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Este material tradicional recupera notoriedad en la arquitectura moderna por muy buenas razones: sostenibilidad, economía y ubicuidad. Proyectistas de todo el mundo reclaman que se renormalice el uso a gran escala de manera urgente y lo emplean en obras que derriban clichés de materia pobre y rural
Construcción sustentable08/06/2022Avanzar significa a veces dar marcha atrás. Y es que cuando el hombre salió de las cuevas el primer material con el que construyó su refugio fue la tierra, el barro, apisonándola o en forma de bloques de adobe. Miles de años después, tras sofisticar hasta lo indecible las técnicas constructivas y explotar hasta la extenuación muchos recursos naturales, se alzan voces clamando por el regreso a la arquitectura de tierra. En realidad nunca se fue: hasta un tercio de la población vive en construcciones levantadas con esta técnica, aunque la gran mayoría no lo hace en los países más aventajados tecnológica y económicamente.
Frank Lloyd Wright y Le Corbusier dibujaron proyectos con ella. El del norteamericano se hizo realidad: una ciudad-jardín para una cooperativa de obreros de la industria automovilística de Detroit; el del francés, un hotel de viviendas adosadas cerca de Marsella, se quedó en el papel. Ahora, una pequeña minoría de arquitectos visionarios trabaja para devolver la tierra a la primera fila en el siglo XXI en Occidente. Nombres de relumbrón como Francis Kéré, Wang Shu o Herzog & De Meuron, todos poseedores del premio Pritzker, u otros más anónimos, pero más especializados.
Muchos empiezan a iniciarse, pero no se atreven porque hace tiempo que desapareció toda normativa y trabajar así exige volver al origen de la arquitectura, donde es el arquitecto el que tiene grandes conocimientos técnicos y de cálculo y controla el material, como Gaudí. Hay que saber de fraguados, de cargas iónicas de las arcillas... Sabiduría antigua que se ha ido perdiendo. Se pueden cumplir las normas y los parámetros con conocimiento y buen hacer, pero hay que renormalizar esta manera de construir, reintroducirla en el sistema.
Esto lo dice Àngels Castellarnau, cabeza de Edra Arquitectura Km0, que, instalada en Ayerbe (Huesca), es una de las grandes especialistas nacionales de construcción con tierra, y comenta que ahora va a incorporar un biólogo y un geólogo a su equipo. Se estrenó en 2010 con este material con su propia casa en este pueblo del Pirineo aragonés construida con tapial, una técnica en la cual se compacta la tierra por medios mecánicos usando encofrado de madera. Con ella ganó el Terra Award en 2016, el premio más prestigioso del mundo en esta categoría. Desde entonces ha levantado viviendas (ahora trabaja en una pequeña promoción de bajo impacto ambiental en Mallorca promovida por el Instituto Balear de la Vivienda), hoteles y hasta bodegas, incluida la suya propia, Edra.
A priori, todo son ventajas con la tierra. Es un material inocuo y totalmente reciclable, de kilómetro cero (cualquier tierra es válida, mejor la de la propia excavación), es decir, con poca carga energética, es inerte, ni se pudre, ni se quema, almacena calor y lo cede, es transpirable, excelente como aislante acústico... y barata. Imbatible a nivel impacto ambiental. ¿Alguna pega?
El punto débil es el mantenimiento, aunque siempre se trata de una erosión controlada y calculada de antemano. Para ello se sobredimensiona o se estabiliza la tierra con aditivos y biopolímeros.
explica Castellarnau.
Tan bien parece estar resuelto el tema que ha hecho un spa con esta técnica. No es la única que se la ha jugado con el agua: el estudio Vier Arquitectos terminó en 2016 la piscina municipal de Toro, Zamora, con tapial de 60 centímetros de espesor, el método más extendido y el que ofrece una estética más contemporánea: permite grandes superficies sin interrupción.
