Greta Thunberg tiene razón y a nadie le importa el clima lo suficiente

La crisis climática no son unas elecciones. No hay promesas que valgan. Lo único que cuenta es lo que se hace. Y casi ningún país puede decir que hace todo lo posible para mitigar el cambio climático. Las consecuencias de esta inacción son tan aterradoras como de sobra conocidas

Cambio Climático04/10/2021
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El clima lo es todo. Si este cambia, también lo hacen los ecosistemas, los animales, los alimentos, la temperatura terrestre y marina. Si el clima cambia, los fenómenos meteorológicos extremos se vuelven más potentes y habituales. La economía no será igual si el clima sufre alteraciones. El nivel del mar aumentará, con todo los riesgos que eso supone. Si no se hace nada por estabilizar el clima, la vida de quienes sufren será aún peor. Y la de quienes ahora viven relativamente bien, en un futuro próximo no lo harán tanto.

Y a pesar de todo esto, a nadie le importa el clima lo suficiente como para hacer transformaciones a la altura de las consecuencias. Estamos en la década en la que el cambio climático dejó de ser debatible (aunque nunca lo fue), y entramos en una nueva tendencia por la que se cuestiona si es tan grave como para realizar cambios que impliquen modificar nuestro estilo de vida. Y es en esta nueva coyuntura donde más cómodos se encuentran los líderes y las grandes corporaciones. 

«No hay planeta B, no hay planeta bla, bla, bla, bla, bla, bla. Reconstruir mejor bla, bla, bla. Economía verde, bla, bla, bla. Cero emisiones netas para 2050 bla, bla, bla. Clima neutral, bla, bla, bla. Esto es todo lo que escuchamos de nuestros supuestos líderes. Las palabras suenan muy bien, pero hasta ahora no han llevado a ninguna acción». Es parte del discurso que pronunció Greta Thunberg este martes en la Cumbre de la Juventud sobre el Clima de la ONU celebrada en Milán, Italia.

La habitual carga de la activista sueca contra las promesas vacías de los gobiernos la ha devuelto a los medios de comunicación. A estos también les lanzó un mensaje Thunberg: «Por supuesto, necesitamos un diálogo constructivo, pero van 30 años de bla, bla, bla, y, ¿a dónde nos ha llevado eso? Más del 50% de todas nuestras emisiones de CO2 se han producido desde 1990 y un tercio desde 2005. (…) Todo esto mientras los medios informan sobre lo que los líderes dicen que van a hacer, en lugar de sobre lo que realmente están haciendo».


Todavía podemos darle la vuelta a esto, es completamente posible. Se necesitarán reducciones anuales, drásticas e inmediatas de las emisiones.

Thunberg pide una y otra vez que se haga caso a la ciencia. «


Uno de los más recientes es de agosto. El IPCC –el mayor panel de especialistas en cambio climático del mundo– publicó su último informe, en el que apunta en esa dirección. Aunque el planeta ya sufre cambios irreversibles en miles de años, la prioridad es limitar al máximo la temperatura global con una reducción de emisiones nunca vista. No hacerlo «es una traición hacia todas las generaciones presentes y futuras», sentenció la activista este martes.

Los límites no son físicos sino políticos

Si bien cada palabra de Thunberg se reproduce de manera viral, la comunidad científica no dice nada muy distinto. En una entrevista para este medio, el investigador del IPCC Josep Canadell dejaba claro que «desde un punto de vista físico o medioambiental del planeta no hay ningún impedimento para limitar el calentamiento en 1,5 ºC o 2 ºC», conforme a lo que establece el Acuerdo de París. Sin embargo, «los impedimentos están en otro lado, como las políticas o las ganas de actuar», prosigue el científico.

Esa inacción de la que también habla la activista está documentada. Los estudios dicen que las políticas para mitigar el cambio climático apenas han aumentado en ambición desde 2015, un año que fue decisivo en las negociaciones climáticas, a pesar de que el acuerdo fruto de ellas haya quedado en papel mojado para un gran número de países.

El pasado 17 de septiembre, la ONU publicó un informe completo y actualizado sobre los planes de reducción de emisiones de 191 países. Su análisis concluye que con los actuales objetivos fijados por los firmantes del Acuerdo de París, se estima que las emisiones aumentarán un 16% en 2030 y la temperatura alcanzará los 2,7 ºC a finales de siglo. Los esfuerzos continúan siendo insuficientes a un mes de que se celebre en Glasgow la COP 26, la cumbre que deberá determinar unas políticas mucho más firmes frente a la crisis climática.

