¿Hay dos polos extremos? La teoría de los dos demonios en el debate climático

¿Es verdad que en el debate climático hay dos extremos igualmente radicalizados y fanatizados?¿Quienes estarían en el medio de esa contienda?

Politicas Ambientales01/04/2025Marcos BachMarcos Bach
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MARCOS BACH

¿Qué hay en el medio de los supuestos “extremos”?

Hay un truco, una engaño argumental que utilizan quienes quieren prescindir del “debate climático”. Se trata de la siguiente descripción de la discusión sobre política climática: “existe un extremo, representado por Greta Thumberg, donde reina la histeria climática y una militancia fanatizada, y en el otro extremo, estarían los que militan un negacionismo exacerbado. Pero en el medio hay un mar de dudas y de posibles causas y efectos que naufragan en aguas de incertidumbre. En ese espacios, las personas sensatas se permiten una reflexión escéptica ya que no quieren ser arrastrados hacia los extremos”.

Bueno, la descripción que he hecho en el párrafo anterior es una completa mentira. Toma diversas formas, pero es un relato crecientemente popular que descansa en esas premisas, dos extremos y un centro escéptico. En verdad, a juicio de Juan Carlos Villalonga en Salida de Emergencia, es un relato utilitario perverso.

Supongamos por un momento la existencia de esos dos extremos, supongamos la existencia de ese antagonismo radical. Pues bien, en el medio de ambos no está la incertidumbre, está la ciencia, ni más ni menos. ¿En qué otro sitio la colocaríamos si no?

En ese espacio de centro hay un océano gigantesco de conocimientos, de décadas de investigaciones y de recopilación de datos, laboratorios, universidades, centros de investigación, agencias especializadas y equipos profesionales en las más diversas materias que componen la ciencia climática. Allí están las ciencias de la atmósfera, la biología, la oceanografía y las mil y un ramas de la investigación que contribuyen al conocimiento del sistema climático global. Ahí se ubica la investigación que analiza los registros paleoclimáticos y el comportamientro de cada uno de los componentes de la atmósfera a lo largo de la evolución del planeta.

Todas estas disciplinas nos proveen de un enorme caudal de conocimientos y de certidumbres que nos permiten navegar por un mar de información sólida antes que de dudas. Por supuesto, la duda, la obsesión por la búsqueda de la corroboración, la pregunta ante lo que aún no se conoce, son la base misma de la ciencia que sigue su trabajo de manera incansable. Siempre hay huecos que llenar, como en cualquier campo científico, no sabemos todo, pero sabemos mucho y cada vez más sobre el clima.

Dada la complejidad para mantenerse actualizado y tener una comprensión global de todo lo que se publica en el ámbito científico se creó en 1988 el IPCC (Intergovermental Panel on Climate Change) a instancias de la Organización Meteorológica Mundial y el Progrma de Naciones Unidas para el Medio Ambiente. El IPCC compila y sintetiza con cierta periodicidad el cúmulo de conocimientos de manera de facilitar a la Convención del Clima y a los gobiernos a adoptar políticas bien informadas.

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El IPCC, en su 61ª Sesión Plenaria celebrada en Sofía (Bulgaria), acordó las líneas generales del Informe Especial del IPCC sobre Cambio Climático y Ciudades y del Informe Metodológico del IPCC de 2027 sobre los Inventarios de los Forzadores del Clima de Vida Corta. Los más de 230 delegados de 114 gobiernos miembros que asistieron a la reunión de una semana de duración en la capital búlgara también acordaron los respectivos calendarios de ambos informes.

Entonces, no es verdad que en el medio de los extremos haya dudas; en el centro de la conversación climática hay un enorme espacio en donde la sensatez tiene a su alcance certezas más que suficientes sobre la urgencia y la necesidad de generar una política climática robusta.

No existe algo así como una corriente de investigación que conduzca a conclusiones divergentes respecto de la dinámica climática. Todo lo que se lee y sirve de apoyatura de las opiniones “negacionistas” provienen de fuentes informativas marginales, opinadores desinformados y “expertos” aislados que no cuentan con ningún respaldo científico. Hay una evidencia científica inequívoca de que está ocurriendo un processo de calentamiento global y la actvidad humana es su causa principal.

Es innegable que las actividades humanas han producido los gases atmosféricos que han atrapado más energía del Sol en el sistema terrestre. Esta energía adicional ha calentado la atmósfera, los océanos y la tierra, y se han producido cambios rápidos y generalizados en la atmósfera, los océanos, la criosfera y la biosfera.

El informe “Evidence” de NASA 

¿Existen esos dos extremos?

Del relato hipotético inicial, descarto entonces ese supuesto “centro” ocupado por la duda y la incertidumbre, algo que supuestamente lo diferenciaría de las “certezas” fanatizadas de los extremos.