Un indicio de que la construcción con tierra no es una anécdota, si no que va a más es el hecho de que un artista austríaco devenido en empresario, Martin Rauch, ha desarrollado tapiales prefabricados sin alterar el material. Con ellos construyeron Herzog & De Meuron la fábrica en un verde valle de la también suiza Ricola, y han dado forma desde una iglesia hasta una sala de cine en Austria. Rauch, que comenzó a experimentar con la arcilla en los años noventa, fue nombrado en 2010 profesor honorario de la cátedra de arquitectura de tierra por la UNESCO y desde 2014 es profesor invitado del departamento de Arquitectura de la ETH de Zúrich junto con la arquitecta Anna Heringer (a quien la Fundación ICO de Madrid dedicó una exposición hasta el 8 de mayo).
Es la más sostenible, es económica y se ha adaptado como un guante a la construcción contemporánea, prestaciones inigualables con una estética contemporánea que se aleja de lo vernacular. Ahora, la palabra la tienen los gobiernos que, lejos de facilitar, ponen trabas o, como denuncia Jean Dethier, arquitecto e historiador y autor del volumen Arquitecturas de tierra, intentan prohibir el arte de construir con un material natural y ecológico.
Resulta entonces aún más paradójico que hoy en día se reivindique una relación holística entre el hombre, su entorno construido y la naturaleza, así como el empleo ecorresponsable de los recursos.
El ostracismo actual de la tierra resulta inadmisible ya que el derecho de construir con ella siempre ha estado implícito en todas las culturas del mundo. Esta libertad fundamental debe ser conservada, estimulada y facilitada, no solamente en el campo o los países pobres, de cierta forma paternalista o condescendiente, sino también en las nuevas ciudades –como lo demuestra Domaine de la Terre, inaugurado en Francia en 1986– e incluso en las metrópolis como París. Las pruebas de la eficacia y la durabilidad de las arquitecturas contemporáneas de tierra son, hoy por hoy, numerosas y convincentes. Una arquitectura auténticamente ecológica puede, y debe, contribuir al cambio de paradigma social. Y el arte de construir con tierra nos permitirá habitar el planeta de una manera mejor, sentencia Dethier en uno de los numerosos textos reflexivos del libro.
Hace mucho que lo estamos viendo, pero últimamente, cuando el discurso de la sostenibilidad cobra fuerza, la arquitectura de tierra se va a convertir en un hecho sobrevenido. Es un movimiento imparable.
remata Àngels Castellarnau.
Dos libros en español tratan en profundidad la materia de forma muy divulgativa. Arquitecturas de Tierra, de Jean Dethier, editado por Blume, traza una historia por países y continentes trufada de ensayos muy rigurosos escritos o supervisados por el colectivo francés CRAterre, pioneros y figuras respetadas, que intentan dar una visión 360º de la disciplina. Muy recomendable. Por su parte, los arquitectos Bjarne Mastenbroek y SeARCH han aprovechado los viajes por el mundo del fotógrafo Iwan Baan para documentarse para Dig it! (Taschen), que además de arquitectura de tierra trata de forma más amplia la relación estrecha de esta con su entorno mezclando fotos y planimetría.
Residencial cultural Majara en la isla de Orzmuz (Irán), de ZAV Architects.
Módulo de la fábrica de Ricola, de Herzog & De Meuron en colaboración con Martin Rauch.
Detalle del pabellón de Marruecos en la Expo de Dubái 2020.
Interior del edificio de oficinas Good Cycle en Japón, de Nori Architects.
Bodegas El Escocés Volante en Cervera de la Cañada, Zaragoza, de Ángels Castellarnau.
Soil House en Minamisoma, Japón, de ADX.
Una de las viviendas de The Great Wall Western Australia, de Luigi Rossellini, un complejo de tierra apisonada que serpentea a lo largo de 230 metros de largo.
Piscina pública de Toro, Zamora, de Vier Arquitectos.
Hotel Torre del Marqués en Monroyo (Teruel), de Edra Arquitectura Km0 (Ángels Castellarnau).
El austríaco Martin Rauch, ceramista de formación, ha montado una empresa de tapial prefabricado.
Ángels Castellarnau, junto con Gabi Barbeta, una de las grandes especialistas nacionales de construcción con tierra.
No es una produccion propia, la fuente es Arquitectura y Diseño (.es)
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