
El Observatorio de Acción Climática: El Espejo Crítico de la Agenda Ambiental Argentina
En un contexto de negacionismo creciente y desfinanciamiento estatal, esta herramienta es fundamental para fiscalizar la inacción
La cumbre, que se celebra entre el 2 y el 13 de diciembre en Riad (Arabia Saudí), busca impulsar medidas concretas para restaurar la tierra y aumentar la resiliencia frente a las sequías
Cambio Climático09/12/2024
Marcos Bach

Este lunes 2 de diciembre comienza la COP16 sobre desertificación y sequía bajo el lema ‘Nuestra tierra. Nuestro futuro’. No es tan conocida como la cumbre sobre cambio climático o la cumbre de biodiversidad –ambas celebradas en las últimas semanas–, pero aborda temas igual de trascendentales a nivel mundial.
La encargada de organizar este encuentro bianual es la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD), cuyo germen está en la Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro en 1992, donde también se impulsaron la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (impulsora de las COP de clima) y el Convenio sobre la Diversidad Biológica (responsable de las COP de biodiversidad). Las tres son conocidas como las Convenciones de Río.
La CNULD (o UNCCD, por sus siglas en inglés) es un acuerdo internacional establecido en 1994 para proteger y restaurar la tierra. Está ratificada por la Unión Europea y 196 Estados. Se trata del único marco mundial jurídicamente vinculante que aborda la desertificación, la degradación de la tierra y la sequía, cuestiones acuciantes en los últimos años y que irán a más en las próximas décadas.
En Climática explican la importancia de la cumbre por varios motivos, empezando por su lugar de celebración. Por primera vez, la COP (Conferencia de las Partes) de desertificación se celebra en la región de Oriente Medio y Norte de África. Concretamente, tendrá lugar en Riad, la capital de Arabia Saudí.
La cumbre se alargará hasta el viernes 13 de diciembre. Durante estas dos semanas, se espera que los países trabajen con un doble enfoque, uno a través de una vía de negociación centrada en las decisiones de la COP sobre restauración de la tierra, resiliencia a la sequía y tenencia de la tierra, y una agenda de acción centrada en compromisos voluntarios y acciones sobre la tierra, la resiliencia y las personas.
Uno de los principales objetivos numéricos es ampliar las iniciativas para restaurar 1.500 millones de hectáreas de tierra para 2030 con el fin de lograr la llamada Neutralidad de la Degradación de la Tierra (LDN en inglés). Hasta ahora, los compromisos voluntarios mundiales para restaurar las tierras degradadas han alcanzado los mil millones de hectáreas para 2030, y casi la mitad de ellos se han comprometido en el marco de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación.
En esta línea, se busca aumentar la resiliencia ante la intensificación de las sequías (con el impulso de una Asociación Mundial para la Resiliencia a la Sequía y un Observatorio de la Resiliencia a la Sequía) y las tormentas de arena y polvo (con el desarrollo de una Plataforma Global sobre Tormentas de Polvo y Arena), restaurar la salud del suelo y aumentar la producción de alimentos respetuosos con la naturaleza, garantizar los derechos sobre la tierra y promover la equidad para una gestión sostenible de la misma, trabajar para que la tierra sea un actor clave en la lucha contra el cambio climático y la pérdida de biodiversidad y desbloquear oportunidades económicas, incluidos empleos dignos para los jóvenes basados en la tierra.
Según el informe Perspectivas Mundiales de la tierra de la CNULD publicado en 2022, hasta el 40% de las tierras del mundo están degradadas. La superficie mundial afectada por la degradación de la tierra es cerca de 15 millones de km², más que todo el continente antártico. Además, las previsiones no son nada optimistas, ya que se estima que la degradación aumenta cada año en aproximadamente 1 millón de km².
El continente africano es el que peor estado presenta. Actualmente, el 75% se considera tierra árida. A nivel global, el 46% de la superficie terrestre está clasificada como tierras áridas.
Los suelos degradados implican una reducción del rendimiento de los cultivos y la calidad nutricional, lo que repercute directamente en los medios de subsistencia de las poblaciones vulnerables.
Respecto a la sequía, la Alianza Internacional para la Resiliencia a la Sequía (IDRA) señala que han aumentado un 29% desde el año 2000. A nivel económico, la sequía generó pérdidas económicas de unos 124.000 millones de dólares en todo el mundo entre 1998 y 2017.
La cifra de personas afectadas por la sequía asciende a 1.840 millones,, de las cuales el 4,7% están expuestas a sequías graves o extremas y el 85% vive en países de ingresos bajos o medios.
Tanto las sequías como la degradación de la tierra y la desertificación afectan de manera desproporcionada a las mujeres, las niñas, los pueblos indígenas, las comunidades locales y los grupos vulnerables como las personas con discapacidad, denuncian distintos organismos internacionales.
Luchar contra la desertificación, la degradación de la tierra y la sequía está estrechamente relacionado con las dos grandes crisis ambientales de este siglo como son el cambio climático y el declive de la flora y la fauna. Por ejemplo, la restauración de ecosistemas degradados como los bosques puede restablecer la biodiversidad (incluidos los polinizadores) al tiempo que mejora la fertilidad del suelo, favorece la producción de agua limpia, almacena carbono y protege a las comunidades de sequías e inundaciones devastadoras.

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