que los físicos empezaron a utilizar alrededor de 1870 para probar que la energía no se recicla.
Además, hay que tener en cuenta que al quemar combustibles fósiles como el carbón, el gas o el petróleo, producimos dióxido de carbono. Y estamos poniendo tanto CO2 en la atmósfera que este se está acumulando y produce el llamado efecto invernadero.
La pelea entre los economistas ecológicos y los economistas se debe a que los economistas actúan como si no supieran nada de esto. Hablan por ejemplo de crecimiento económico, cuando disminuye la cantidad de petróleo y de gas, aumenta el efecto invernadero y se pierde biodiversidad.
Yo creo que aquellos que se dan donde hay población más vulnerable, población indígena, gente pobre que carece de poder político para defenderse de las empresas extractoras. Yo lo peor que he visto ha sido en la explotación de petróleo de Chevron-Texaco en Ecuador y en la de Shell en el Delta del Níger, en Nigeria. Pero hay cientos y cientos de casos parecidos.
Creo que van a ir aumentando. Las fronteras de la extracción y las de la contaminación siguen avanzando. Llegan a territorios donde hay gente, que protesta. Hace unos días, el 22 de octubre, mataron en Somkhele, en la región sudafricana de KwaZuluNatal, a una abuela ecologista, Fikile Ntshangase.
Hay cientos de víctimas ecologistas cada año, no creo que el número vaya a bajar. Pero si hacemos más visibles estos conflictos, tal vez ayudamos a que en algunos países disminuya la represión contra los ecologistas.
Es evidente, la economía no se "desmaterializa" sino todo lo contrario. Es buena señal que el crecimiento de la población se frene por voluntad propia -la población humana llegará a un máximo de unos 9.500 millones de personas hacia 2060, luego bajará un poco, me parece a mí-.
Pero el consumo va subiendo mucho más que la población, por lo menos hasta este año de pandemia del 2020.
Es que no hay más que eso, palabras. Hay más energía del viento y fotovoltaica, sin duda, pero a nivel mundial se añade a las fuentes anteriores, carbón, petróleo, gas. El carbón aumentó siete veces en el siglo XX y ha continuado aumentando hasta el 2020. El petróleo y el gas, mucho más. A nivel mundial.
Creo que la pandemia ha puesto sobre la mesa política la Renta Básica Universal. Porque si la economía no crece (y yo creo que no debe ya crecer más en los países ricos porque es un falso crecimiento), entonces aumenta el desempleo.
La gente no tiene el ingreso de los salarios. Por tanto hay que darles unos ingresos que no sean de los salarios. Eso lo ha de garantizar el Estado o los gobiernos regionales, una Renta Básica Universal.
Hace falta aumentar un "consumo" social de atención sanitaria, de vivienda pública. El consumo de vivienda pública debería crecer, sin hipotecar a la gente y sin criminales desahucios, ¿no le parece?
El consumo de viajes en avión debe decrecer. La agroecología debe crecer a costa de los monocultivos que usan agrotóxicos.
El PIB se olvida de contar el trabajo gratuito de cuidado de las personas, el cariño gratuito o las obligaciones familiares y sociales gratuitas, no lo suma porque no se paga en el mercado, ni los tomates o habichuelas que produzca en mi huerto, si lo tengo, para el consumo de la familia y amigos, eso no lo suma.
El PIB no suma actividades que se realizan fuera del mercado y no resta los daños ambientales. Las empresas casi nunca pagan sus pasivos ambientales, es obvio.
Esta es fácil: deberíamos usar diversos indicadores físicos y sociales. No un solo índice. Y no usar la expresión "riqueza generada", porque poner más CO2 en la atmosfera y destruir biodiversidad no es precisamente generar riqueza vital.
Fuente: BBC (.com)
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