En América Latina, el interés por las noticias sobre el cambio climático es mayor que en cualquier otra parte del mundo
Esta es la opinión de Manuel Baquedano, Master Sociólogo de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica) y Fundador del Instituto de Ecología Política. Quien en 2019 publicó en Poder y Liderazgo de Chile su perspectiva del minimalismo en relacion al ambiente y al cambio climatico.
Hace treinta años atrás una persona preocupada por el medio ambiente practicaba y promovía el reciclaje; dejaba la reutilización o la reducción de las mercancías para las culturas hippies o alternativas, es decir, para los más marginales del sistema. Hoy en día, la situación cambió totalmente y quien quiera hacer algo significativo por el planeta sabe que tiene que reducir drásticamente su consumo. Para ello, debe eliminar lo superfluo que constituye casi el 50% de las mercancías y servicios que se producen en el mundo.
Los tiempos del reciclaje eran los tiempos en que se soñaba con una economía que podía volver a reutilizar los recursos. Dentro de ese sueño, se podía seguir viviendo en una zona de confort sin destruir el medio ambiente. Era el tiempo de la creencia en los cuentos de hadas, como dijo Greta Thunberg. Primaba la ilusión de que el crecimiento económico podría aumentar de forma infinita en un mundo que es finito. Al mismo tiempo, se pensaba que ese crecimiento indefinido podía lograrse sin afectar las bases biofísicas del planeta. En la actualidad, esta creencia choca con la realidad y los conceptos como “desarrollo sustentable”, “economía circular” o “economía verde” son una propuesta ideológica más que una guía efectiva para la acción.
El minimalismo es una respuesta inteligente para transitar un nuevo modo de vida basado en la simplicidad. Desde nuestro punto de vista, esta lucha por cambiar el modo de vida es fundamental para enfrentar la crisis climática en la que estamos inmersos. Entonces, bienvenida la quiebra de las actividades económicas superfluas. Creemos que es un buen indicador del aumento de conciencia en los seres humanos.
Desde nuestro punto de vista, la explicación es sencilla: la naturaleza se cansó de esperarnos y ella, independiente de lo que hoy podamos hacer, comenzó a buscar su propio equilibrio. Entonces, como seres humanos, hoy ya no tenemos la certeza de que este nuevo punto de equilibrio sea compatible con nuestra permanencia como civilización o como especie.
Le semana pasada, justo cuando Greta estaba de visita en Estados Unidos, la multinacional de ropa juvenil Forever 21 anunció su quiebra. Esta empresa fue una de las primeras en dedicarse a vender modelos de vestuario baratos que estaban ideados para desecharse al poco tiempo, con un promedio de utilización de 5 veces al año. Forever 21 fue pionera a la hora de crear un tipo de ropa chatarra que produjo un 400% más de emisiones de CO2 que los modelos convencionales que se utilizaban, en promedio, unas 35 veces al año.
Claramente, en este contexto, se vislumbra un cambio de tendencia en el mundo juvenil, ese que abarca la generación Z (de 13 a 20 años) y a la generación millennials (de 20 a 35 años). Estos jóvenes hoy deciden movilizarse masivamente contra el cambio climático y han encontrado en la eliminación de lo superfluo su punto de partida.
Si esta tendencia se consolida y se contagia a otras generaciones, la búsqueda de un modo de vida coherente con la acción climática nos llevará rápidamente al minimalismo. Esto nos permitirá abordar mucho mejor la era de la escasez que se avecina y prepararnos para salir progresivamente de la sociedad de consumo.
El ser humano minimalista es aquel que opta por la calidad en vez de la cantidad y para quien los objetos que no sirven se regalan, se venden o se transforman en otra cosa, sin más apego alguno por aquello que no se va a utilizar. Una persona que decide llevar una vida minimalista quiere acumular experiencias, no cosas materiales. Si le gusta viajar, por ejemplo, intentará concretar el viaje y no lo dejará como un sueño o una aspiración irrealizable.
El minimalismo no es una moda, un método para ordenar la casa o una forma de ahorrar dinero. Estos son más bien aspectos que se han convertido en consecuencias naturales de una nueva forma de vivir que simplifica la vida y que se enfoca en concretar aquello que es realmente esencial.
En un mundo sin futuro, para los jóvenes la lucha contra la crisis climática se ha convertido en algo urgente. Ellos creen –y con razón- que si no se resuelve la crisis no será posible construir proyectos de vida. El futuro entonces se les ha vuelto tan incierto que amenaza la propia existencia.
El calentamiento global del planeta se debe a un modelo de crecimiento económico que privilegia la satisfacción de las necesidades humanas a través del consumo. El cambio climático es un efecto de este calentamiento global provocado por el crecimiento económico y el minimalismo – que también podemos considerarlo una parte de la “vía de la simplicidad”– apunta directamente a desprenderse de lo superfluo. El sistema político está completamente desprestigiado desde la óptica de los jóvenes. Los nuevos militantes climáticos encontraron una nueva forma de votar que es con los pies: quieren elegir dónde vivir y de qué manera hacerlo.
El minimalismo es una respuesta inteligente para transitar un nuevo modo de vida basado en la simplicidad. Desde nuestro punto de vista, esta lucha por cambiar el modo de vida es fundamental para enfrentar la crisis climática en la que estamos inmersos. Entonces, bienvenida la quiebra de las actividades económicas superfluas. Creemos que es un buen indicador del aumento de conciencia en los seres humanos.
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