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Con un proyecto sobre bloques de hormigón con plástico, Federico Ortíz de Zárate se recibió de ingeniero en materiales en junio de 2019. Como parte de su práctica en fábrica desarrolla adoquines de arena y plástico, y espera comenzar su beca doctoral en el Conicet para la que propuso estudiar una forma de realizar mezcla asfáltica de plástico reciclable.
Construcción sustentable01/04/2020Los ladrillos, los adoquines y hasta el asfalto pueden ser de plástico. Eso es lo que el santafesino y flamante ingeniero en materiales, Federico Ortíz de Zárate, ideó para su proyecto final, su práctica en fábrica y su beca doctoral. Cemento, arena, grava y plástico, fueron los elementos que mezcló para construir los bloques de hormigón. Guiado por un interés ambiental y social, el joven de 28 años probó primero con reemplazar un porcentaje de la arena de los bloques de hormigón por plástico. De esta manera, logró construir ladrillos que son más livianos y que contaminan y cuestan menos que los tradicionales.
En la misma línea continuó su trabajo para la práctica en fábrica e ideó adoquines de plástico. A la vez, presentó un proyecto de doctorado sobre mezclas asfálticas hechas con plástico en lugar de cemento. Contó con la aprobación y obtuvo su beca en el Conicet para su investigación y puesta en práctica.
En Santa Fe se recicla menos del 1% de los plásticos que se generan, lo que significa un gran impacto en lo ambiental, sobre todo si tenemos en cuenta que el plástico no biodegradable tarda muchísimos años en descomponerse
Desde hace ocho años, Federico forma parte del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) del cual participan los cartoneros de Santa Fe. Su participación en la agrupación estuvo presente en su decisión de armar un proyecto que tenga relación con un cambio social. “¿Cómo agregar valor a los materiales reciclables que ellos juntan?”, fue lo que pensó cuando empezó su trabajo.
También se propuso la creación de elementos que tengan un buen saldo económico y ambiental. “Desde el principio me llamó la atención la idea de no hacer sólo un producto, sino algo pensado desde una perspectiva económica y que me motive la parte social y ambiental”, aseguró Federico en diálogo con Aire Digital. “Muchos de los proyectos que los estudiantes presentamos no llegan a hacerse realidad, pero este sí, y de hecho continuó y se concretó en otra instancia como es la de los adoquines”, reflexionó el joven.
Lo primero que realizó Federico es un estudio de mercado, para entender qué pasaba realmente con los plásticos de Santa Fe. “Me guié por lo informes que emite la Municipalidad cada dos años”, indicó. “Descubrí que en Santa Fe se recicla menos del 1% de los plásticos que se generan, lo que significa un gran impacto en lo ambiental, sobre todo si tenemos en cuenta que el plástico no biodegradable tarda muchísimos años en descomponerse”, explicó Federico.
Además, el proyecto del joven podría disminuir los gastos en residuos que tiene el Municipio. “Actualmente, se pagan alrededor de 55 dólares por tonelada de residuos que se entrega a la empresa que los entierra en el relleno sanitario, lo que cambiaría si los desechos fueran menos”, sostuvo.
La Municipalidad paga alrededor de 55 dólares por tonelada de residuos que se entrega a la empresa que los entierra en el relleno sanitario, lo que cambiaría si los desechos fueran menos
Hay otras dos cuestiones a las que podrían aportar soluciones los bloques de hormigón, los adoquines y las mezclas asfálticas de plástico reciclado: los microbasurales en los barrios y la saturación del relleno sanitario. “Si las personas encuentran redituable el reciclaje de los plásticos, los barrios van a estar más limpios. En muchas zonas de la ciudad se formaron microbasurales en los últimos tiempos porque la gente deposita allí sus desechos”, señaló Federico y aclaró que “la idea no es utilizar solamente los plásticos que recolectan los cartoneros sino también una parte de lo que se recupera del circuito formal, es decir, la separación de basura de los hogares”.
