“Apareció una señal muy, muy extraña que nunca había visto antes en algunas de nuestras estaciones en el Norte”, dijo Carl Ebeling, sismólogo del Instituto Scripps de Oceanografía de la Universidad de California en San Diego
Clima para el verano 2024: ¿Argentina será un horno?
En el Hemisferio Norte este año se batieron todos los récords de calor. Especialistas anticipan qué pasará con nosotros en la era de ebullición global
Calentamiento Global14/11/2023Marcos BachA más de uno le llamó la atención tener que salir a la calle en remera en pleno invierno, ¿no? Después de un verano sofocante, en la Argentina esperábamos ansiosos los meses más fríos para descansar de tanto calor. Sin embargo, las temperaturas nos volvieron a sorprender. Hubo días que se parecían más a una tarde de enero que a una jornada invernal. ¿Invierno o infierno? Algo no anda bien.
Mientras vivíamos un veranito inesperado a fines de julio, llegaba la información de que en el hemisferio norte la ola de calor estaba afectando seriamente a muchas regiones. El futuro del que tanto se habló ya está acá. En cuarenta días comienza el verano, desde el diario argentino Clarin se pregunta: ¿se repetirá aquí lo que ya sucedió en la otra mitad del globo?
Un planeta recaliente
Julio 2023 se convirtió en el mes más caluroso desde que existen registros de medición, según informaron la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y el Servicio Copernicus. Durante dicho mes se experimentaron récords en todos los ámbitos: el lapso de tres semanas más caluroso, los tres días más calientes y las temperaturas oceánicas más altas para aquella época del año.
Probablemente éste sea un verano un poquito más cálido de lo que ha sido el promedio de los últimos 30 años.
Leandro Díaz - Investigador del Conicet
Antonio Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, habló sobre esta situación y realizó un llamado de atención: “La única sorpresa es la velocidad del cambio. El cambio climático está aquí. Es aterrador. Y es apenas el comienzo. La era del calentamiento global ha terminado. La era de la ebullición global ha llegado”. Así que el planeta está a punto de hervor: pasamos de warming a boiling.
Pilar Asefh, cofundadora de la agrupación ambientalista Periodistas por el Planeta, en una charla con Viva, analizó estos dichos y el momento que estamos transitando:
“Para mí, el término ebullición implica estos estallidos que estamos pasando. Tenemos la temperatura más alta de la historia, la noche más calurosa registrada, récords en los Estados Unidos, en Europa, en África, inundaciones, sequía. Lo hablamos en números, pero todo esto se traduce en vidas. Hubo muertos por las olas de calor y por las inundaciones. Lo estamos sintiendo en nuestra propia piel. La sensación es que no hay un rincón de la Tierra que no esté siendo impactado: todo está sucediendo al mismo tiempo”.
Pronostican que este verano habrá más lluvias.
Lejos de ser algo que sucederá dentro de mucho tiempo, la crisis climática va ganando protagonismo. “Cuando se habla de calentamiento global, siempre da la impresión de que es algo a futuro, abstracto y paulatino, cuando el cambio climático ya es una realidad presente. En la Argentina estamos viviendo fenómenos extremos como inundaciones y sequías alternadamente”, explica Mercedes Pombo, referente del movimiento Jóvenes por el Clima.
Es muy importante remarcar esto: el cambio climático no es solamente algo medioambiental, porque afecta a todas las personas y a la vegetación, a lo económico, a lo social, a la salud, entre otras.
“Creo que hoy nos encontramos en un punto muy crítico: estos calentamientos que se alcanzaron en el último tiempo y durante las primeras tres semanas de julio no tienen precedentes en 120.000 años, son niveles súper altos que ya están afectando, en primera persona, a las poblaciones. Antes, cuando ocurría algo a raíz del cambio climático se hablaba del derretimiento de un glaciar; ahora, le está tocando la puerta a la gente”, analiza Bruno Giambelluca, coordinador de la campaña de cambio climático y vocero de Greenpeace.
Imaginemos un mundo más caliente. Que aumente la temperatura no habla solo de que vamos a necesitar refrigerarnos más, sino también de que se van a potenciar los fenómenos extremos, tanto de inundaciones como de sequías.
Desde ya, es un hecho inusual que las Cataratas del Iguazú deban cerrarse al turismo por sobreabundancia de agua con una fuerza violenta, como sucedió a fines de octubre, un mes donde la temperatura media del país contó con máximas de 30 y mínimas de una sola cifra en una misma semana.
La corriente del Niño modera las temperaturas: este verano será más húmedo, con más lluvias.
José Luis Stella - Servicio Meteorológico Nacional
¿Hasta dónde llegará?
¿Existe un límite de calor para que un humano pueda vivir saludablemente? “Hay ciertas temperaturas que hacen inhabitable la vida en la Tierra y, por eso, la comunidad científica insiste en no sobrepasar el aumento de 1.5° en el promedio global”, explica Mercedes Pombo.
