La fábula de los (6 millones de) cerditos y el Gobierno feroz

Volvió el proyecto de mega granjas para abastecer a China que requiere millones de litros de agua, miles de hectáreas de transgénicos tratados con agrotóxicos y mano de obra barata. Puerta abierta a la contaminación irreversible, el maltrato animal intensificado y la posibilidad de nuevas pandemias

Contaminaciones 22/07/2021
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El mes que viene se cumple un año. El documento se coló por un resquicio en la cúpula hasta ese momento hermética que Felipe Solá, cabeza inefable de la Cancillería y padre del modelo transgénico local, montó para abrochar el acuerdo a espaldas de casi toda la sociedad. A lo largo de sus páginas, el material en cuestión daba cuenta de una potencial inversión del orden de los 4 mil millones de dólares a desarrollar en el lapso de 4 años.
En concreto, texto e imágenes formalizaban un entendimiento entre países que comenzó a madurar en enero de 2020. Hablaba de garantizarle a China hasta 900.000 toneladas anuales de carne de cerdo y contemplaba el desarrollo de mega granjas con capacidad para albergar a 300.000 hembras.

La respuesta a esa filtración corrió por cuenta de colectivos, organizaciones y militancias individuales quienes, basados en argumentos científicos y experiencias en el territorio, generaron tal presión sobre el oficialismo que el eventual acuerdo terminó por quedar en suspenso.  De hecho, en el primer trimestre del año, voces ligadas a la cartera de Agricultura, Ganadería y Pesca, llegaron a comentarme que el proyecto finalmente no se llevaría a cabo.

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Hasta que llegamos a esta semana.

El lunes 12, el periodista Martín Dinatale firmó un artículo en El Cronista en el que se evidencia que la intención de rubricar el acuerdo sigue en pie. Mencionó a septiembre como el mes establecido para su firma final. 
La nota da cuenta de un borrador de memorándum que, otra vez, coloca el foco en el abastecimiento a gran escala del gigante asiático. Se afirma la intención de montar “granjas de economía circular, maximizando contenido nacional en su construcción y operación”. También se nombra a los bancos chinos ICBC y CDB como dos de los potenciales prestamistas que acercarían fondos frescos para el desarrollo de los complejos.
Fue, justamente, en plena lectura de esta publicación que recordé algunos aspectos de aquel proyecto que trascendió en 2020. Ubiqué el archivo y destiné tiempo a hurgar en esas páginas a la pesca de eventuales diferencias entre aquella idea y el actual “borrador de memorándum”.
La certeza brotó de inmediato: en números, y también en términos de despliegue y consolidación del proyecto, la propuesta es exactamente la misma. A casi un año de pausada la idea por el tenor de la resistencia generada, el Gobierno vuelve a la carga con la misma carpeta que encendió el mayor de los rechazos.

El oficialismo no movió un centímetro su posición.

Otra vez, manda la voluntad de contentar al socio comercial antes que a la población que la política dominante dice representar. El artículo de Dinatale habla de la intención gubernamental de instalar 25 granjas con 12.000 madres. La multiplicación da como resultados 300.000 hembras, misma cifra incluida en el texto concebido el año pasado. La meta también es la misma: proveer a China de al menos 900.000 toneladas anuales de carne porcina. 

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En su concepción, el régimen de producción intensiva que encarnan las mega granjas como las que se buscan oficializar fija 2 partos por madre al año. Las cerdas dan a luz un promedio de 10 lechones por parición. O sea que, sólo en términos de crías, la iniciativa que se busca acordar con China redundaría en el nacimiento de 6 millones de animales al año.

Madres como fábricas de lechones. Granjas como centros de hacinamiento, maltrato y sacrificio, además de bombas de tiempo en términos de aparición de nuevas enfermedades.
Entre la propuesta inicial y la promovida ahora sólo pasó un cajón.

La idea madre

El proyecto para proveer de carne de cerdo a China está concebido para resultar desplegado en zonas donde ya se hace cría intensiva de ganado y producción de transgénicos de soja y maíz. 
Los intentos del Gobierno por fijar la falacia de que las mega granjas se instalarían en zonas remotas y aún por desarrollar –siempre en términos extractivistas– caen en cuanto se repasa las condiciones básicas a cumplir que aparecen detalladas en documentos oficiales.
Se postulan como requisitos indispensables:

  • Provisión garantizada de 1,5 millones de litros de agua diarios.
  • Disponibilidad de 12.000 hectáreas sembradas con maíz y 5.000 de soja cercanas a las mega granjas.
  • Terreno consolidado que no se haya inundado en los últimos 50 años.
  • Disponibilidad de lotes de 100 hectáreas para levantar las instalaciones de cría.

“De no contar con estos cuatro elementos, la zona no será de elección”, se indicó en una presentación del Ministerio de Agricultura a la que accedí en la segunda parte del año pasado.
Allí también se impuso como exigencias:

  • Existencia de un camino asfaltado hasta el ingreso.
  • Cercanía de una red ferroviaria en actividad.
  • Suministro eléctrico asegurado.
  • Cercanía una población que provea mano de obra para las actividades en granjas y frigoríficos.
  • Disponibilidad de servicios de Internet.