En relación al relleno sanitario de la ciudad, el ingeniero remarcó que la saturación completa está cercana a ocurrir. “El último informe dice que le quedan menos de cuatro años de vida”, advirtió. “Si se pone en práctica este proyecto, en Santa Fe se podría alivianar la carga de residuos y estirar la vida útil del relleno. Si bien es probable que se colapse por completo en algún momento, sería bueno implementar estas prácticas para el próximo relleno”, apuntó.
“El último informe municipal dice que al relleno sanitario le quedan menos de cuatro años de vida”, advirtió. “Si se pone en práctica este proyecto, en Santa Fe se podría alivianar la carga de residuos y estirar la vida útil del relleno", apuntó.
Un último punto que Federico destacó de sus proyectos y la relación con la economía, el ambiente y la sociedad de Santa Fe tiene que ver con el peso de los materiales. “Al ser de plástico, contribuyen al ahorro en el traslado de los elementos (la nafta de los camiones) y disminuyen el desgaste en la mano de obra (materiales más livianos y mayor rendimiento por horas hombre)”, expuso.
Para fabricar los “ladrillos de plástico”, Federico se encargó primero del reciclaje: lavado y triturado del plástico en un molino. Para los materiales utilizó botellas de Tereftalato de polietileno (PET) trituradas, porque es el plástico que tiene mayor resistencia -se derrite a mayores temperaturas-, sobre todo, si se apunta a la construcción de edificios enteros. Aunque también se puede usar Polietileno, el polímero más simple y que, como es uno de los tipos más utilizado por su bajo precio y la simplicidad en su fabricación, su producción es de unos 80 millones de toneladas anuales en el mundo.
Esa mezcla que Federico ideó fue llevada luego a la bloquera ponedora, la cual le dio forma a los materiales. “La última etapa es la de curado, necesaria mientras el cemento se va dilatando, ya que le da la resistencia necesaria al bloque”, explicó Federico.
"Yo quería que los ladrillos incorporen plástico pero que no pierdan propiedades, que tengan la misma fortaleza que los tradicionales", contó. Su objetivo era que con esas piezas se puedan construir casas y edificios. Para comprobar la validez de los materiales ensayó con muestras más pequeñas, de 10X10, ya que no tenía las herramientas para hacerlo con los ladrillos más grandes.
Yo quería que los ladrillos incorporen plástico pero que no pierdan propiedades, que tengan la misma fortaleza que los tradicionales
En el proyecto que presentó para aprobar su trabajo final, planeó una empresa capaz de cubrir el 10% de la demanda nacional de bloques de hormigón. “Determiné un área en la que el que se realizaría la producción de acuerdo a los demás fabricantes de los materiales. La ubicación está pensada para abastecer la zona de Santa Fe y las provincias limítrofes del norte ya que la mayoría de los productores se ubican en Buenos Aires y Córdoba”, precisó.
Siete meses después, el ingeniero debió comenzar su práctica en fábrica. Optó por realizarla en el Instituto de Investigaciones en Catálisis y Petroquímica (Incape) y que su trabajo se dirigiera en la misma dirección que el de los bloques. Diseñó los adoquines de plástico.
Si los ladrillos consumen gran cantidad del plástico que las personas desechan, aún más lo hacen los adoquines que están fabricados solamente de arena y plástico reciclado. La cantidad de desechos que Federico utilizó para los adoquines fue, al menos, tres veces mayor a la de los bloques de hormigón. La razón es simple: los plásticos ya no reemplazan un porcentaje de la arena, sino que ocupan el lugar del cemento. El plástico se derrite y funciona como ligante, es decir, cumple la función del cemento, el cual tiene propiedades nocivas para el medio ambiente.
