La ganadería extensiva como actividad clave en el futuro del medio rural

El consumo de carne no puede generalizarse, es un grave error. La diferencia entre el modelo de engorde a gran escala y el modelo tradicional de pastoreo es absoluta en todos los aspectos. Es necesario conocer las implicaciones de la ganadería extensiva y ponerla en valor

Alimentos y Tóxicos31/08/2021
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La ganadería es la principal fuente de alimentos y productos de origen animal en nuestra dieta. Su origen se remonta al Neolítico cuando tuvo lugar la transición de las sociedades cazadoras y recolectoras a ganaderas y agrícolas. La domesticación de los animales es un salto evolutivo netamente humano y que ha sucedido de forma paralela en diferentes sociedades prehistóricas. Los ejemplos similares en la naturaleza son muy escasos, quizá el más significativo sea la relación de algunas especies de hormigas con los pulgones, aunque el salto conceptual es evidente. La agricultura y la ganadería ayudan a conformar la identidad de la mayor parte de nuestras sociedades actuales, y han modificado de tal manera la ecología de nuestro entorno que hoy los animales domésticos cumplen un papel clave en gran parte de los ecosistemas y de los procesos naturales a nivel global.

Desde la segunda mitad del siglo xx, la ganadería ha sufrido un proceso de industrialización acelerado que se ha hecho responsable de numerosos problemas ambientales, desde la deforestación del bosque tropical a la contaminación de suelos y, más recientemente, su significativa contribución a la emisión de gases de efecto invernadero. Estas enormes polémicas se han ido vinculando también al consumo de carne. No obstante, existen otras modalidades de ganadería, conocidas en general como ganadería extensiva, cuyo comportamiento es radicalmente diferente, y genera una serie de beneficios muy interesantes, tanto en el ámbito económico como en el social y el ambiental.

La ganadería extensiva se define en relación con tres aspectos que marcan también su especial enfoque y comportamiento. El primero es el pastoreo; es decir, se trata de animales (cabras, ovejas, camélidos, vacas, yaks, búfalos, cerdos o aves) que se alimentan bajo la dirección de una persona encargada de las decisiones de manejo. El segundo es el aprovechamiento directo de los pastos; los animales se alimentan a diente de plantas, herbáceas o leñosas, que crecen de forma natural o seminatural. Finalmente, el tercer aspecto que la define es su baja dependencia de insumos externos, como energía, maquinaria, piensos, etc. Es este modelo ganadero extensivo el que tiene una mayor relación e interacción positiva con el territorio que lo acoge, ofreciendo unas prestaciones y servicios que benefician a toda la sociedad. Eso sí, a partir de estas características básicas, se pueden identificar innumerables sistemas pastoralistas distintos, con una gran variedad que refleja la cultura, las condiciones físicas, la tradición y el conocimiento de cada territorio.


No podríamos entender gran parte de nuestro mundo actual sin el aporte de la ganadería extensiva.   


El aporte de la ganadería extensiva a nuestra sociedad es ingente, de tal manera que no podríamos entender gran parte de nuestro mundo actual sin su concurso. Y no estamos hablando solamente de la producción de carne, lácteos o fibras, sino que la ganadería extensiva, además, genera numerosos puestos de trabajo y contribuye a mantener la maltrecha economía del medio rural, tanto directamente como proporcionando la materia prima para pequeñas empresas artesanas vinculadas a la agroalimentación. Finalmente, es uno de los principales proveedores de los llamados «servicios ambientales», que son los beneficios que las personas obtenemos directamente de los procesos naturales: agua limpia, aire puro, suelo fértil, biodiversidad...

Con respecto a la soberanía alimentaria, la ganadería extensiva supone también un elemento clave en cualquier estrategia a largo plazo. La razón fundamental es que el pastoreo produce alimentos de alta calidad a partir de recursos que se sitúan fuera del alcance de la agricultura (montañas, terrenos marginales, bosques, pastos, matorrales, zonas húmedas, etc.). Esto significa que la ganadería extensiva no compite con las personas por productos alimenticios, mientras que los sistemas de ganadería intensiva o industrial utilizan como materia prima soja, cereales o leguminosas que podrían destinarse a la alimentación humana. Además, se trata del único mecanismo capaz de garantizar la alimentación (y el bienestar) de muchas comunidades que viven en estas zonas, especialmente aquellas más pobres (como zonas áridas, estepas, alta montaña o desiertos), sin poner en riesgo sus valores ni su propia supervivencia. En realidad, países como el nuestro, con una tradición y una cultura pastoril anclada en lo más profundo de nuestra historia (de nuestra prehistoria, si hablamos con precisión), han ido generando unos paisajes modelados y adaptados a la presencia de animales domésticos. Ya hemos afirmado que su desaparición sería catastrófica en términos de biodiversidad pero no sería menos dañino el demoledor impacto cultural, social y económico que podría tener en un medio rural que ya sufre del abandono y la incomprensión de nuestra sociedad.

