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El capitalismo de partes interesadas se ha construido sobre la destrucción del mundo natura. Debemos situar el mundo natural en el centro de cualquier nuevo modelo que se establezca. Es hora de avanzar hacia un enfoque de partes interesadas basado en derechos
Cambio Climático 28/10/2020A medida que las empresas reformulan sus fines para servir a todas las partes interesadas con criterios éticos, es esencial que también se incluya a todas las partes interesadas no humanas, que las economías den prioridad a la ecología, que los derechos tengan precedencia sobre los ingresos, que nuestro bienestar se base en mejorar el bienestar de los sistemas naturales, y que nuestras relaciones de cooperación sean regenerativas para el planeta.
Este año marca el 50º aniversario de la Asamblea Anual del Foro Económico Mundial y la presentación del Manifiesto de Davos. También es el año en que China acogerá la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad en octubre (CBD COP15) con su filosofía de «civilización ecológica». Si nos planteamos elaborar cuadros de indicadores para empresas y gobiernos que sirvan a todas las partes interesadas, entonces estamos llamados a entrar en la «Era Ecozoica», un término acuñado por el historiador cultural Thomas Berry en 1992. Con ello describía la era geológica en la que la Tierra debería entrar: una era en la que la civilización humana viva en una relación de mejora mutua con el planeta y con el resto de seres vivos.
El capitalismo y los beneficios de partes interesadas se han construido sobre la destrucción del mundo natural. El coste ha sido soportado con demasiada frecuencia por las comunidades indígenas que han sido las cuidadoras tradicionales de estos ecosistemas y las comunidades humanas más marginadas cuyos medios de vida dependen de ellos por completo.
Si las empresas quieren ir más allá de la generación económica y cumplir su finalidad de «atender a las aspiraciones humanas y sociales en el marco del sistema social en su conjunto» y defender una «economía compartida y regenerativa» para todas sus partes interesadas, tal como se defiende en el Manifiesto de Davos, entonces debemos dar prioridad a la parte interesada social y económica más vital para la supervivencia y el desarrollo regenerativo: el planeta Tierra.
Al igual que una empresa debe tener en cuenta a todas sus partes interesadas humanas y adoptar el compromiso de crear valor auténtico, compartido y sostenido para todos, tenemos que incluir a todas las partes interesadas no humanas. Tanto en relación con cada uno de sus productos y servicios, como con las cadenas de suministro o modelos de negocio en general, las empresas deben identificar a las partes interesadas naturales que se verían significativamente afectadas por sus operaciones o involucradas en ellas o que serían fundamentales para el éxito de las mismas.
Estos efectos deberían evaluarse en función de si actualmente son destructivos o sostenibles para las partes interesadas naturales, y deberían adoptarse compromisos para mitigar los daños no deseados y garantizar medidas de reparación para los ecosistemas y especies ya afectados. A continuación debería adoptarse el firme compromiso de tomar decisiones que solo generen valor compartido y regenerativo para todos en el conjunto de las operaciones de una empresa.
Las asociaciones empresariales para una innovación sostenible son casi siempre antropocéntricas en lugar de planetocéntricas y, a menudo, se dedican a crear productos y servicios «menos inmorales» en lugar de regenerativos. Por tanto, las «soluciones» suelen perder la oportunidad de integrar a la naturaleza como parte interesada y socio crucial, lo cual causa más tarde daños aún mayores a los ecosistemas.
La ciudadanía global corporativa requiere que las empresas participen en esfuerzos colaborativos con otras partes interesadas para mejorar el estado del mundo, y no hay mejor parte interesada empresarial que el mundo natural. La naturaleza es un sistema empresarial cuyos ecosistemas prestan servicios «valorados» en más de 100 000 billones USD, y que lleva miles de millones de años dedicado a investigación y desarrollo. El coste equivalente de la replicación de los sistemas naturales por la humanidad es incomparable.
Paradójicamente, si consideramos que promover la inclusión de género para que alcance su máximo potencial podría sumar 28 000 billones USD al PIB para 2025... ¿cuántas oportunidades económicas, sociales y ecológicas estamos perdiendo por no ser medioambientalmente inclusivos?
La Agenda de Acción por la Naturaleza llama a alterar los procesos que mantienen la situación tal como está, frenar la pérdida de biodiversidad para 2030 y recuperar los sistemas vitales del planeta. Para ello, necesitamos que las empresas y los gobiernos realicen cambios fundamentales en nuestra relación fundacional con la naturaleza.
En el mundo natural podemos encontrar diferentes tipos de relaciones ecológicas, ya sean relaciones simbióticas entre especies (donde ganan ambas partes), comensales (donde una parte gana y la otra no sufre daño alguno) o parásitas (donde una parte gana y la otra pierde), aunque —incluso en la naturaleza— las relaciones parásitas pueden a veces servir a los intereses a largo plazo y la salud general de un ecosistema.
Por desgracia, la relación predominante que empresas y gobiernos mantienen con sus partes interesadas naturales primarias suele ser parásita y ha demostrado ser destructiva para todos los ecosistemas. En la próxima Década de las Naciones Unidas para la Restauración de los Ecosistemas, nuestro desafío será cambiar la relación parásita primaria que mantenemos con el mundo natural por una relación colaborativa y regenerativa con las partes interesadas planetarias.
Ya existe una increíble nueva ola de innovadores que han adoptado el método de establecer relaciones de cooperación público-planetarias con sus partes interesadas naturales, como por ejemplo cooperando con las corrientes oceánicas para limpiar la gran mancha de basura del Pacífico, cooperando con las abejas de una colonia capaz de recopilar 4 000 millones de puntos de datos ambientales al año, cooperando con los animales para facilitar la predicción de catástrofes naturales y la adaptación a los mismos, o incluso estableciendo relaciones de cooperación entre árboles y monjes con fines de conservación.
Un enfoque basado en derechos debería ser la base de cualquier enfoque de partes interesadas, ya sea una empresa o un gobierno que emprenda iniciativas para conservar la naturaleza, aprender de ella o recuperarla, integrar soluciones basadas en la naturaleza o establecer relaciones de cooperación activa con la naturaleza
Estos enfoques son esenciales, pero no deben ser un mecanismo de compensación para seguir en la misma situación. Deben ir de la mano con rápidas reducciones de las emisiones de carbono y con la integración de los derechos humanos en toda la cadena de suministro, tal como se exige en el Manifiesto de Davos.
Esto supone la aplicación de principios como la «regla de oro» formulada por el Grupo Principal de los Pueblos Indígenas para el Desarrollo Sostenible para centrar los derechos de los pueblos indígenas, las comunidades locales, los pueblos aislados y todas las mujeres.
Un enfoque de partes interesadas inclusivo para la naturaleza también requiere que gobiernos y empresas inviertan en el desarrollo de marcos de protección de los derechos legales de la naturaleza de modo que se impida la explotación abusiva del planeta y que su valor como parte interesada se comparta entre especies y ecosistemas.
Cuando entramos en una década que será definitiva para la recuperación de la biodiversidad, ¿estamos preparados para redefinir nuestra relación con las partes interesadas no humanas más cruciales por el bien de la propia humanidad?
Fuente: World Economic Forum (.org)
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