
“Nos dimos cuenta de que el cambio era mental y allí nos volvimos completamente agroecológicos”, dicen Margarita y Marco, que producen sobre 400 hectáreas de Claromecó
“Cerquita de la inmensidad del mar, junto al balneario Claromecó”, dice como referencia inmediata Margarita Tourn para ubicar al establecimiento agropecuario de 400 hectáreas que lleva adelante con Marco, su marido, y agrega: “Nació junto a la familia de Jan y Jo, él hijo de inmigrantes y ella llegada de Holanda y de esa conjunción cultural viene el nombre: Argelanda”
Alimentos y Tóxicos12/04/2021
Margarita Tourn y Marco van Strien, ingeniero agrónomo, son la segunda generación que vive y trabaja en este campo con una producción mixta agrícola-ganadera, donde producen de manera extensiva los cereales tradicionales de la zona (trigo, avena y cebada), estos últimos años consociando los cultivos para tener puentes verdes y prestando especial atención a las rotaciones de cultivos y el manejo de ganado.
Siempre hemos producido observándonos como parte del entorno, prestando atención a sus signos para interpretarlos y hacer lo que consideramos más correcto para el medio y para nosotros, porque queremos que nuestros hijos -si lo desean- puedan trabajar y vivir en un suelo vivo y un ambiente saludable. Intentamos llevar a nuestra vida los principios con los que producimos y a la vez trabajar de manera coherente a nuestro pensamiento y sentimiento.
Esa “coherencia” tiene una historia: cuando Marco se recibió de ingeniero agrónomo, 30 años atrás, se hicieron cargo del campo y comenzaron a producir con siembra directa. “La gran problemática que veíamos en ese momento era la pérdida del suelo por erosión eólica y hace ya 10 años comenzamos a notar los límites de este sistema: la resistencia de plagas y enfermedades y la pérdida de biodiversidad, a la vez que leíamos informes cada vez más inquietantes sobre la acumulación de biocidas en la tierra y el agua”, explica Marco, que es asesor de convencionales o en transición agroecológica.
Fue ahí que decidimos comenzar otro modo de producción. No teníamos un nombre para darle a esa búsqueda de no hacer ni hacernos daño y de trabajar en armonía… lo que nos interesaba era generar alimentos acompañando a la naturaleza… y ahora nos representa el nombre agroecología.
recuerda Margarita y menciona algo interesante:
Los primeros años fueron dejando los insumos externos y se contactaron con el INTA local (la Chacra de Barrow), lo cual fue clave: se sumaron al grupo de agroecología extensiva n°1 y el avance fue mucho más rápido al poder comparar las experiencias de las diferentes familias. “Comenzamos con una transición hasta que nos dimos cuenta de que el cambio era mental y allí nos volvimos completamente agroecológicos”.
Marco cuenta que siempre hicieron ciclo completo a pasto sin suplementación y con buen trato animal. Ahora aumentaron la superficie de ganadería por su beneficio para el reciclado de los nutrientes y la captura de carbono. También, agrega, les interesa probar cultivos especiales como lino, colza, trigo candeal, sarraceno y quinoa que han realizado bajo distintos modelos: durante varios años hicieron la multiplicación de su variedad de centeno para el INTA de Bordenave.
Hace ya 4 años que la producción de toda la superficie del campo es agroecológica y si bien los rindes han variado, no necesariamente el margen, ya que tenemos una muy baja dependencia de bioinsumos. Se han hecho varias investigaciones del proceso como análisis económicos, muestreos de biodiversidad, generación de parámetros para evaluar los procesos en la producción agroecológica extensiva y la mayoría de estos papers se han presentado en los Congresos de Agroecología.
remarca Margarita.
Por ahora Argelanda vende sus productos de forma indiferenciada, excepto algunos contratos específicos, como la cebada agroecológica para la maltería Quilmes. Además, como les interesa especialmente llegar al mercado de cercanía, pues consideran que sus productos son muy saludables, han adquirido un molino y están comenzando a elaborar harinas con la idea de avanzar también en la producción de pastas secas. Esto a pequeña escala por lo que buena parte de la producción seguirá comercializándose como comodities.
“Vivimos en el campo y tal vez por eso no podemos entendernos desconectados en nuestra manera de vivir y alimentarnos y la de producir, es decir que no haríamos alimentos que consideráramos que no es bueno comer”, reflexiona Margarita. “Nuestra dieta, como todo en nuestra vida, ha ido variando según nuestra evolución, algunas cosas ya teníamos incorporadas tradicionalmente como los probióticos (kéfir, chucrut, yogur casero), mientras que los germinados y brotados así como la comida más fisiológica (no ultraprocesados), la hemos ido incorporando buscando equilibrio para la salud en general”.
“Nuestro entorno siempre fue agradable. Quienes nos conocen saben que siempre estamos cambiando, no tenemos problemas en compartir y mostrar lo que estamos haciendo”, explica Marco. “Cuando comenzamos con la siembra directa fuimos de los primeros y eso generaba mucha curiosidad. Pues bien, ahora sucede lo mismo ahora: los vecinos preguntan, observan y van viendo los resultados”.
“Nosotros no queremos tomar las decisiones basadas solamente en lo económico, no tuvimos problemas en ese sentido y esta forma de producir no afectó nuestro modo de vida. Por el contrario nos está permitiendo alcanzar metas importantes para nosotros, como mayor independencia”, explica Margarita. “Nos interesa sabernos libres de políticas y mercados y, aunque nos afectan, no queremos otorgarles el poder sobre nuestras decisiones”.
“No es nuestro interés entrar en confrontación o convencer a nadie de que lo que nosotros hacemos es lo mejor y creemos que siempre hay diálogo si se dejan de lado los prejuicios”, concluyen Marco y Margarita. “Más allá de lo que otro pueda decir nosotros hacemos lo que consideramos correcto y lo hacemos de la mejor manera”.
Fuente: Bichos de Campos (.com)


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