Ante el miedo a la pandemia, creció la cultura del descarte: ¿se puede volver atrás y evitar que el plástico inunde el ambiente?

Expertos advierten que los residuos de elementos de protección personal por el coronavirus serán un desecho común de encontrar durante décadas. El peligro de los llamados “microplásticos”. Reciclar y reutilizar como única salida

Residuos 22/03/2022
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La pandemia del coronavirus trajo consigo problemas sanitarios y económicos inéditos, incluso sociológicos y psicológicos, cuyas magnitudes todavía están bajo evaluación. En medio del caos, algunas cosas fueron priorizadas y otras fueron relegadas: entre estas últimas, el cuidado del ambiente. La crisis sanitaria internacional supuso no solo un crecimiento exponencial de elementos plásticos de protección, como barbijos y guantes, sino que además supuso un refuerzo para la cultura del descarte: todo lo usado, por miedo al contagio, fue mejor tirarlo rápidamente.

Los barbijos de un solo uso están hechos de plásticos, como polipropileno, poliuretano o poliacrilonitrilo. Por lo tanto, el uso y la mala gestión de los desechos médicos motivado por la pandemia COVID-19 está contribuyendo al aumento de la contaminación plástica. Transportados por el viento, arroyos, ríos y corrientes, estos plásticos tienen el potencial de extenderse por todo el mundo y, bajo los efectos de las condiciones ambientales, se descomponen en microplásticos.

Debido a la persistencia de plásticos en el medio ambiente, los residuos de equipamiento de protección personal (EPP) del Covid probablemente sean un desecho común de encontrar en el ambiente durante décadas, lo que podría afectar a la biota (conjunto de especies de plantas, animales y otros organismos) en diferentes sistemas biológicos.

Estado de situación: cómo aumento el uso de plástico durante la pandemia del coronavirus

Al inicio de la pandemia, la OMS estimó inicialmente las necesidades mensuales de EPP para los profesionales de la salud en 89 millones de mascarillas médicas, 76 millones de guantes, 1,6 millones de gafas.

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Según un estudio del programa de desechos marinos de Ocean Conservancy (grupo de defensa ambiental sin fines de lucro con sede en Washington), citado por National Geographic y publicaciones del CONICET, cada barbijo puede liberar hasta 173.000 microfibras.

El problema en que los plásticos se degraden en los llamados microplásticos o nanoplásticos es que vuelve casi imposibles recuperarlos luego del ambiente. De acuerdo a los especialistas, a través de la tierra y el agua las fibras plásticas terminan siendo absorbidas por las plantas y animales y, en última instancia, los seres humanos que consumen esas plantas y animales.

Estudios en la Argentina: el peligro de tener piscinas de microplásticos en nuestros mares

Investigadoras del CONICET en el Instituto Argentino de Oceanografía (ubicado en Bahía Blanca) realizaron un estudio sobre los sistemas de gestión de Residuos Sólidos y señala que las deficiencias preexistentes en estos sistemas se acentuaron por la falta de preparación para el manejo de un mayor volumen de desechos médicos y por el hecho de que los servicios esenciales, como la recolección de residuos domiciliarios, pasaron a “segundo plano”, especialmente durante las cuarentenas.

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El trabajo, publicado en junio pasado en la revista Science of the Total Environment, pronostica que la mayoría de estos elementos fabricados con materiales poliméricos terminarán formando piscinas de microplásticos en nuestros mares. Los desechos llegan a los océanos transportados por vientos, ríos, mareas, desagües pluviales, o son directamente arrojados en ellos por las personas.

Las mismas investigadoras, entre ellas la Dra. Melisa Fernández Severini, que habló con TN.com.ar, realizaron un estudio de campo más reciente que será publicado pronto. En Bahía Blanca registraron importantes cantidades de elementos de protección personal, en su mayoría barbijos, a un promedio de 13,5 barbijos por kilómetro. Llegándose a registrar hasta 7 barbijos cada 200 metros recorridos. En la Ciudad de Buenos Aires, el promedio bajó a 100 metros. En su mayoría, barbijos descartables de polipropileno o de tela reutilizables.


Hubo una mala gestión a nivel mundial y en el caso de la Argentina por supuesto que también. La realidad también es que nos agarró a todos mal preparados e hizo que el uso de plásticos explotara. Pasó al segundo plano la preocupación por los plásticos, pero tiene repercusiones a largo plazo. Estos plásticos con el paso del tiempo se van degradando y terminan formando microplásticos.

señala Fernández Servini.