La cuestión es qué podríamos ir haciendo para que ese aumento no se produzca y no terminar quemándonos vivos.
Cuando la científica especializada en ecología Sandra Díaz ganó el Premio Konex de brillante, le transmitió a Clarín algo de fatalidad y algo de esperanza. Dijo: “Algunos aspectos del cambio climático son inevitables. Hay cambios en la temperatura y en la dinámica de la atmósfera y los mares que ya no se pueden parar. Sin embargo, se puede hacer mucho para evitar cambios más grandes”.
Se asegura que para el año 2050 tenemos que llegar a la neutralidad de carbono (reducción de la contaminación por CO 2 que implica menos uso de gas y petróleo). Pero con un país que recién está estrenando “soberanía energética” (Vaca Muerta), ¿cómo hablar de reducir el abuso de petróleo? Si además, ante la menor falta de nafta, la ciudadanía entra en pánico.
Inundaciones, otro problema de estos tiempos. Foto: AP
“Superado el 1.5° de aumento de temperatura, se estima que las condiciones de vida en la Tierra van a ser muy inhóspitas. Hoy en día estamos en aproximadamente un aumento de 1.1° respecto a los niveles que teníamos en épocas preindustriales”, alarma Pombo.
¿Estamos a tiempo?
El compromiso para bajar el uso de combustibles fósiles debe ser mundial (todo el planeta involucrado) y a fondo, con mucha voluntad política, aseguran todos los especialistas consultados por Viva.
Los procesos que se pongan en marcha tienen que ser planificados y pensados para que su impacto tenga efectos a largo plazo. A raíz del conflicto entre Rusia y Ucrania, primero, y el que se desarrolla en Gaza ahora, se desplazó muchísimo la agenda de la transición energética y lo que hay que hacer con urgencia, aseguran los expertos, es transformar el sector energético, del cual proviene la mayor parte de las emisiones que conducen a la ebullición global.
Lo principal, dicen, es transicionar hacia las energías bajas en emisión, que son las renovables (solar, eólica, hídrica). “Negar el cambio climático no es escepticismo, es negacionismo basado en la desinformación y, sobre todo, en la protección de intereses que se ven vulnerados por las medidas que habría que tomar”, afirma con contundencia Sandra Díaz.
¿Somos capaces de cambiar nuestros modelos de producción y consumo? ¿Autos eléctricos? ¿Calefacción a sol? ¿Menos aviones? “Empecemos por parar el fracking (perforación hidráulica del suelo para obtener, por ejemplo, petróleo). Este es el cambio de dinámica de juego que se necesita para dejar de bullir. Y salir del cortoplacismo, porque el cambio climático va a seguir en este gobierno y en el otro. Si no hacemos algo a partir de hoy va a ser cada vez peor”, advierte la periodista Pilar Asefh.
Deuda interna y ambiental
Desde Jóvenes por el Clima señalan que para ellos es fundamental que exista una transferencia de recursos a países de renta media y baja para llevar adelante su transición energética:
“Para nosotros, hay deuda ambiental. En la Argentina, por ejemplo, somos deudores financieros, pero también somos acreedores ambientales. El endeudamiento tiene que ver con que nuestros recursos estuvieron puestos en función de un desarrollo ajeno. Y en ese sentido, para poder afrontar la inversión que implica en moneda extranjera la transición energética, necesitamos que se reconozca esa deuda ambiental”, dice Mercedes Pombo.
Hay otro aspecto ecológico que influye en el cambio climático: la falta de verde, de humedales, de pulmones para el planeta.
Y no sólo se trata del Amazonas.
Cuando algunos habitantes del country Nordelta se quejan de la irrupción de manadas de carpinchos, no llegan a entender que el animal es sólo un síntoma de un diagnóstico mayor.
Sequías: otra faceta de la ebullición global. Foto: AP
“La disminución de algunos biomas en la Argentina ha sido dramática”, señala la científica Díaz. “Desde 2007, se ha desforestado una superficie del bosque chaqueño equivalente a más de 60 ciudades de Buenos Aires.”
“Nuestra principal herramienta para poder absorber el dióxido de carbono son los ecosistemas. Por eso, la deforestación es un problema. Tenemos una muy buena ley de bosques, pero se implementa mal”, agrega la joven Mercedes Pombo.
Se estima que en los últimos 300 años ha desaparecido el 87 por ciento de los humedales del planeta.
Argentina tiene más de 600.000 km² de humedales, que representan el 21,5% de la superficie, pero sigue pendiente la sanción de una ley para preservarlos.
¿Qué verano nos espera?
José Luis Stella es especialista en climatología y forma parte de la dirección central de monitoreo del clima del Servicio Meteorológico Nacional. Consultado por Viva, aseguró que durante el verano 2022/23 la Argentina atravesó el peor período de calor jamás registrado y que estamos en un contexto de calentamiento que se está acelerando.
Nuestra principal herramienta para poder absorber el dióxido de carbono son los ecosistemas. Por eso, la deforestación es un problema.
