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El mundo pierde cada año una superficie de bosque equivalente al territorio de Bélgica. El coste de esa pérdida es casi imposible de medir, y sus efectos van mucho más allá de lo forestal
Arbolado24/05/2023Imaginen un área del tamaño de Bélgica, cubierta por bosques y árboles que proporcionan alimentos, combustible, medicinas, refugio e ingresos a los habitantes locales. Y que, a la vez, conservan el suelo y el agua para los cultivos y absorben el carbono de la atmósfera.
Ahora, imaginen ese mismo territorio, pero despojado de todos sus árboles. Pues esa —la equivalente a la superficie de Bélgica— es la cantidad de bosque que el mundo pierde cada año. El coste de esa pérdida es casi imposible de medir, y sus efectos van mucho más allá de lo forestal.
Cuando los bosques y árboles desaparecen se llevan consigo sistemas enteros de suelo y de agua, a menudo de forma irreversible. El 75% del agua dulce para cultivos, industria y hogares proviene de bosques y humedales. Estos también capturan más carbono que cualquier otro ecosistema terrestre y, cuando se destruyen, ese carbono que secuestraban se libera en la atmósfera, causando un impacto negativo en el clima.
El efecto de la deforestación para las personas y el medioambiente es serio y de enorme alcance. El aumento en la pérdida de bosques también significa que, si no se corrige el modo en que se gestionan las tierras, probablemente el mundo no logre objetivos globales cruciales, en concreto los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Tal retroceso también tendrá implicaciones en lo que se refiere a las acciones de esos mismos ODS para erradicar el hambre y la pobreza, preservar la salud y luchar contra el cambio climático. Esas metas dependen en gran medida de los bienes y servicios que los bosques ofrecen.
Para darse verdadera cuenta del nivel de interdependencia hay que detenerse en el ODS número 15, sobre cuyo progreso se centrarán las revisiones de alto nivel a finales de este año. Este marca un objetivo muy ambicioso: detener la deforestación antes de 2020. También hace un llamamiento a que el mundo garantice que los bosques se gestionan de manera sostenible y a que protejamos la biodiversidad, restauremos y promovamos el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, y detengamos y revirtamos la degradación de la tierra.
Cuando los bosques y árboles desaparecen se llevan consigo sistemas enteros de suelo y de agua, a menudo de forma irreversible
Ninguna de estas medidas puede lograrse si los bosques no se sitúan en el centro de políticas, estrategias de desarrollo y acciones que van mucho más allá del sector forestal. De hecho, muchos factores que impulsan la deforestación son exógenos al sector y están enraizados en cuestiones sociales y económicas más amplias, como los desafíos relacionados con la reducción de la pobreza y las políticas que favorecen usos de la tierra de rendimientos financieros más altos y más rápidos, como la energía, la minería, el transporte y la agricultura.
Además, una población mundial en crecimiento que, según las proyecciones, alcanzará los 9,6 millones en 2050, hace que sea sumamente importante encontrar formas de alimentar a las personas mientras se mantienen y expanden los bosques para satisfacer otras necesidades humanas.
Es posible hacerlo. Los estudios publicados por la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) muestran cómo, en el último cuarto de siglo, más de 20 países han mejorado la seguridad alimentaria a la vez que han mantenido o aumentado su cubierta forestal. La producción de alimentos puede aumentarse mediante la intensificación agrícola y otras importantes medidas políticas. Vietnam, Ghana y Túnez son solo algunos ejemplos de países muy diferentes que muestran buenos resultados cuando los responsables coordinan políticas en sectores distintos como la agricultura, la silvicultura, la planificación del uso y los derechos de la tenencia de la tierra.
Compartir conocimientos y experiencias y dar más visibilidad al asunto es una parte fundamental de este proceso. Los gobiernos, a todos los niveles, deben trabajar estrechamente con los pueblos indígenas, los representantes de las comunidades, las asociaciones del sector privado y las organizaciones internacionales.
Los compromisos de responsabilidad corporativa de las grandes corporaciones que operan en el sector agrícola también son muy importantes. Un compromiso amplio e inclusivo puede conducir a una reevaluación del papel de los bosques en la producción agrícola. Se debe compartir y aplicar más tecnología innovadora, considerar los instrumentos financieros internacionales y las alianzas público-privadas, y revisarse las cuestiones de gobernanza, incluida la tenencia.
No hay tiempo que perder. Detener y revertir la deforestación a nivel mundial supone un desafío enorme y requerirá tanto voluntad política como acción concertada en todos los sectores y a todos los niveles.
Este esfuerzo puede influir en las decisiones fundamentales que se esperan en julio de este año, cuando la ONU haga balance del progreso realizado hacia los ODS, que a su vez influirá en las acciones de seguimiento que hagan los estados, empresas y socios de la sociedad civil a todos los niveles. Si actuamos colectivamente ahora podemos abordar el desafío global de la deforestación, alcanzar nuestros objetivos y garantizar que el mundo siga disfrutando de todos los bienes y servicios que los bosques nos brindan, hoy y en el futuro.
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