Un día antes de publicar el citado informe, la ONU hacía su enésimo llamamiento a actuar, al considerar que no se está avanzando en la dirección correcta. Un estudio de la Organización Meteorológica Mundial ofrecía algunas de las últimas alertas: las concentraciones de gases de efecto invernadero se mantienen a niveles sin precedentes a pesar de los trastornos por la pandemia. Las medidas adoptadas por los gobiernos están lejos de conseguir lo que firmaron en el Acuerdo de París. Un mensaje que se repite cada cierto tiempo ante la pasividad de los máximos implicados: líderes políticos y empresas multinacionales.

Nadie es capaz de cumplir

Prometer sale gratis. Fijar objetivos a largo plazo, también. La crisis climática no son unas elecciones. No valen las eternas promesas. Lo único que cuenta es lo que se hace. Y nadie, absolutamente nadie, está en el derecho de decir que hace todo lo posible para mitigar el cambio climático. 

Todas las grandes economías, incluidas las que forman el G20, están incumpliendo de forma intencionada y sistemática los compromisos firmados hace un lustro bajo el Acuerdo de París. Y si los grandes responsables del calentamiento global no hacen nada, el clima cambiará, y con él, un sinfin de elementos claves para la vida.

En su último análisis –de este mismo mes–, la organización referencia para monitorizar los avances de los estados en materia climática, Climate Action Tracker, da un suspenso generalizado. De los 36 países –más la Unión Europea– analizados, solo Gambia ha asumido compromisos suficientes para mantener la temperatura por debajo de 1,5 ºC. En conjunto, todos estos países representan el 80% de las emisiones mundiales. Y ninguno, salvo uno –cuya contribución al cambio climático es prácticamente nula–, está asumiendo los esfuerzos necesarios.

Las promesas climáticas de Rusia, Irán y Arabia Saudita directamente son catalogadas como «críticamente insuficientes». Corea del Sur, Colombia, Australia, Brasil, Canadá, China e India se encuentran entre los considerados «altamente insuficientes». Los objetivos de Estados Unidos, la UE, Alemania y Japón son «insuficientes» y Reino Unido, Costa Rica, Kenia, Marruecos, Nepal y Nigeria se quedan en el «casi suficiente».

Pero no vale quedarse a escasos metros de la meta: la diferencia entre el «casi suficiente» y el estar alineado con el Acuerdo de París es un mayor o menor grado de sufrimiento y de pérdidas. Con grado y medio de calentamiento, aumentarán las olas de calor, se alargarán las estaciones calurosas y se acortarán las frías. A partir de 2°C de calentamiento global, los fenómenos que ya se experimentan en la actualidad serán mucho mayores y habituales. Y con 3 o 4ºC de calentamiento, los daños, innecesarios y evitables, alcanzarán cotas terroríficas.

Ante la desidia de los países, la Justicia está siendo la herramienta para obligar a los gobiernos a tomar las decisiones que no se atreven a adoptar por sí solos. Países Bajos, Alemania, Portugal, España, Estados Unidos, Nigeria, Escocia, Francia… El número de litigios climáticos que se inician no para de crear, y cada vez son más los que acaban con victoria para el clima, y por tanto, para la humanidad. La evidencia científica les respalda.

Históricamente, los informes del IPCC incluyen una serie de escenarios donde proyectan distintos niveles de calentamiento dependiendo de las emisiones de CO2 expulsadas a la atmósfera. El peor de todos, el conocido como 8.5, era visto casi como apocalíptico e irreal, con temperaturas de entre los 3,3 a 5,7 ºC para finales de siglo. Servía para hacerse una idea de los peores efectos del cambio climático. Con el paso de los años y a merced de la inacción de los gobiernos, ahora ese futuro ya no se ve tan lejano ni imposible.

La mejor noticia: aún queda tiempo. Cada vez menos, pero sigue quedando. Y no será porque no se ha avisado. Pero conseguirlo requiere de esfuerzos individuales que se tornen colectivos. Nadie sobra, y todo suma. Eso sí: resultará una pérdida de tiempo creer que todo se solucionará en base a la tecnología e inventos que aún no son más que bocetos o prototipos. Ninguna megamáquina conseguirá borrar el daño que se hace diariamente al planeta. Poner fin a la explotación y producción de combustibles fósiles –como pide la conservadora Agencia Internacional de la Energía-, es un primer paso innegociable.

No es una producción propia, la fuente es Climatica La Marea (.com)

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