Basta repasar aspectos como el tendido de los ferrocarriles de uso agroindustrial aún activos en el país para asumir, sin titubeos, que ninguna de estas instalaciones podría operar fuera de la pampa húmeda y algún espacio muy específico de Chaco, Santiago del Estero, Salta o Tucumán.

La exigencia de agua en abundancia, mano de obra cercana y áreas cultivadas con transgénicos –esto, por el tipo de alimentación que se utiliza en las explotaciones de animales a gran escala–, son ítems que reducen aún más el mapa de posibilidades.  

¿Cuáles son los criterios de reducción del impacto socioambiental incluidos en el proyecto? Apenas un entramado de biodigestores para la captación de los gases derivados de excretas de los cerdos y un puñado de instalaciones para generar algún tipo de biofertilizante.

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La preocupación por el daño ambiental, al menos en términos gubernamentales, no pasa de lo simbólico. 
A propósito de esto, a mediados de julio de 2020, en plena indagación respecto de estas tratativas con China, tomé contacto con representantes de las principales entidades que concentran la producción de carne porcina en la Argentina.

La falta de precisiones oficiales sobre las particularidades del proyecto derivó en sendas conversaciones con directivos de organizaciones como la Asociación de Pequeños y Medianos Productores Porcinos y la Asociación Argentina de Productores de Porcinos, entre otras.

Un ex titular de la segunda entidad me dijo que aquí se buscaría replicar el modelo de generación de carne de cerdo para la exportación mejor logrado a nivel continental. “Vamos a hacer como México”, afirmó. 
Para enseguida desarrollar: “Es la experiencia mejor lograda en términos de producción con impacto ambiental prácticamente inexistente. En generación de carne de cerdo para consumo y exportación no hay mejor desarrollo en América latina. Es un modelo de punta”.

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Impacto en el territorio

Semejante ejemplo resultó motivo suficiente para activar el proyecto de investigación que derivó en la concreción del documental “Una Laguna Negra”, dirigido por Maricarmen Sordo y con guion y trabajo periodístico de quien aquí escribe.  Estrenada en enero de este año, y disponible en YouTube, la película detalla la catástrofe ecológica que genera la producción intensiva de cerdos en mega granjas situadas en Yucatán. Muestra, también, la precarización laboral que alienta ese esquema de exportación, y cómo la política se transforma en policía de los intereses de actores económicos que financian campañas y candidatos.

¿Cuál es el efecto de esta producción multiplicada de cerdos? Según el mexicano Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), el ganado porcino no absorbe la totalidad de los nutrientes que consume y excreta del 45 al 60 por ciento del nitrógeno que incorpora por alimentación, entre el 50 y el 80 por ciento del calcio y el fósforo, y expulsa del 70 al 95 por ciento de una batería de elementos: potasio, magnesio, sodio, cobre, zinc, hierro y manganeso.

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“Estos residuos son altamente contaminante para los cuerpos receptores (agua, aire y suelo). La excreción exagerada de nitrógeno puede contaminar el suelo y el agua y dar lugar a la producción de óxido nitroso, un gas de efecto invernadero que se libera en el aire a partir del estiércol. El nitrógeno excretado por la orina se halla principalmente en forma de urea, la cual se convierte con facilidad en amoniaco y dióxido de carbono por la enzima ureasa presente en las heces”, aporta un documento de Greenpeace que aborda la situación en Yucatán. Reportes científicos a los que accedimos durante la filmación de “Una Laguna Negra” señalan, además, que la enorme cantidad de estiércol que generan los cerdos amplía fuertemente las emisiones de gas metano. Se ha probado contaminación por exceso de materia orgánica.

Algo más acerca de los gases: dióxido de carbono y metano -de incidencia clave en el calentamiento global- aparecen como las sustancias que más emiten las granjas que generan carne de cerdo a gran escala.
¿Qué ocurre con el agua? El documento de Greenpeace antes referido señala: “… del total de nitrógeno suministrado a los cerdos en forma de proteína de la dieta, únicamente entre 20 y 40 por ciento es retenido por el animal, el excedente (60 por ciento) es excretado a través de las heces o la orina en una sustancia denominada purín, con potencial para contaminar las aguas.

“La presencia de nitratos (NO3) en los sistemas públicos de abastecimiento de agua representa un riesgo sanitario, ya que pueden producir nitrosaminas, sustancias que aumentan el riesgo de cáncer de estómago y afecciones respiratorias, así como metahemoglobinemia (o síndrome de los niños azules)”, añade el trabajo.
Hasta aquí, la experiencia que los actores de la producción porcina en la Argentina abrazan como el modelo a seguir si finalmente hay acuerdo con China. A sus ojos, la menos contraproducente en términos sanitarios y ambientales. Cómo serán las peores. 

