
Los árboles pueden ser poderosos aliados en la lucha contra el calentamiento global, porque pueden absorber CO2. Pero plantarlos no es de por sí la única herramienta adecuada para abordar la crisis climática
"El mensaje es que el fuego ha estado, está y estará con nosotros. Debemos aprender a coexistir con el mismo", dice el ecólogo Alejandro Brown
Arbolado08/03/2022Ardió Corrientes. Durante más de 45 días, estuvo prendiéndose fuego, con más de 800.000 hectáreas quemadas y una pérdida estimada de $ 26.000 millones para el sistema productivo de esa provincia. Cada vez más, se confirman los efectos del calentamiento. Son reales, irreversibles y están sucediendo ahora. La crisis climática se ha acelerado y el planeta se calentará 1,5° centígrados durante los próximos 19 años. Así lo han revelado los científicos del Panel Internacional sobre el Cambio Climático (IPCC), un paraguas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Pero, ¿qué tiene que ver esa suba de la temperatura con lo que ha sucedido en las tierras correntinas?
Los incendios son uno de los fenómenos extremos que trae aparejado el calentamiento. También provoca inundaciones, calor y sequías. Desgraciadamente, estas situaciones sucederán con una frecuencia cada vez más inusitada. Por eso, hoy hablar de sequía ya no explica todo lo acontecido en el norte de Corrientes. Tenemos que hablar de calentamiento. "Esos incendios apocalípticos probablemente se deban a la conjunción de distintas formas de uso de la tierra y en un contexto de sequía extrema, potenciada por el cambio climático global", explica el ecólogo Alejandro Brown, presidente de la Fundación ProYungas.
Desde hace siglos, dos fuerzas ecológicas vienen modelado la distribución de los pastizales y los bosques en Corrientes: el agua y los fuegos. En forma intermitente y cíclica, se han ido alternando y manteniendo un equilibrio entre las áreas abiertas, cubiertas por pastizales y palmares, y aquellas cerradas, cubiertas por bosques, ya sean en isletas o en apretadas hileras a lo largo de ríos y arroyos.
responde el especialista.
La situación actual, en cambio, revela una falta de una coordinación entre quienes producen y entre quienes tienen la responsabilidad de disponer de los recursos operativos necesarios para las acciones de prevención y control, prosigue Brown. "Lo peor que podemos hacer es buscar culpables. El mensaje de Corrientes es que el fuego ha estado, está y estará con nosotros. Debemos aprender a coexistir con el mismo. Eso implica estudiar, cooperar y actuar de manera apropiada en tiempo y en forma", reflexiona.
Algo similar plantea Ricardo Grau, director del Instituto de Ecología Regional, una unidad de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) y del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). Desde hace un par de años, este científico expone con claridad la necesidad de que los gobiernos cuenten con una política de control de fuegos.
La detección temprana y el actuar a tiempo permitirían que los daños sean mucho menores. Además, es necesario contar con un sistema que pueda cuantificar el nivel de riesgo, con modelos en base a información satelital.
describe.
En 2017, el gobierno del entonces presidente Mauricio Macri decidió pasar a la órbita del Ministerio de Seguridad al Sistema Nacional del Manejo del Fuego (SNMF), previamente ubicado en el Ministerio de Ambiente. El objetivo de esta modificación respondía a la necesidad de fortalecer la respuesta. Este sistema de funcionamiento fue suspendido durante la presidencia de Alberto Fernández, que entiende que la decisión anterior no había sido la mejor. Como fuere, la naturaleza no comprende de política.
Y si bien siempre ha habido desastres relacionados con los fenómenos meteorológicos, a medida que aumenta la temperatura se vuelven más frecuentes e intensos. El clima empeora los desafíos ya existentes. Las miradas de Brown y de Grau suelen ser conciliadoras más que alarmistas. No obstante, ambos se manifiestan determinantes a la hora de analizar cómo debemos alistarnos para este destino inexorable.
Plantean que los gobernantes están llamados a priorizar la medición de riesgos. Esto implica prevenir los incendios forestales; promover el uso de energías renovables; mejorar los sistemas de captación y distribución de agua; planificar la ubicación de los nuevos barrios e invertir en infraestructura vial e hídrica, como puentes y caminos. Es el futuro el que está en juego.
No es una produccion propia, la fuente es el Diario La Gaceta (Tucuman, Argentina)
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