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Estos plásticos terminan en organismos que nosotros consumimos: peces, langostinos, camarones, como ejemplos. Terminamos consumiendo esos plásticos, e inclusive los respiramos, porque los barbijos se van degradando con el uso y liberan partícula. No hay estudios que hayan demostrado que provoquen la muerte, pero en definitiva lo estamos respirando y es probable que a largo plazo genere efectos sobre la salud. A priori respirar plástico no suena bien.

agrega.


Cambio de hábitos: ante el miedo a la pandemia, la cultura del descarte tomó fuerza

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Especialistas consultados por TN.com.ar, como Clara Molteni, coordinadora de Eco House Global (es una organización sin fines de lucro especializada en educación, política, economía y voluntariado para la sostenibilidad), coinciden en que la pandemia de COVID-19 trajo aparejados cambios en los patrones de consumo.

Buena parte de los consumidores han pasado de preocuparse por los impactos ambientales a preferir los envases de plástico por razones de higiene y salud durante la pandemia: envoltorios, empaques o recipientes desechables, por el aumento de entrega de alimentos y el envasado “para llevar” (take away, una palabra muy utilizada en cuarentena).


Hubo una mala gestión a nivel mundial y en el caso de la Argentina por supuesto que también. La realidad también es que nos agarró a todos mal preparados e hizo que el uso de plásticos explotara. Pasó al segundo plano la preocupación por los plásticos, pero tiene repercusiones a largo plazo. Estos plásticos con el paso del tiempo se van degradando y terminan formando microplásticos.

Melisa Fernández Severini, investigadora CONICET 


Por un lado se reforzó mucho la cultura del descarte en personas que tenían miedo de contagiarse o incluso contagiar a los demás, aumentó muchísimo el delivery y el packaging que esto implica e incluso muchas personas dejaron de separar sus reciclables por miedo a contagiar. En restaurantes se envuelve todo en plástico ahora. Este tipo de cosas resta muchísimo, no solo por los impactos ambientales sino que las personas se acostumbran a que eso es la nueva realidad y que está bien, cuando no es así. En oficinas, partir de la pandemia, se volvieron a incluir por temas sanitarios distintos descartables que antes se habían eliminado por cuestiones ambientales, lo cual claramente motiva y fomenta una cultura del descarte.

dice Clara Molten.


Reciclaje y reutilización: ¿hay solución para el daño generado?

Según la ONU, si las cifras históricas permiten predecir el futuro, menos del 10% de los plásticos utilizados durante la pandemia se reciclarán alguna vez, y más del 70% llegará a los basureros o al medio ambiente. ¿El daño está hecho o hay forma de revertirlo?

“Lamentablemente, uno no quiere dar malas noticias, pero gran parte del daño ya está hecho, es bastante irreversible. Lo que uno puede hacer de ahora en adelante es alentar a que la gente trate de reutilizar lo más posible, que no utilice el barbijo y lo deseche enseguida, que trate de usar el de varios usos. Si seguimos en este ritmo va a ser fatal, vamos a terminar inundados de plástico en todos lados”, dice Melisa Fernández Severini.


Se reforzó mucho la cultura del descarte en personas que tenían miedo de contagiarse o incluso contagiar a los demás, aumentó muchísimo el delivery y el packaging que esto implica e incluso muchas personas dejaron de separar sus reciclables por miedo a contagiar.

Clara Molteni, coordinadora de Eco House Global.


Clara Molteni agrega: “Es posible revertirlo, parece un camino difícil y contra todos los vientos pero el cambio empieza por uno, si cada uno de nosotros comienza a tomar conciencia sobre la problemática del plástico y nos informamos sobre opciones súper simples y accesibles que tienen muchísima durabilidad, que reducen sus impactos ambientales y que también apoyan a emprendimientos que buscan un triple impacto positivo, estamos sumando un granito de arena enorme, si cada vez somos más y más personas las que formamos parte del cambio y alzamos la voz en las calles, en las redes, en nuestras casas, con nuestros amigos, en los lugares donde vamos a comer, el cambio que se puede generar es enorme, seamos muchos, pisemos fuerte y juntos vamos a revertir esta situación”.

No es una produccion propia, la fuente es TN (Argentina)

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