Mercedes Pombo - Activista
“La tendencia sigue en aumento, eso se ve muy marcado en los últimos 40 años. Es muy llamativo cómo va la curva de temperatura. Argentina, a nivel país, tuvo más de un grado arriba. Es el noveno mes consecutivo con anomalías positivas de temperatura. Para nosotros no fue el julio más cálido, hizo frío en el sur de la Patagonia, pero seguimos esa tendencia ascendente”, explica detalladamente.
Luego de tres años con el fenómeno climático llamado la Niña instalado, ahora se está desarrollando el Niño, el cual ya provocó que en otoño-invierno hayamos tenido más calor de lo normal en el centro y norte de la Argentina. Esto quiere decir que las temperaturas altas que atravesamos en el invierno pasado quizás estaban más ayudadas por el fenómeno del Niño y no tanto por la tendencia de calentamiento, al menos en nuestro caso.
Explica Stella: “En general uno asocia, en la Argentina, a la Niña con falta de lluvias o menores precipitaciones, como las que tuvimos los últimos años; y el Niño, al contrario, favorece las lluvias y afecta mucho a nuestra región húmeda, el este del país, que es donde más llueve. Al tener ahora el fenómeno del Niño, se espera que durante la primavera y el verano se favorezcan más las precipitaciones y tengamos lluvias más recurrentes”.
Por lo vivido en octubre y el comienzo de este mes, esta tendencia se está comprobando, al menos en Buenos Aires.
Los incendio se multiplicaron en el mundo por las altas temperaturas. Foto: AP
Los últimos dos veranos (2022 y 2023) fueron de los más extremos. Por eso, al ver las altas temperaturas que está padeciendo el hemisferio norte, es lógico que nos asustemos pensando en que vamos a volver a transitar olas de calor durante los meses veraniegos.
Sin embargo, hay un alivio: las estimaciones indican que no estarían dadas las condiciones para que se pueda repetir algo parecido.
“Con un Niño instalado no debería pasar”, detalla Stella. Y agrega: “El Niño modera más las temperaturas, hace que los veranos sean más húmedos, más nublados, con más lluvia. Si bien en invierno tiende a que las temperaturas sean más altas de lo normal, ya entrada la primavera y en el verano, el Niño hace que se inhiban esas temperaturas tan altas y no favorecería a las olas de calor, por lo menos en la zona del centro y sur de Argentina. De todos modos, seguimos observando que los veranos son cada vez más y más cálidos”.
Leandro Díaz es doctor en Ciencias de la Atmósfera e investigador del CONICET en el Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera, además de docente en la Universidad de Buenos Aires. En charla con Viva, explicó que la idea de ebullición que se empleó recientemente para denominar el estado de la crisis climática no es algo que se pueda definir físicamente, sino que es más bien una terminología que se usó para alertar sobre la situación de la crisis climática.
Según sus palabras: “En la Argentina, al igual que vemos en fenómenos a lo largo y ancho de todo de todo el mundo, estamos evidenciando fenómenos extremos que son cada vez más intensos, más frecuentes, más duraderos. Una muestra de ello es lo que vivimos el último verano: tuvimos diez olas de calor, cuando lo normal eran cuatro o cinco. Y algunas, en particular, fueron muy intensas, con una duración muy larga, sobre todo la última de marzo, que se extendió por dos semanas en la zona de Buenos Aires”.
“En estas olas de calor ya hay estudios que muestran cómo la influencia antropogénica (provocada por el hombre) las hace mucho más probables de lo que hubieran sido, sobre todo por las emisiones de gases de efecto invernadero.”
Los síntomas, explica Leandro Díaz, se empiezan a notar cada vez más y lo que estamos evidenciando en la Argentina, particularmente, es un retroceso de los glaciares en toda la región andina y zonas (sobre todo al oeste del país) con problemas con el agua debido a condiciones más secas o de menores nevadas en Cordillera, que generan que los ríos estén más secos.
También, para el este del país, hay un aumento en la frecuencia e intensidad de eventos extremos relacionados con las lluvias (en las últimas décadas se vio un aumento y precipitaciones más extremas).
“Si bien esperamos a largo plazo una tendencia de aumento en las temperaturas y que sean más frecuentes eventos como las olas de calor, no es tan fácil decir lo que va a pasar, ya que la variabilidad interanual puede ser grande. De hecho, el último verano fue particularmente intenso y no tenemos indicios de que se repita este año. Las previsiones que tenemos ahora indican que, probablemente, sea un verano un poquito más cálido de lo que ha sido el promedio de los últimos 30 años, pero no podemos decir, todavía, si vamos a tener eventos intensos como sucedió el año pasado”, agrega Leandro Díaz.
Y nos alivia.
En resumen, el cambio climático ya está entre nosotros. Una nueva normalidad se nos está presentando y es momento de ajustar todo lo que se pueda para que las consecuencias tengan el menor impacto posible.
El planeta es uno solo y hay que cuidarlo. Lo está pidiendo a gritos de calor.
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