Cómo se podría poner fin al hambre energizando el almacenamiento de alimentos

Cada año se desperdician más de 250 millones de toneladas de alimentos en los países en desarrollo

Alimentos y Tóxicos10/09/2020
Verduras

 El aumento del acceso a la energía puede ayudar a modernizar la cadena alimentaria, en particular incrementando el almacenamiento frigorífico de productos, que previene el desperdicio. Las minirredes y las renovables descentralizadas pueden suministrar energía a menor coste para facilitar dicho acceso a productores y consumidores.

En nuestra lucha contra el calentamiento global, la eficiencia energética es el resultado más directo de la reducción de las emisiones de carbono. Reduce la necesidad de producir más energía y es rápida, fácil y barata. El objetivo de las Naciones Unidas de poner fin al hambre en el mundo para 2030 también debe empezar por la eficiencia. Eso significa reducir el desperdicio de alimentos, lo que solo puede hacerse mediante el almacenamiento refrigerado.

En los países en desarrollo, el 40 % de las pérdidas de alimentos se producen tras la cosecha y en los primeros eslabones de la cadena de suministro. Esto se traduce en pérdidas y desperdicios de alimentos valorados en más de 310 000 millones de dólares anuales, en su mayor parte causados por una refrigeración inadecuada y porque el suministro energético es caro y poco fiable. Las pérdidas de alimentos afectan a los productores, con una reducción de al menos un 15 % de sus ingresos, y también a los consumidores. Al mismo tiempo, el desperdicio de alimentos es el tercer factor de emisiones de CO2 en el mundo.

En las zonas rurales del África Subsahariana y de los países asiáticos en desarrollo, donde la red eléctrica no llega o no funciona, el acceso a la energía —especialmente a soluciones renovables descentralizadas como las minirredes solares e hidroeléctricas— es fundamental. Nuestro análisis revela importantes incrementos de productividad y reducciones de las pérdidas de alimentos si se proporciona un acceso adecuado a la energía a las comunidades rurales.


Sin electricidad, no existe almacenamiento frigorífico que permita y potencie la transformación económica de la vida de 780 millones de pequeños agricultores, que son quienes se llevan la peor parte del desperdicio de alimentos y son también los más vulnerables al cambio climático.

Pero, hasta la fecha, son muchos los países que no han realizado una reforma integral de su normativa para promover las minirredes y el resto de renovables distribuidas que pueden modernizar la cadena alimentaria. Esto pese al hecho de que los generadores diésel —la única solución que les queda actualmente a muchos agricultores— son mucho más caros que la energía solar, aparte de muy contaminantes.

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La Agencia Internacional de la Energía (AIE) afirma que las minirredes y las renovables descentralizadas son la solución menos costosa para proporcionar electricidad a los casi 1 000 millones de personas que todavía viven sin ella, pero la burocracia de las administraciones públicas dificulta la obtención de licencias y la formalización de acuerdos de compra de energía relacionados con este tipo de soluciones. La mejora de las políticas también ayudará a conseguir la financiación mixta necesaria para reducir riesgos y persuadir a la banca comercial local para que entre en el mercado de forma más agresiva. Por último, para lograr todo el cúmulo de ventajas que reportan la electrificación rural y la refrigeración de alimentos no basta con tecnología, políticas y financiación: hace falta un ejército de emprendedores.

La proliferación del almacenamiento frigorífico mediante la implementación de soluciones energéticas renovables descentralizadas puede mejorar la rentabilidad de los proveedores de energía al incrementar la demanda al margen del consumo doméstico. Además, gracias al incremento de las ventas de energía para mejorar la producción de alimentos y, en particular, el almacenamiento frigorífico, los usuarios de energía pueden permitirse pagar un precio mayor por ella, lo que mejora la rentabilidad del negocio del proveedor.

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El sector lácteo rural de Kenya es un buen ejemplo de lo que se puede conseguir. Normalmente, los pequeños agricultores producen menos de 5 litros de leche extra al día para venderla a los centros de recogida de leche del mercado local. Pero llevar leche a un mercado más lejano es difícil, ya que se echa a perder en pocas horas. La sustitución del gasóleo por la energía solar supuso un importante ahorro para los centros, porque eliminó el gasto en combustible y redujo las pérdidas de leche.

Pero debemos pasar de los proyectos piloto a los proyectos a mayor escala. Las grandes empresas energéticas como ENGIE o Enel Green Power, así como las pequeñas empresas emergentes, están trabajando en el despliegue de minirredes para la cadena alimentaria.
Las administraciones públicas y los financiadores, al reconocer el vínculo existente entre el acceso a la electricidad, el almacenamiento frigorífico y la ampliación de la escala de la productividad agraria, no solo contribuirán a poner fin a la pobreza energética, sino que nos acercarán a la seguridad alimentaria para todos.

Fuente: World Economic Forum (.org)

 
 
 

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