
Los árboles pueden ser poderosos aliados en la lucha contra el calentamiento global, porque pueden absorber CO2. Pero plantarlos no es de por sí la única herramienta adecuada para abordar la crisis climática
Los bosques tienen la capacidad de captar el CO2 de la atmósfera gracias a la energía del sol. Las plantas transforman las moléculas inorgánicas en moléculas orgánicas que usan en la construcción de sus estructuras vitales: flores, frutos, ramas, troncos, raíces, hojas, etc
Arbolado12/04/2021Estos productos elaborados serán consumidos por los animales herbívoros, que los integran así en eslabones de las cadenas tróficas de los ecosistemas terrestres. En ese mismo proceso, las plantas generan un subproducto vital: el oxígeno.
Al respirar, los seres vivos emitimos CO2 como subproducto metabólico de nuestro funcionamiento vital. Y al morirnos, nuestros cuerpos se descomponen en el suelo gracias a bacterias aeróbicas que transforman las moléculas orgánicas en CO₂ (que es emitido a la atmósfera) y en otras moléculas que contienen carbono y que se incorporan a uno de los reservorios más importantes del ciclo del carbono, el suelo.
Así, los bosques retiran dióxido de carbono de la atmósfera e incorporan carbono a su biomasa. Al menos temporalmente, mientras los árboles (y arbustos, etc.) están vivos.
Según el Quinto Informe de Evaluación del IPCC, se estima que a nivel global la cantidad de carbono presente en la biomasa viva de la vegetación es de entre 450 y 650 gigatoneladas. Aparte del carbono retenido en la vegetación, los suelos de los bosques son capaces de almacenar entre 1 500 y 2 400 Gt.
Cuando un árbol se corta, y su madera es utilizada en la fabricación de muebles, elementos constructivos u otros, el carbono permanece retenido fuera de la atmósfera durante la vida útil del producto. Por el contrario, cuando un árbol se quema en el bosque, el carbono almacenado es devuelto a la atmósfera de manera casi inmediata.
Sin embargo, no siempre hay un balance positivo entre entradas y salidas de carbono en los ecosistemas terrestres. El uso de la tierra, incluida la agricultura y los bosques, representa aproximadamente el 10% de las emisiones globales de CO2, y casi el 25% de todos los gases de efecto invernadero como el CH4 y el N2O. Se estima que la deforestación es la principal fuente de gases de efecto invernadero en muchos países tropicales.
Al mismo tiempo, aproximadamente un tercio de las emisiones de origen humano de CO2 las absorben los ecosistemas terrestres, principalmente por los bosques. Los sumideros forestales son importantes para la mitigación del cambio climático y en latitudes templadas o boreales los sistemas forestales se comportan como sumideros netos.
El papel que desempeña el uso de la tierra, sus cambios y la selvicultura (UTCUTS o bien LULUCF, por sus siglas en inglés) como fuente o sumidero de gases de efecto invernadero convierte al sector forestal en un actor clave con un gran potencial de mitigación. En consecuencia, se hace indispensable conocer cuánto carbono se almacena en la vegetación, así como los flujos de este elemento que se crean desde y hacia ella.
La contabilización de las emisiones y absorciones de CO2 de los diferentes sectores se fue estableciendo en las sucesivas conferencias de las Partes tras la aprobación del Protocolo de Kioto. Incluir el uso de la tierra en el proceso de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático ha sido largo y complejo.
Para los bosques, las incertidumbres asociadas a las estimaciones de los gases de efecto invernadero que absorbían o emitían y las –en muchas ocasiones espúreas– cuestiones metodológicas han supuesto dificultades para alcanzar compromisos y lo que es peor, han implicado una inacción de coste insospechado.
Uno de los aspectos más polémicos ha sido el papel que la gestión forestal desempeña en el aumento de la capacidad del bosque para fijar carbono, asumiendo que la única manera de incrementar el papel mitigador de los bosques es aumentando su superficie.
Por la preocupación climática de que la gestión forestal haga que los bosques que ahora son sumideros pasen a ser emisores de gases de efecto invernadero.
Por la preocupación de las organizaciones ambientales que ven en estas prácticas también un riesgo para la biodiversidad.
Ambas preocupaciones son perfectamente entendibles, pero también solventables mediante la planificación, aplicación y certificación de sistemas de gestión forestal sostenible, que garanticen la compatibilidad entre la persistencia del bosque, el aumento de su capacidad de fijación de carbono, y el resto de usos.
Las actividades relacionadas con LULUCF (recordemos: el papel del uso de la tierra, sus cambios y la selvicultura), donde se enmarcan los bosques, no se abordaron definitivamente hasta la Conferencia de las Partes de 2001 (COP7) en la que se aprobaron los acuerdos de Marrakech. En ellos se fijaron las definiciones, modalidades, normas y directrices relativas a las actividades LULUCF recogidas en el artículo 3 del Protocolo de Kioto.
España informa de sus emisiones de gases de efecto invernadero a la Secretaría de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático. Además, aporta información adicional para cumplir los compromisos asumidos conforme al Protocolo de Kioto, cuyo segundo periodo de aplicación finalizó en 2020.
La diferencia fundamental entre ambos tipos de informes es que el primero tiene un criterio basado en la tierra (asigna categorías de uso de la tierra a toda la superficie dentro del país) y el segundo tiene un criterio basado en las actividades humanas.
El último inventario nacional de gases de efecto invernadero recoge las cifras para el año 2018. El valor neto es muy aproximado, ya que España considera toda la superficie forestal bajo gestión regulada, cuando en realidad solo el 18,5% de la superficie forestal española dispone de proyectos de ordenación forestal que regulan y controlan su aprovechamiento de manera sostenible.