Sobran las pruebas

Fuera de México hay más evidencia científica que desnuda el daño que originan estos emprendimientos. 
En el trabajo “Producción ganadera y contaminación ambiental” de 2004, firmado por la dupla de europeos Jaume Coma y Jordi Bonet, se expone que los desechos que generan las mega granjas “se infiltraron rápidamente por el manto freático a través del proceso de nitrificación”. 
“El manejo de excretas porcinas libera organismos patógenos como son las bacterias coliformes fecales”, concluyen estos expertos.

Una deuda pendiente de la ciencia: generar un caudal importante de trabajos, y una visualización contundente de esos mismos reportes, que aborden el sufrimiento que atraviesan las y los cerdos de mega granjas en tanto seres sintientes.

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Damián Verzeñassi es director del Instituto de Salud Socioambiental en la Facultad de Medicina de la Universidad de Rosario. Su conocimiento es clave para entender la posibilidad de debacle sanitaria que alienta el tejido de mega granjas porcinas que tanto seduce al oficialismo.  El 60 por ciento del total de enfermedades infecciosas que afectan a los seres humanos tienen un origen animal. Y cuando analizamos específicamente las enfermedades emergentes, encontramos que el 75 por ciento tienen potencial para afectar a más de una especie animal. Zoonosis es el nombre que reciben estas enfermedades infecciosas que se transmiten de los animales vertebrados a los seres humanos”, me explicó en una charla online que mantuvimos hace escasos meses.


Los mecanismos de transmisión pueden ser por contacto directo entre los animales no humanos y humanos o indirecto, como puede ser el consumo de productos animales o el contacto con aguas contaminadas por excretas, por ejemplo.

agregó.


Sin dejar de citar literatura científica, Verzeñassi sostuvo que los cerdos en particular “albergan el 50 por ciento de los virus con potencial zoonótico. Esto explica la preocupación por el rol que juegan los sistemas industriales de cría de animales en el surgimiento de enfermedades emergentes con potencial pandémico”.  En nuestro intercambio, el experto remarcó que los métodos industriales de cría de animales genéticamente homogéneos, a partir del hacinamiento que caracteriza al modelo de mega granjas, “propician condiciones para que la tasa de contagio frente a una patología infectocontagiosa sea mayor de lo que correspondería a situaciones de no hacinamiento”.

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Eso que busca China

Mediante el acuerdo que procura rubricar con la Argentina, China apunta a recuperar el stock de carne que perdió a partir de la matanza de cerdos que llevó a cabo en 2019 tras un brote de peste africana.
Las autoridades sanitarias de ese país aniquilaron al 40 por ciento del ganado porcino y la posterior escasez de productos derivó en la decisión de salir a buscar superficies en el mundo para criar los animales que necesita la potencia asiática.

Si bien Brasil es el socio comercial predilecto en esta región, las sucesivas devaluaciones argentinas redireccionaron el interés de los chinos, que en Asia producen un kilo de carne de cerdo a razón de los 2 dólares de inversión mientras que aquí podrían generarlo por apenas 70 centavos de la misma moneda.

A la par, la ausencia de inversiones provenientes del exterior por efecto de variables que van desde el status de país de riesgo financiero que ostenta la Argentina hasta el freno económico mundial, han hecho de este proyecto prácticamente una obsesión para el gobierno nacional y un pelotón cada vez más grande de provincias.
Desde mediados de 2020 a esta parte, sendos ministros de Agricultura y Producción de Chaco, Tucumán, Formosa, Corrientes, Misiones, Jujuy, Salta, Santiago del Estero, La Rioja y Catamarca, han mantenido conversaciones con Jorge Neme, mano derecha de Felipe Solá en la Cancillería, con el fin de oficializar el interés por ser parte del requerimiento chino.

Chaco y La Rioja encabezan la nómina de los distritos que, al margen de los movimientos a nivel Nación, ya dialogan para primerear acuerdos más allá de lo que pueda cerrar o no la administración que encabeza Alberto Fernández. Asegurar la caja depende de mantener a los chinos contentos. Esa parece ser la máxima que desciende desde la Casa Rosada a las gestiones provinciales. Más de un intendente municipal ya levantó la mano y pidió no quedar afuera.

Pregunten en Jesús María, provincia de Córdoba, para más datos.

En penumbras y por lo bajo. Sin escatimar recursos para blindar el financiamiento que prometen desde Asia. Operan a favor intelectuales afines que entrelazan la palabra crecimiento al sacrificio de territorios e, incluso, organizaciones alineadas que mienten la posibilidad de una producción “ecológica” cuando el mismo proyecto oficial apila requisitos que patrocinan el peor extractivismo. Se recurre al cajón del escritorio para dormir la propuesta si hay alboroto ambientalista y social. Todo vale para la política que define modelos de país. 

Incluida la construcción de una fábula de sentidos trastocados donde la posibilidad de desastre socioambiental es elevada a la condición de autopista obligatoria para el desarrollo. Y los malos no son otros que aquellos que, conscientes de la fatalidad que viene, exigen alternativas productivas que sigan haciendo de la Argentina un país donde la vida resulte posible.

Fuente: Editorial Sudestada (.com.ar)

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