
La transición energética es, sin duda, una de las mayores prioridades globales del siglo XXI. Sin embargo, en medio de este fervor por un futuro verde, surge una pregunta incómoda: ¿Estamos ante una burbuja en el sector de las energías limpias?
La inversión en GNL no toca techo, con EEUU y Catar aprovechando la situación de Europa y China. Noruega acaba de autorizar perforaciones en el Ártico para aumentar su exportación a la Unión Europea
Energía renovable25/01/2024
Marcos Bach

En plena transición energética para abandonar el petróleo y el carbón, el mundo ha decidido invertir como nunca en otro combustible fósil: el gas natural. A pesar del compromiso de cero emisiones, queda GNL para rato.
235.000 millones de dólares. Es la cantidad que se ha venido invirtiendo en proyectos de gas natural licuado (GNL) desde 2019, publica Bloomberg. La cifra podría superar los 290.000 millones, equivalentes al PIB de Finlandia, en 2025.
La primera planta de licuefacción de esta nueva oleada estará lista a finales de año y, según Baker Hughes, la capacidad de exportación habrá aumentado un 70% para finales de la década. Un salto histórico.
La industria está apostando a que el mundo necesitará más GNL como combustible de transición a medida que China se distancia del carbón y Europa busca una alternativa al gas ruso.
A pesar del compromiso de emisiones cero de la ONU, los últimos movimientos dan la razón al planteamiento. Ya se envía más gas por barco que por gasoducto para evitar a Rusia, y Estados Unidos le está sacando partido. Su gran competidor, Catar, acaba de cerrar un contrato con Italia proporcionarle GNL hasta 2050, el año en el que la Unión Europea espera alcanzar la neutralidad de carbono.
Mientras tanto, Noruega está acelerando la exploración de recursos gasíferos en el mar de Barents. El gobierno acaba de aprobar las perforaciones de tres grandes empresas en una región remota y prácticamente inexplorada del ártico para impulsar las exportaciones hacia la UE.
Las tres empresas que explotarán los recursos noruegos en el Ártico son Equinor (controlada por el Estado), Anker BP (un 30% británica) y Vaar Energi (subsidiaria de la italiana ENI). No se espera que extraigan gas hasta 2030 ni lo comercialicen hasta 2040, de nuevo en contraste con el compromiso de emisiones cero.
El papel de España como potencia regasificadora juega a su favor durante la reorganización energética: el 35% de la capacidad europea de GNL pasa por España, que lo revende a otros países.
España reexportó 1.050 millones de metros cúbicos de GNL entre enero y septiembre de 2023, principalmente a Italia y Alemania, pero la falta de interconexiones dificulta las exportaciones a países vecinos.
Si bien el gas natural se presenta como una alternativa sin emisiones de dióxido de carbono más limpia que el carbón y el petróleo, su impacto en el clima depende de la cantidad de metano (un gas de efecto invernadero) que escape a la atmósfera en la cadena de suministro.
En perspectiva, se entiende por qué la COP28, la cumbre climática de diciembre, tuvo que matizar su compromiso de transición con una línea que destaca el rol de los combustibles de transición como el gas para alcanzar los objetivos climáticos.

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