Los controles en Latinoamérica son menos rigurosos que en el primer mundo. Sin embargo, algunos países están menos contaminados que otros
Hace pocos días finalizó en París la llamada Cumbre del Plástico, en la cual los representantes de 175 países y 1500 científicos se reunieron para buscar un acuerdo histórico frente al grave problema de la contaminación plástica. Acordaron preparar un primer borrador para noviembre y lograr un texto definitivo para fin del año próximo.
Al inaugurar la cumbre, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, manifestó: “Si no hacemos nada, la generación de residuos plásticos se triplicará nuevamente para 2060. La contaminación plástica es, por lo tanto, una bomba de tiempo, a la vez que un flagelo ya presente”.
Dos coaliciones se enfrentaron en la cumbre: por un lado, Estados Unidos, China y Arabia Saudita, que producen petróleo, base del plástico, y por el otro, unos 50 países, que incluyen los que conforman la Unión Europea (UE), en favor de medidas restrictivas y de una limitación de la producción de materiales plásticos. El primer triunfo de la coalición antiplásticos fue conseguir el apoyo de Japón, que es el segundo gran productor de desechos plásticos y que desea poner fin a los embalajes plásticos en 2040.
A pesar de que la industria que promueve los plásticos se ampara en que son reciclables, apenas el 10% de estos residuos se recupera. Si se tiene en cuenta, además, que del total de la producción mundial el 60% se descarta, estos números resultan mínimos. Reciclar botellas y tapitas es claramente insuficiente.
Si no se actúa ya, según especialistas, la producción de plástico se triplicará respecto de 2019, pasando de 460 millones a 1231 millones de toneladas, con un aumento de los residuos plásticos en la misma proporción de 353 a 1104 millones de toneladas.
La magnitud de esta producción se ha transformado en uno de los contaminantes más importantes del suelo, el aire y los océanos. Según las Organización de las Naciones Unidas, los plásticos representan el 85% de los residuos marinos, siendo su impacto especialmente notorio en países pobres de África, América Latina y Asia. Hasta 1,4 millones de pájaros y 14.000 mamíferos marinos mueren cada año por ingerir estos desechos.
La contaminación por plásticos podría reducirse en un 80% si los gobiernos de todo el mundo desarrollaran una serie de cambios profundos, tanto legislativos como industriales. Urge promover una verdadera economía circular del plástico, en la que este material deje de ser utilizado para la fabricación de productos de usar y tirar para pasar a ser un nuevo recurso una vez convertido en residuo.
Además, serán necesarias medidas que propongan un abordaje integral de la problemática mediante la implementación de medidas que, bajo un enfoque de derechos, protección del ambiente y la salud, se orienten a reducir el consumo y la producción de plásticos.
Seguir sumando más plásticos a nuestro mundo es como pretender apagar un incendio arrojándole nafta. El costo de ignorar lo que está pasando es demasiado importante como para no hacer nada. En la naturaleza no hay recompensas ni castigos, hay consecuencias.
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