CERRANDO CÍRCULOS

Otra cuestión que a menudo queda fuera del ámbito de la producción sostenible de alimentos es el papel vital de los animales domésticos en la fertilidad del suelo, un aspecto en grave riesgo a escala mundial, como denuncian campañas como People4Soil.

La agricultura ecológica depende, en mayor o menor medida, de fertilizantes orgánicos procedentes fundamentalmente del estiércol de los rumiantes; una mezcla de sus deyecciones junto con la cama del ganado, normalmente hecha de paja o restos vegetales. Esta mezcla, adecuadamente tratada y compostada, es la base de la fertilización de los huertos ecológicos y, aunque puede ser reemplazada en parte por compostaje de residuos domésticos u otras fuentes de materia orgánica, es difícilmente sustituible debido a las características físicas, químicas y biológicas del estiércol de los rumiantes. Además, muchas veces los animales domésticos, fundamentalmente las ovejas por sus especiales características y su facilidad de manejo, se utilizaban como estaciones de transferencia de fertilidad: para alimentarse extraían materia orgánica de zonas no cultivables (pastos, laderas, barbechos, baldíos, etc.) y la transferían a los rediles y majadas en forma de estiércol, que se empleaba como principal fuente de abono para las tierras de cultivo. Efectivamente, estos procesos han sido sustituidos por una fertilización industrial, asimétrica, dependiente del petróleo y contaminante, que desplaza la necesidad de contar con los propios animales domésticos. Sin duda, la apuesta por una economía circular y por la reutilización de los residuos orgánicos depende de recuperar el papel clave de los pequeños rumiantes en la producción agraria.


GANADERAS EN RED SALE A LA LUZ EN LAS II JORNADAS DE TERRITORIOS PASTOREADOS

Ganaderas en Red empezó a gestarse a partir de una mesa redonda de mujeres durante la primera edición de las jornadas Territorios Pastoreados, en noviembre de 2015. Ese encuentro motivó un año después en Madrid una reunión presencial en forma de taller en la que participaron veinte ganaderas de todo el país y en el que se identificaron temas clave como la invisibilidad social de su labor en el sostenimiento de un mundo rural vivo y productivo, el machismo, la falta de reconocimiento de su papel en el sector y el problema del pluriempleo por el trabajo en el campo, el hogar y a veces fuera de este.


Más de 60 mujeres forman actualmente la red y se comunican diariamente a través de un grupo de WhatsApp en el que comparten dudas, información técnica y apoyo mutuo. Desde el pasado 8 de marzo cuentan además con un grupo en Facebook en el que comparten sus historias y mensajes; otras ganaderas y pastoras contactan con ellas para unirse. Resaltan que desde que participan en la red, aunque estén en medio del monte con sus animales y la gente las considere «raras» en los pueblos, ya no se sienten solas: saben que son muchas en muchos pueblos por todo el territorio.

Otro servicio fundamental de la ganadería extensiva es su contribución a la gestión del medio natural. En nuestro contexto actual, como parte de un territorio industrializado, fragmentado y sometido a un intenso cambio global, los procesos naturales por sí solos no son capaces de recuperar los servicios ambientales y la biodiversidad que nuestra sociedad necesita para aspirar a una mejor calidad de vida. Resulta imprescindible en este caso adoptar un compromiso social para mantener y mejorar estos ecosistemas, paisajes y procesos, cuestión que está demostrando ser más complicada de lo previsto. Por un lado, nuestro conocimiento de las relaciones ecológicas no es aún lo suficientemente completo como para intervenir con solvencia en los ecosistemas más delicados, por el otro, los resultados obtenidos hasta ahora no han sido capaces de detener los procesos de degradación. Además, las labores de restauración, conservación y protección de los espacios naturales son caras y la sociedad tiene que invertir en ellas numerosos recursos, para obtener, a veces, resultados parciales.

La ganadería extensiva, en cambio, nos permite disponer de una herramienta barata y eficiente, que presenta, dentro de sus características más destacadas, una gran multifuncionalidad. Este aspecto es muy importante, porque permite que en los territorios ganaderos, además, se puedan obtener otras producciones complementarias (frutales, leña, setas, miel) a la vez que se realiza una importante labor de conservación de esos espacios, contribuyendo a su mantenimiento y a cuestiones tan delicadas como la prevención de incendios forestales. El pastoralismo, es decir, la gestión conjunta de los animales y del territorio, es uno de los pocos instrumentos de intervención que están demostrando su eficacia a gran escala. Además, disponemos todavía de un gran acervo cultural que nos permite ser capaces de manejarlo con solvencia, incluso en espacios comprometidos o frágiles. Eso sí, la clave para el éxito es aplicar el enorme conocimiento que nos han transmitido cientos de generaciones de pastores y pastoras y que cada día seguimos mejorando con investigaciones y estudios, codo con codo la vieja y la nueva sabiduría.


