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Hemos entrado en los ecosistemas como elefante en cacharrería. Era tanta nuestra altanería, nuestra arrogancia evolutiva, que nos considerábamos inmunes a la destrucción que estábamos causando. Bien, ahora sabemos que no era así
Arbolado22/12/2020Haríamos mal si no extrajéramos una enseñanza de lo que nos ha pasado, a toda la humanidad, en este 2020 que está a punto de acabar. Sería un error entender la vacuna contra el coronavirus como una victoria, como un nuevo triunfo del ser humano frente a las amenazas de la naturaleza. Quien así lo considere es que en realidad no ha entendido nada.
Porque no es hora de exhibir poderío sino de admitir nuestra vulnerabilidad frente a ella y tomar buena nota de la derrota. 75 millones de infectados. 1,6 millones de muertos. El mundo entero escondido en su casa y asustado.
Hemos entrado en los ecosistemas como elefante en cacharrería. Pisando, talando, quemando y desecando impunemente, sin clemencia para nada ni para nadie. Era tanta nuestra altanería, nuestra arrogancia evolutiva, que nos considerábamos inmunes a la destrucción que estábamos causando. Bien, ahora sabemos que no era así. Ahora hemos aprendido que ese equilibrio que hemos roto era el equilibrio que nos protegía.
Los científicos llevan años alertando del estrecho vínculo entre el aumento del riesgo de pandemias como la provocada por la COVID-19 y los daños que estamos causando a la naturaleza con la destrucción de los hábitats silvestres, la pérdida de biodiversidad o la alteración del equilibrio de los ecosistemas, procesos que se van a ver acentuados a medida que la crisis climática avance, como lo está haciendo, hacia los peores escenarios.
Este año hemos aprendido que nuestra intrusión exterminadora en la naturaleza nos expone a agentes patógenos que permanecían encapsulados en ella sin representar ningún riesgo para nosotros pero que, rotos los equilibrios y vulneradas las defensas naturales, pueden dar lugar a grandes epidemias a las que ningún sistema sanitario es capaz de reaccionar.
Una amenaza real que, como hemos comprobado y seguimos sufriendo con la COVID-19, puede extenderse por todo el planeta como una explosión nuclear, provocando millones de víctimas y arruinando nuestro actual modelo socioeconómico basado en la globalización del mercado de bienes y servicios.
Es hora de atender a lo que nos ha sucedido en 2020 con conciencia crítica de especie para llegar a una conclusión clara: que agredir a la naturaleza no ha sido tan solo una temeridad sino un mal negocio. Por eso es necesario reconstruir el futuro en base a esta experiencia y dejar de basar nuestro desarrollo en esa estrategia suicida.
El pasado mes de septiembre en la conferencia de apertura de la Cumbre internacional Sobre Biodiversidad, el Secretario General de la ONU, António Guterres, hizo un llamamiento al mundo: "el ser humano debe hacer las paces con la naturaleza: ésa debe ser ahora la máxima prioridad para todos, en todas partes". Esa es la idea que ha inspirado las reflexiones que he compartido aquí a lo largo de todos estos años. Hacer las paces con la naturaleza, que viene a ser lo mismo que hacerlas con nosotros mismos.
Fuente: El Diario (.es)
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