Pues bien, también quiero poner en duda la existencia de ambos extremos. No es verdad que esos supuestos polos radicalizados sean posiciones similarmente extremas pero de signo opuesto.

Voy a hacer algo que nunca ha hecho, voy a defender a Greta Thumberg. Nunca lo he hacho antes porque no lo creí necesario hacer y porque no me resulta muy productivo el alentar el tipo de activismo que Greta impulsa, pero eso es para otra conversación.

Si despejamos de Greta Thumberg sus berrinches, sus caras de mal humor, su verba inflamada, cierto nebuloso anti capitalismo y su frívola adhesión a la causa palestina, nos quedaremos con lo que debemos prestar atención. ¿Dónde está el extremismo climático de Greta?

Cuando le quitamos los rasgos de niña/adolescente rebelde, los mismos rasgos que poseen miles de otros adolescentes de todo el mundo, deberíamos observar qué nos dice Greta objetivamente en relación al cambio climático.

Bueno, entonces allí veremos que Greta, no es ninguna tonta, y siempre ha sostenido datos e información que ha extraído de los propios informe del IPCC. Cada vez que ha tenido que dar testimonio en alguna audiencia, brindar una conferencia o lo que fuere, ha citado al IPCC y, más aún, les ha entregado a jefes de estado y empresarios copias de los reportes del IPCC. Repito entonces la pregunta, ¿es eso un extremismo climático? El IPCC es la expresión más conservadora y rigurosa de la ciencia climática.

Para corroborar lo argumentado, por ejemplo, está la breve presentación de Greta Thumberg en el World Economic Forum en 2020. (Son apenas 3’20”)

Otro ejemplo es esta intervención en una Audiencia en el Congreso de los Estados Unidos, en 2019. Su testimonio se limitó a llevar los documentos del IPCC a los congresistas, arranca su brevísima participación.

Lo que trato de mostrar es que la supuesta “radicalidad” o “extremismo” climático de Greta Thumberg es repetir sencillamente lo que indica, en líneas generales, la ciencia. Entonces, no es cierta la premisa de que existen dos polos fanatizados y extremos, en uno de los cuales estaría representado por Greta Thumberg. Porque entonces cometeríamos el disparate de otorgarle a Greta Thumberg la representación de nada menos que del IPCC y toda la ciencia de la cual se nutre.

Un sólo extremo, fanático y radicalizado

No existe otra cosa que un único extremo que niega las evidencias, niega el conocimiento y fabrica argumentos sin ningún sustento. Este extremismo se nutre, a su vez, de teorías conspirativas que alimentan el descreimiento en la ciencia y en las instituciones académicas. En muchos casos, también ocultan intereses creados tanto de orden comercial como de naturaleza ideológica.

Este polo extremo anti-clima confluye con el creciente movimiento anti vacunas, el terraplanismo que empuja en las redes y la impresionante cantidad de disparates que se procuran asociar con la llamada Agenda 2030. Todo esto nutre a esta nueva ideología que combate al multilateralismo en base a una crítica feroz y con total falta de realismo hacia la ONU y todos sus organismos. Las múltiples expresiones de la alt-right, alguna ultraderecha en ascenso o el auge de las ideas libertarias son algunos de los motores ideológicos de todo este combo.

Hoy es casi inexistente el alguna vez poderoso lobby empresarial, que supo entorpecer las negociaciones climáticas mediante el financiamiento a investigaciones, institutos y personajes mediáticos con el único el propósito de que amplificaran las incertidumbres; hoy, son más bien personas comunes y dirigentes políticos los que trabajan ad honorem entorpeciendo las políticas climáticas, a fuerza de fake news, teorías disparatadas y, como en este caso, creando una falsa idea acerca del debate en curso.

Por lo anterior es que creo que la divulgación de esta particular “teoría de los dos demonios” en el debate climático es, no sólo errónea, es por sobre todo utilitaria a ese extremismo ideológico que rechaza la ciencia climática, ocultando esa locura irracional diciéndonos que todos opinan en base a creencias o posiciones ideológicas. Por supuesto que esa lectura de polos opuestos es perfectamente utilitaria a proyectos políticos como el de Donald Trump o, en nuestro caso, el de Javier Milei, ambas figuras emblemáticas de ese extremismo conservador global.

Quería compartir estas líneas porque veo con preocupación como ha ganado terreno esta mirada simplona y poco realista sobre la discusión climática. Hoy el debate climático debería estar enfocado en asignaturas tales como el financiamiento y la cooperación internacional, la aceleración tecnológica y cooperación científica, la actualización de los compromisos nacionales, el impacto de la política climática en la industria y el comercio global, entre muchos otros. Sin embargo, esta operación de distracción quiere instalar en la sociedad la idea que todo es un debate entre lunáticos y que la pasividad es una buena opción.

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