La apuesta por una economía circular y por la reutilización de los residuos orgánicos depende de recuperar el papel clave de los pequeños rumiantes en la producción agraria.   


CUIDANDO DEL TERRITORIO

Numerosas publicaciones científicas demuestran que un modelo de pastoreo bien gestionado y adaptado a su territorio genera niveles de biodiversidad y calidad ambiental que se sitúan por encima de espacios similares que carecen de esta actividad. Esta afirmación es especialmente cierta en muchos terrenos pobres y marginales donde las condiciones son extremas, por ejemplo en las zonas áridas y semiáridas del mundo.

Veamos el ejemplo de las dehesas ibéricas. Su capacidad para soportar vida silvestre no tiene rival entre los ecosistemas de zonas templadas y, en cambio, se produce en suelos ácidos y pobres y en un clima caracterizado por una profunda sequía durante los meses cálidos. La clave de esta riqueza es el manejo que se realiza con los animales domésticos y la transferencia de fertilidad de unos espacios a otros, ajustando el pastoreo a los ciclos de la vegetación y aprovechando múltiples recursos encadenados provenientes de distintas fuentes bien repartidas espacial y temporalmente (pastos secos, pastos húmeros, ramas y hojas de árboles y arbustos, frutos, sombra, etc.). Si esta gestión se pierde (como por desgracia está sucediendo), el sistema ve drásticamente reducida su capacidad de soportar vida silvestre, se interrumpe la regeneración y se pierde calidad, producción y fertilidad, aumentando los riesgos y la vulnerabilidad de todo el territorio ante fenómenos como los incendios o la desertificación.

Los pastos son quizá los ecosistemas que de forma más inmediata se resienten de una eventual pérdida de la actividad de los rumiantes domésticos. De hecho, somos testigos en primera línea de cómo el impacto de la pérdida del pastoreo está generando daños importantes en los puertos pirenaicos y de alta montaña, en los pastos húmedos, y en otros muchos ecosistemas herbáceos. Y con estas formaciones vegetales se pierden también miles de efectivos de especies interesantes de flora y fauna que dependen directamente de ellos para su supervivencia. Pensemos, por ejemplo, que las heces de las vacas alimentan, solamente en la provincia de Bizkaia, a 50 especies distintas de escarabajos coprófagos. La biodiversidad asociada a los sistemas ganaderos incluye miles de especies de insectos, aves, mamíferos y otros animales, que cada vez son menos frecuentes en nuestro país.

Tampoco se puede dar por buena la idea, bastante extendida en la actualidad, de que la regeneración de la vegetación forestal que lleva acompañada esta situación de abandono compensa la pérdida de los prados y pastizales. Ganamos terrenos forestales cerrados, poco productivos y uniformes y perdemos mosaicos complejos de prados, dehesas y pastizales muy ricos en biodiversidad. Estos paisajes, lejos de ser espacios «naturales» o «vírgenes» son en realidad sistemas productivos complejos, manejados por la actividad humana, y forman parte de lo que se conoce como sistemas agroforestales o silvopastorales; es decir, basan su producción en la combinación inteligente de agricultura, ganadería y producción forestal.

El abandono del pastoreo supone uno de los mayores desafíos a los que se enfrenta el medio natural ibérico, como muestra la incidencia y violencia de los incendios forestales y el descenso de la biodiversidad ligada a los paisajes agrarios. Y no es el único menoscabo. Junto con los valores naturales descritos, la merma en la actividad pastoril conlleva la pérdida de fuentes y puntos de agua, caminos y muros, la caída del sustento de las aves necrófagas y el abandono de paisajes emblemáticos de nuestro país. Y lo cierto es que la única forma de proteger esta naturaleza es la ganadería extensiva, y la conservación del pastoreo en un lugar depende de que sus productos sean apreciados y consumidos, y de que las personas que lo decidan libremente puedan construir un proyecto de vida satisfactorio como pastoras y ganaderas, respetadas y valoradas por la sociedad.

Para cerrar esta serie de apuntes sobre ganadería extensiva y sociedad, volvemos a la gestión de los territorios pastoreados, esta vez en referencia a uno de los desafíos clave para los próximos años: la lucha contra el cambio climático. Lejos de los resultados negativos que los análisis de emisiones atribuyen a la ganadería extensiva, malinterpretando su papel en el medio natural y su contribución global, está demostrado que los pastizales activos y ricos son suelos muy importantes para la captación y el secuestro de carbono. Pues bien, la única herramienta que permite mantener estos pastizales dentro de niveles elevados de almacenamiento de carbono es el manejo ganadero adecuado, programando la carga de pastoreo y sincronizándola con el ciclo vital de las plantas herbáceas. También en este ámbito, la ganadería extensiva y nuestra relación con los animales domésticos constituyen una de nuestras mejores alianzas para un futuro más sostenible y saludable.

No es una produccion propia, la fuente es Pedro M. Herrera, Fundación Entretantos, para Soberanía Alimentaria (.info)

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