Estudios detallados del Centro de Investigación Forestal del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (CIFOR-INIA) estiman una fijación neta anual en terreno forestal en España de 116 Mt CO2eq (megatoneladas de CO2 equivalente), de los cuales 94 Mt CO2eq se atribuyen a la superficie forestal arbolada y 22 Mt CO2eq a formaciones de arbustos y matorrales de talla media-alta.
En la UE, la primera vinculación entre las políticas climáticas y los stocks de carbono forestal se produjo tras el Acuerdo de París.
Para cumplir los compromisos, el Parlamento y el Consejo europeos adoptaron el Reglamento 2018/841 sobre la inclusión de las emisiones y absorciones del sector LULUCF para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para el período de 2021 a 2030, modificando el reglamento anterior de 2013. Se espera una nueva revisión de este reglamento para 2021 conforme al plan de objetivos climáticos para 2030 que propone actualmente la Comisión.
Hay que destacar que el sector LULUCF en España es el único con efecto sumidero neto. Sus absorciones ayudan a compensar el 11,4% de las emisiones de otros sectores, tanto los sujetos al comercio de derechos de emisión (industria y generación eléctrica), como los sectores difusos (como el transporte, residencial, agrícola y ganadero, y gestión de residuos).
Bajo el reglamento actual, se consideran dentro de la contabilidad del sector LULUCF las absorciones y emisiones debidas a tierras forestadas, las tierras deforestadas, los cultivos gestionados, los pastos gestionados y la tierra forestal gestionada.
En la categorías de la tierra forestal gestionada, para poder diferenciar las absorciones derivadas de la gestión forestal de las debidas al crecimiento natural de los bosques, el reglamento establece un nivel forestal de referencia que debe proponer cada país dentro de su Plan de Contabilidad Forestal Nacional. Solo podrán contabilizarse las absorciones que sobrepasen este nivel.
Se utilizarán para cumplir con el compromiso de que las emisiones del conjunto del sector LULUCF no superen sus absorciones (norma de deuda cero). Cumplido este requisito, las absorciones sobrantes debidas al sector podrían utilizarse para compensar las emisiones del resto de sectores difusos, hasta un máximo de 29,1 Mt CO2 eq para todo el período 2021-2030.
Analizando el sistema de contabilidad actual, observamos que se favorece la utilización de las absorciones asociadas a las repoblaciones, mientras que se relegan a un segundo plano las absorciones originadas por las masas forestales existentes y consideradas bajo gestión. En este punto, es necesario volver a resaltar la importancia de la gestión forestal y la necesidad de contar con instrumentos adecuados que garanticen su aplicación y seguimiento.
Lo cierto es que no cuadran las cifras. Según estudios del Joint Research Centre de la Comisión Europea, hay una discrepancia a nivel global de unos 4 Gt de CO2 anuales en las emisiones antropogénicas netas del uso de la tierra entre los modelos globales del V Informe de Evaluación del IPCC y los datos agregados de los inventarios nacionales de gases de efecto invernadero. La mayor parte de esta diferencia es atribuible a las superficies forestales que se consideran bajo gestión.
A pesar de todo, el planteamiento general tiene sentido y es coherente con las líneas que se adoptan desde Europa para seguir fomentando la reducción de emisiones en todos los sectores.
Ahora bien, no se puede caer en un triunfalismo simplista que asuma que las emisiones antropogénicas que pueden compensarse por los sumideros forestales, desincentivando así cualquier esfuerzo por atacar la raíz del problema: el uso masivo de combustibles fósiles como fuentes de energía y el incesante cambio de uso del suelo.
Todo ello reconociendo la necesidad de implementar políticas que apoyen una gestión forestal sostenible a futuro. Y por futuro hay que reconocer horizontes más allá del año 2050 que permitan articular los amplios plazos de gestión de los sistemas forestales.
Fuente: Ambientum (.com)
Los árboles pueden ser poderosos aliados en la lucha contra el calentamiento global, porque pueden absorber CO2. Pero plantarlos no es de por sí la única herramienta adecuada para abordar la crisis climática
¿Cómo preparar el espacio para que un árbol crezca sano? ¿Qué especie elegir para no romper la acera ni dañar los cables? ¿Y por qué este simple acto beneficia a toda la ciudad?
En pleno invierno ya se produjo un incendio forestal en El Bolsón. El índice de disponibilidad de combustible es alto. En Bariloche, preocupa la Península San Pedro, la zona del Llao Llao y la ladera norte del cerro Otto por el avance de las construcciones en medio del bosque y la falta de accesos
Desmontando los mitos que nos privan de la vital infraestructura arboleda en la lucha climática
Un informe de Greenpeace Argentina alertó que los incendios forestales entre octubre de 2024 y marzo de 2025 fueron los peores de los últimos 30 años.
Un informe de FAPESP indica que, aunque la deforestación se redujo en Brasil, la degradación del suelo aumentó significativamente. Este fenómeno tiene implicancias severas para la biodiversidad
Representantes de 184 países debatieron en Ginebra un acuerdo internacional para frenar la contaminación plástica; la Argentina mantiene una postura alineada con Estados Unidos
Un millón de plantas y animales están en peligro de extinción. Exploramos qué podemos hacer para preservar la valiosa biodiversidad de la Tierra
La extinción masiva de especies amenaza el planeta. Actualmente se están llevando a cabo conversaciones sobre un nuevo tratado internacional para conservar la biodiversidad. ¿Qué es exactamente lo que está en juego?
En un mundo cada vez más afectado por fenómenos meteorológicos extremos, América Latina emerge como una de las regiones más vulnerables
La movilización se produce dos años después del plebiscito del 20 de agosto de 2023, en el que 59 % de los ecuatorianos votaron por dejar el petróleo bajo tierra