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Una quinta parte del total de los alimentos disponibles en el mundo se desaprovecha y alrededor del 10 % de las emisiones de gases de efecto invernadero está ligado a la comida que desechamos. La sostenibilidad de la cadena alimentaria es hoy más importante que nunca
Contaminaciones22/07/2021Si juntásemos todos los alimentos que se tiraron a la basura en 2019, podríamos llenar 23 millones de camiones que, puestos en fila, darían siete vueltas enteras a la Tierra. En total, 930 toneladas de alimentos terminaron desperdiciadas en un planeta en el que 690 millones de personas pasan hambre.
El desperdicio alimentario tiene un fuerte impacto social, económico y medioambiental. Según el informe ‘Índice de desperdicio de alimentos 2021’, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medioambiente (PNUMA) y la ONG WRAP, alrededor del 10 % de las emisiones totales de gases de efecto invernadero está ligado a comida que acaba en la basura.
De acuerdo con los cálculos de la ONU, casi una quinta parte del total de alimentos disponibles en 2019 fue desaprovechada. La cifra impacta aún más porque el cálculo no incluye las pérdidas en la cadena de producción, sino que se centra tan solo en los desperdicios de hogares, restaurantes, comercios minoristas y otros servicios de alimentación. Donde más comida se tira es en las viviendas, que suman casi el 65 % del total.
De media, cada persona tiró 120 kilos de comida a lo largo de todo el 2019. Y, a diferencia de lo que se podría pensar, no existen diferencias claras entre los países ricos y aquellos en vías de desarrollo. Nigeria se sitúa como el estado con más nivel de desperdicio, con un total de 189 kilogramos de alimentos desechados por persona al año. Rusia presenta uno de los más bajos, con 33 kilos. Estas son algunas de las cifras del desperdicio alimentario en diferentes países del mundo:
Tirar la comida es también un problema para el clima. Se calcula que entre un 8 % y un 10 % de las emisiones de gases de efecto invernadero está ligada al desperdicio alimentario. Si además tenemos en cuenta no solo la comida que tiramos, sino toda la huella de la alimentación – que va desde el trabajo de la tierra hasta el tratamiento de los residuos, pasando por el transporte de los productos – el impacto alcanza el 34 % de las emisiones globales de dióxido de carbono (CO2).
La sostenibilidad de la cadena alimentaria global es hoy más importante que nunca para frenar las emisiones a nivel global y alcanzar los objetivos marcados por el Acuerdo de París. Además, reducir su impacto puede mitigar otros problemas relacionados con el medioambiente, como la contaminación por residuos o la deforestación para crear tierras de cultivo.
Disminuir el desperdicio de alimentos reduciría las emisiones de gases de efecto invernadero y la velocidad con que se destruye de la naturaleza por el uso de la tierra y la contaminación. Al mismo tiempo, mejoraría la disponibilidad de alimentos y, por lo tanto, reduciría el hambre y ahorraría costes en un momento de recesión mundial
señaló Inger Andersen, directora ejecutiva del PNUMA.
Aunque se trata de un problema de dimensiones globales, parte de la solución pasa por todos nosotros. Evitar el desperdicio alimentario es posible siguiendo algunas recomendaciones muy sencillas. La FAO aconseja, por ejemplo, adoptar dietas más saludables, comprar solo lo necesario, no desechar frutas y hortalizas feas, congelar los alimentos que sobran y apoyar a los productores locales.
Los beneficios de adoptar formas de alimentación más sostenibles son muy numerosos. Van desde recortar los gastos en el hogar hasta luchar contra el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Pasando, claro está, por fortalecer un sistema social que garantice la seguridad alimentaria de todas las personas del planeta.
Fuente: BBVA (.com)
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