Una escuela que enseña a vivir en armonía con el entorno natural

La escuela Secundaria de Formación Agroecológica tiene la primer aula sustentable del país. Enseñan a alimentarse con plantas nativas

Noticias Generales 10/03/2022
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Desde octubre de 2021 Entre Ríos cuenta con la primer aula sustentable del país, donde desarrolla sus actividades la Escuela de Formación Agroecológica (ESFA), una institución de nivel secundario y modalidad rural que pone énfasis en la sustentabilidad y la conservación ambiental.

La ESFA nació por iniciativa de la ONG Luz del Ibirá, que trabaja en la educación ambiental, y el apoyo de Tagma, una asociación civil de la República Oriental del Uruguay dedicada a desarrollar proyectos innovadores. Entre los muchos ejes educativos que se trabajan en esta escuela, se destaca el aprovechamiento de plantas silvestres –y también cultivables– de valor comestible pero no convencionales.

Mariana Acosta es directora pedagógica de la escuela, docente de Biología y brinda talleres para personas mayores sobre plantas silvestres aptas para consumo humano, como parte de las actividades de Luz del Ibirá. En agosto de 2021 publicó el libro Silvestres comestibles de la A a la Z, donde identifica varias especies de alto valor nutricional y detalla cómo prepararlas, con recetas incluidas. 


La salida del libro coincidió con la construcción del aula ambiental de la Escuela de Formación Agroecológica (ESFA), una escuela que es la primera de la provincia abocada a la agroecología y la conservación. Es de modalidad rural y es una transformación de la escuela, tal como lo plantea Francesco Tonucci, en contacto directo con la naturaleza. El proyecto tiene tres años, está en trámite en el Consejo General de Educación, a punto de salir la resolución.

Explico sobre el amplio proyecto que abarca Luz del Ibirá.


Se trata de la primer aula ambiental de la Argentina. Está ubicada a la entrada de la reserva del perilago de Salto Grande, en las afueras de Concordia, a unos 500 metros del límite del cruce hacia la República Oriental del Uruguay. Se trata de una edificación de construcción sustentable porque aprovecha materiales locales, como el eucalipto, y hace un uso eficiente de los recursos naturales: su orientación bioclimática permite alcanzar una temperatura agradable en el interior, aprovechando la luz y las sombras. También tiene ventilación cruzada desde el entrepiso. Además, está pensada para recolectar y almacenar con tanques cisterna el agua de lluvia y el rocío.


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La escuela Secundaria de Formación Agroecológica tiene la primer aula sustentable del país. Enseñan a alimentarse con plantas nativas.


Filosofía pedagógica

“Acá hay escuelas de modalidad cooperativa o que también trabajan la educación transformativa, pero principalmente en el nivel Primario, y faltaba algo así para el nivel Secundario. Así es como pudimos hermanar el proyecto de la ONG con la educación. Hacemos actividades con los estudiantes, pero también abiertas a la comunidad en general. Principalmente, somos conocidos por rescatar el valor comestible de las especies silvestres poco convencionales. Y también de plantas que son cultivadas en viveros o jardines”, comentó Acosta.

Actualmente la ESFA cuentan con 30 estudiantes repartidos en dos grupos, Ciclo Básico y Ciclo Orientado, ya que al ser una institución de modalidad rural admite las aulas multiaño. “Cuando empezamos hace tres años teníamos cinco alumnos, el año pasado ya teníamos 15, y este año tuvimos que plantarnos en el tope de 30 estudiantes porque tenemos una sola aula. Despertó mucho interés en los padres, porque nosotros también ponemos énfasis en la inclusión educativa en lo que respecta a distintas vulnerabilidades, no sólo en lo que respecta a lo económico, sino en lo educativo-pedagógico”.


Hay muchos chicos que se rebelan contra los formatos de escuela tradicionales, a esa lógica de control y exigencia. Y hay una nueva camada de chicos y familias que buscan otra cosa, el contacto con la naturaleza, la flexibilidad en el buen sentido, el aprendizaje amoroso. La evaluación no como una herramienta de control, sino de aprendizaje.

manifestó.


Una guía práctica

“Silvestres comestibles de la A a la Z” es un libro en el que Acosta brinda detalles sobre especies que suelen encontrarse en los patios de cualquier casa, en campos y macetas. Se trata de plantas de alto valor nutricional que, por desconocimiento, no solemos consumir.


Antes de la pandemia hacíamos talleres de reconocimientos de especies vegetales. Venía mucha gente y hacíamos recorridos por espacios naturales y urbanos en los que desarrollábamos los ejes identificación, cosecha y cocina. Cuando vino la pandemia no lo pudimos hacer más, así que lo organicé de forma virtual y luego todo se fue desencadenando de tal manera que esos saberes terminaron en un libro, que es un poco hijo de la pandemia.

resumió Acosta.


Destacó que en sus talleres virtuales llegó a tener aulas de hasta 200 alumnos de diferentes puntos de la Argentina, Uruguay, Chile, Ecuador, Perú y hasta España: “Y era tanta la cantidad de material que yo tenía que lo terminé procesando y, a pedido de la gente, lo terminé publicando como libro”.

En su publicación, Acosta propone otra mirada acerca de lo que tradicionalmente se ha tildado como plaga: “Muchas veces nos dejamos atravesar por lo que se dice desde el cultivo tradicional, que llama plaga o maleza a plantas silvestres por no adaptarse al diseño del paradigma del monocultivo. Nosotros rescatamos a esas hierbas silvestres que no son plagas, y diría que hasta el 80% tiene valor nutricional”.

En el listado de especies que enumera Silvestres comestibles de la A a la Z, se destaca la acacia negra, dado que está realizando un proyecto de investigación junto a la Facultad de Ciencias de la Alimentación de la UNER. “Ellos la están investigando dentro de un proyecto oficial, sobre todo para sacar una caracterización nutricional”, explicó.

Esta especie extranjera fue introducida al país desde los Estados Unidos en el siglo XIX. En este sentido, explicó que “la acacia negra sí es un caso serio, porque tiene una reproducción agresiva con respecto a las especies del paisaje nativo. Su vaina contiene mucha azúcar y, al caer al suelo, lo modifica ya que produce acidez y no permite que se reproduzcan ahí las especies nativas. Es difícil de erradicar pero, por ser comestible, nosotros destacamos la posibilidad de que la chaucha se levante, se procese y con eso se haga harina y un montón de productos derivados”.

Otro alimento silvestre no convencional que Acosta destaca en su libro es la hoja de la morera. “Es una planta que crece de forma espontánea, es típica del paisaje nativo y suele considerarse plaga. Pero la hoja es súper nutritiva, se la utiliza mucho como forraje, pero nosotros también la podemos consumir, ya sea fresca o en forma de harina verde, que se obtiene secando las hojas y luego moliéndolas. Así también se pueden consumir las hojas de muchísimos árboles y plantas”.

Cabe destacar que gracias a la venta del libro se solventó en gran parte la construcción del aula ambiental. Ahora necesitan conseguir más financiación para poder construir los sanitarios. Quienes tengan interés en adquirir un ejemplar pueden solicitarlo a Mariana Acosta comunicándose al teléfono móvil 3456263713.

No es una produccion propia, la fuente es el Diario UNO (Mendoza, Argentina)

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