Los termómetros se vuelven locos en la Antártida

En la base Juan Carlos I las temperaturas han llegado a superar los 12ºC hace unos días y muchos científicos polares ‘veteranos’ se sorprenden del deshielo glaciar que hay este año en la isla Livingston

Cambio Climático13/05/2020
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Altas temperaturas… ¡en la Antártida! Las noticias, primero con los 18ºC registrados en la base argentina Esperanza y, pocos días después, los 20º en otra base de este país llamada Marambio, ambas en la zona de la península Antártica, ha dado la vuelta al mundo. En la isla Livingston, donde se encuentran en estos momentos un numeroso grupo de científicos españoles, prima la cautela ante estos datos, aunque todos reconocen que esta campaña no están teniendo las temperaturas de otros años… “Fíjate cómo iba de abrigado el año pasado por estas fechas y, desde luego, el glaciar no estaba como ahora”, me cuenta el glaciólogo Ricardo Rodríguez, de la Universidad Politécnica de Madrid, mientras repasa conmigo algunos datos del proyecto de glaciología español en estas tierras donde la nieve no hace acto de presencia.

 
En realidad, todos los veteranos de la base antártica española (BAE) Juan Carlos I de la isla Livingston, en una de las zonas más calientes del continente, recuerdan estos días los años en los que llegaban a abrir la base en noviembre y estaba de nieve “hasta arriba” (este año no había ni gota, eso sí, en diciembre) o cuando subían con las motos de nieve al glaciar (ahora lo tienen que hacer andando). “Y mira esas dos calvas del glaciar que tenemos enfrente; no eran tan grandes la última vez que vine en 2016”, me cuenta Jordi Felipe, que ha sido muchos años jefe de la BAE del CSIC y que ahora ha vuelto a ejercer el cargo en la segunda fase de esta campaña.

Frente a las apreciaciones visuales, y a falta de que el trabajo científico que estos días se desarrolla acabe para tener resultados que nos digan si este año el calentamiento global se acelera en la Antártida, recurro a Jaime Fernández, del grupo antártico de Aemet, para que me informe sobre este asunto. “Hay que tener claro que esos registros de temperatura tan elevados son puntuales y locales y que no han sido aún validados por la Organización Meteorológica Mundial. El primero de los 18ºC se debió a un efecto llamado foehn que se produce cuando aire recalentado baja por una ladera montañosa, como la que hay junto a la base Esperanza; y los 20º fueron tomados por un biólogo y hay que ver si se validan. En todo caso, el cambio climático se estudia en series muy largas y estamos hablando de unos pocos registros en una campaña”.

En el momento que hablamos, en el módulo de laboratorios donde pasa largas jornadas elaborando predicciones, el termómetro que tiene marca 8,2ºC en Livingston. Una temperatura que yo no esperaba en la Antártida. Y el domingo 9 de febrero, me confirma Jaime, se llegaron a superar aquí los 12ºC. No fue récord en este base, porque enseguida comprobaron que en los años noventa hubo un día con más de 15º, pero sí que me confirma que, en general, se está manteniendo un verano austral más benigno de lo que la mayoría de los científicos reincidentes recuerda. En mi caso, justo ese día 9, cruzaba el mar de Hoces (o paso del Drake) en el buque oceanográfico Hespérides disfrutando del viaje en la cubierta y en mangas de camisa. “Aunque cuidamos para no encontrarnos con una tormenta, este Drake es inusualmente bueno, has tenido suerte”, me decía la tripulación.

Para las próximas horas, el meteorólogo de la base explica que se acerca un frente frío, pero nada indica que vaya a bajarse de los grados en positivo. Es decir, de nieve, poca o nada de momento por estos lares polares. Eso sí, aquí las predicciones se miran cada día. A las 19.30, hay una reunión diaria con todos los responsables de proyectos para que sepan los vientos, temperaturas o borrascas que les esperan y así puedan planificar su trabajo. “Es una reunión obligatoria para todos que ofrece este servicio de Aemet”, recuerda el ya exjefe de base Joan Ribá, como Felipe, de la Unidad de Tecnología Marina (UTM) del CSIC.

En la cercana base búlgara de San Clemente de Ohrid, a 10 minutos en zodiac de la BAE y en la misma bahía, la sensación de cambio también es visualmente evidente, explican. “Hasta hace tres años, el glaciar que tenemos detrás nos empujaba al mar, poniendo en riesgo la existencia de la propia base. Ahora mira cómo estamos. Nada de nieve. Y el glaciar ha retrocedido”, me explica Stephan, uno de los guías de montaña que nos reciben cuando nos acercamos navegando a conocer sus instalaciones. Alrededor de Bulgaria, como se conoce coloquialmente, las mismas piedras grises y tierra negra volcánica que se ve en el entorno de la base española. Aún están algunas de las instalaciones que el empuje del hielo destruyó. Ahora, ese hielo ocupa apenas pequeñas manchas entre la tierra en el terreno donde están las construcciones. Incluso la están ampliando, cuando no hace mucho pensaban que tenía poco tiempo por delante. “Este año no tenemos nieve”, comenta Stephan. “No está tan bonita”, recuerda.

Aun así, hay más hielo cerca de esta base que en la española porque tienen el glaciar cerca, aunque ya no llega al mar. De hecho, los guías han venido hasta Bulgaria para practicar en las motos de nieve, que esta campaña ha sido imposible utilizar desde la BAE porque la superficie de los glaciares Johnson y del Hurd, a los que iban con Ricardo Rodríguez en otras temporadas, se la han encontrado llena de grietas. Tienen que ir andando y bien encordados por si se caen en alguna de ellas.

¿Cambio climático? “La Antártida es un continente muy complejo y requiere series largas de datos, pero la península Antártica se está calentando, eso se sabe, y es importante conocer bien el proceso para saber lo que puede ocurrir en otras regiones donde no es tan evidente”.

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Fuente: El Pais (España)
 


 

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