
Los mayores emisores mundiales de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero están siendo presionados para que aumenten sus objetivos climáticos. Algunos aumentaron sus objetivos pero, ¿hasta dónde llegan?
Los tres años de guerra en Ucrania han tenido un impacto devastador no solo en la población y la infraestructura del país, sino también en el medio ambiente. Según un informe de la Iniciativa para Contabilizar los Gases de Efecto Invernadero de la Guerra (IGGAW, por sus siglas en inglés), el conflicto ha generado 229,7 millones de toneladas de CO2 equivalente (CO2eq), una cifra comparable a las emisiones anuales combinadas de Austria, Hungría, República Checa y Eslovaquia, o a las producidas por 120 millones de automóviles en un año.
El informe, publicado en el tercer aniversario del inicio de la invasión rusa, destaca que solo en el último año las emisiones de gases de efecto invernadero aumentaron un 31 %, sumando 55 millones de toneladas adicionales a la atmósfera. Esta cifra responde al recrudecimiento de los combates, la destrucción de infraestructuras y el aumento de incendios forestales en zonas de conflicto.
El sector que ha contribuido en mayor medida a las emisiones de CO2 es el de los combates, con 82,1 millones de toneladas, lo que representa un 36% del total. A pesar del creciente uso de drones en el campo de batalla, el empleo de proyectiles de artillería, altamente contaminantes, ha seguido aumentando en 2024.
Otro factor clave es la reconstrucción de infraestructuras y edificios destruidos por los bombardeos, que ha generado 62,2 millones de toneladas de CO2 (27% del total). Aunque la actividad de reconstrucción ha avanzado más lentamente en el último año debido a la estabilización de las líneas de frente, sigue siendo uno de los sectores con mayor impacto ambiental.
Agregan desde EcoNews, los incendios forestales han registrado un crecimiento exponencial y ya representan el 21% de las emisiones totales (48,7 millones de toneladas). En 2024, estos incendios se han intensificado en zonas de combate y en las fronteras, afectando vastas extensiones de bosque. Según el Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales, la superficie quemada en 2024 alcanzó las 92.100 hectáreas, más del doble del promedio anual de los dos primeros años de guerra.
Uno de los aspectos más alarmantes del informe es la interacción entre la guerra y el cambio climático. La combinación de incendios provocados por los combates y una sequía extrema en Ucrania, atribuida al calentamiento global, ha duplicado el área afectada por el fuego en comparación con el promedio de los dos primeros años de conflicto. La falta de acceso a muchas de estas zonas impide el trabajo de los bomberos, permitiendo que los incendios se propaguen sin control.
El informe advierte que la sinergia entre el conflicto y el cambio climático genera un círculo vicioso que acentúa el calentamiento global y dificulta la recuperación ecológica de las zonas afectadas.
Además de los combates y los incendios, otras fuentes de emisiones han sido los ataques a infraestructuras energéticas (19 millones de toneladas, 8% del total), con daños significativos a refinerías y oleoductos, y el cierre del espacio aéreo civil (14,4 millones de toneladas, 6%), lo que ha obligado a los aviones a modificar y prolongar sus rutas.
El desplazamiento de refugiados ucranianos también ha generado 3,3 millones de toneladas de CO2 desde el inicio de la guerra, aunque su impacto fue menor en 2024 debido a la reducción en la cantidad de personas que abandonaron el país.
El estudio, respaldado por el Gobierno de Ucrania, sostiene que la Federación Rusa debería asumir la responsabilidad por las emisiones y el daño ambiental causado por la invasión. De acuerdo con la evaluación de IGGAW, el “coste social del carbono” asociado a estas emisiones supera los 42.000 millones de dólares.
La Iniciativa para Contabilizar los Gases de Efecto Invernadero de la Guerra cuenta con el respaldo de la Fundación Europea del Clima y del Gobierno sueco, entre otras organizaciones internacionales, y subraya la urgencia de incluir la huella climática de los conflictos armados en las negociaciones internacionales sobre el cambio climático.
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