Antes de comenzar a realizar los adoquines, el joven también realizó un estudio de mercado. Uno de los principales problemas es la cantidad y la localización de las empresas que producen cemento. “En Argentina existen sólo tres o cuatro fabricantes porque se necesita una infraestructura importante ya que se debe realizar un proceso con altas temperaturas”, explicó Federico. “Como son pocas las empresas que se dedican a esta actividad, pueden ponerse de acuerdo para abastecer cada una a zonas delimitadas y establecer el precio que quieren”, contó y agregó que “esto se puede evitar si directamente utilizamos otro material que no sea cemento, pero para lograrlo es necesaria la voluntad política porque se rebajaría la demanda a las cementeras”.
El plástico se derrite y funciona como ligante, es decir, cumple la función del cemento, el cual tiene propiedades nocivas para el medio ambiente.
Las actividades conllevan mucha emisión de gases (efecto invernadero), por lo que utilizar el plástico en lugar del cemento aumenta el valor ambiental de los adoquines. A la vez, también disminuye el precio: “el cemento representa el 50% del costo de las piezas, por lo que usar materiales reciclados lo bajaría a la mitad del valor”, indicó Federico. Los adoquines actualmente salen $18. En cambio, si se utiliza plástico costarían unos $14. Se reduciría el 25% del costo y no la mitad ya que se necesita invertir en el tratamiento del plástico.
Además de apostar al cuidado ambiental, también podemos generar trabajo en un sector olvidado de la sociedad
El proyecto de los adoquines también tiene un objetivo social que es contribuir con el trabajo de los cartoneros: “de forma casera comenzamos a fabricar los adoquines con la organización de cartoneros de la que soy parte y junto a Barrio 88 ”, contó Federico. “Compramos una máquina para hacer los moldes y luego de hacerlas, las mandamos a certificar en el Centro de Investigación y Desarrollo para la Construcción y la Vivienda (Cecovi) de Santa Fe", indicó. Los adoquines alcanzaron la resistencia que fija la norma 11656 del Instituto Argentino de Normalización y Certificación (Iram) para adoquines de pavimento intertrabado. El próximo paso de Federico y sus compañeros es formar una cooperativa que los fabrique y entre en licitación para vender las piezas al Estado para que construya veredas y también calles. “De esta manera, además de apostar al cuidado ambiental, también podemos generar trabajo en un sector olvidado de la sociedad”, sostuvo Federico.
Pensar que los autos de los santafesinos puedan circular por calles de plástico es al principio una utopía, más aún si esas calles estarían fabricadas con los desechos. Sin embargo, Federico transformó en una posibilidad la idea que parecía loca: ingenió un proyecto con el que luego ganó una beca doctoral en el Conicet. De esta manera, durante los próximos cinco años se dedicará a estudiar cómo hacer mezcla asfáltica con plástico reciclado.
“La mezcla común es con asfalto y agregados: arena, grava. Pero lo que me pregunto es ¿qué pasa cuando reemplazo alguno de los agregados por plástico?”, relató Federico y volvió a reflexionar: “¿qué ocurre si lo que sustituyo es el asfalto como lo hice con los adoquines?”. El joven todavía no obtuvo la respuesta pero, al parecer, no sólo a él le pareció posible que el asfalto sea suplantado por el plástico. “Ahora lo que me queda por estudiar es en qué medida puedo usar plástico en lugar de esos elementos y qué pasa con las propiedades de la mezcla: por ejemplo, si afecta la resistencia a factores ambientales, la absorción del agua o si se genera desgaste por la abrasión (rozamiento de las cubiertas de los autos)”, señaló.
Los proyecto de Federico tienen un claro fin ambiental, con un valor mayor en medio de la crisis ambiental que vive el planeta. Los bloques y los adoquines de plástico son un ejemplo -modelo- de un proceso simple y una inversión barata que, a la vez, tienen un claro fin social: ayudar a un sector olvidado como el de los cartoneros.
Las ideas del ingeniero santafesino son “viables desde lo técnico”, según las definió el joven y sus maestros. “Muchas veces, los inconvenientes no tienen que ver con la posibilidad o no de ser, sino con la puesta en práctica a gran escala de estos proyectos”, sostuvo el joven.
Fuente: Aires de Santa Fe (Argentina)
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