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Se trata de reflexiones que apenas llevan unos segundos y que pueden ser muy útiles si lo que buscas es una alimentación no solo sana y sabrosa, sino también ‘amiga’ del planeta
Residuos21/07/2021Lo hemos dicho muchas veces en esta misma sección de Cocina: la sostenibilidad y todo lo que esta conlleva (respeto al medioambiente, consumo responsable, reutilización de recursos, cuidado del planeta…) es algo que va mucho, muchísimo, más allá de una moda pasajera. De hecho, observar el mundo desde esta perspectiva, en cualquier ámbito, es hoy más necesario que nunca y debería implicar debates serios y sosegados, basados en la ciencia (y nunca en ideologías partidistas, que lo único que hacen es generar mayor polarización, véase sin ir más lejos, el último debate sobre el consumo de carne…).
Afortunadamente, cada vez existe una mayor conciencia sobre este tema y el número de personas interesadas por estas cuestiones no deja de crecer: ciudadanos preocupados por querer hacer mejor las cosas, por adoptar pautas que ayuden a respetar el medioambiente, a fomentar el consumo responsable, la apostar por la reutilización de recursos…
El problema, a veces, es cómo ‘aterrizar’ todo eso a un nivel práctico. En realidad, aquí no se trata de hacer cambios radicales, que den un vuelco total a nuestro estilo de vida (y que, por tanto, no sean sencillos de mantener en el tiempo), sino más bien de ir implementando pequeños cambios y modificaciones de manera progresiva, y sin agobios. “Lo recomendable es tener una actitud positiva ante lo que cada uno podemos hacer, y no sentirnos culpables por lo que no podemos hacer”, cuenta Lindsay Miles, autora del recién publicado libro ‘Cocina sin residuos’.
Precisamente, la alimentación es uno de los mejores ámbitos por los que podemos empezar si andamos algo perdidos en estas cuestiones. Lo que compramos, cocinamos y comemos tiene un impacto directo sobre el planeta. Y, teniendo en cuenta que comer es algo que hacemos todos los días (y, además, varias veces), puede ser un buen punto de partida…
Como decimos, pequeños gestos individuales pueden suponer grandes avances en la dirección deseada a nivel colectivo. Así, por ejemplo, cambiar algunas pautas en nuestros hábitos de compra es un magnífico comienzo. Para conseguirlo, he aquí algunas preguntas que podemos hacernos cuando estemos llenando nuestro carrito de la compra.
Apostar por los alimentos de proximidad es una gran idea para ayudar a reducir la llamada ‘huella de carbono’ y que tu compra sea más sostenible. Las actividades relacionadas con el transporte representan un peso muy importante en el total de emisiones de gases de efecto invernadero (directamente vinculadas con el calentamiento global y el cambio climático). De este modo si, por ejemplo, estamos en España, será más sostenible comprar unos espárragos de Navarra o unos aguacates de La Axarquía, en Málaga, que los que han tenido que viajar desde el otro lado del mundo. Así pues, resulta recomendable fijarnos en esa procedencia, que normalmente viene especificada en las etiquetas. Si se trata de frutas o verduras no envasadas, pueden incluir esta información en las pegatinas, o en los estantes o baldas donde están colocadas. Y si aún así no lo tienes claro, no dudes en preguntar a los dependientes del comercio.
La filosofía ‘zero waste’ es algo que deberíamos tener también muy presente. No solo por un tema económico (al final, cuando tiramos alimentos, no dejan de irse también por la basura los euros), sino de sostenibilidad. Y es que el desperdicio también está vinculado a la huella de carbono: los residuos de comida que acaban en vertederos generan metano, potente gas de efecto invernadero. Así, siempre debemos tratar de que lo que compremos no se eche a perder (incluso si es compostable). Para conseguirlo, tres recomendaciones básicas: planifica tus comidas (así solo comprarás alimentos que realmente necesites); ve al mercado con una lista de la compra (y sin hambre), y trata de no salirte de ella; y revisa bien antes de salir de casa lo que tienes en la nevera, despensa y congelador, para evitar comprar productos por duplicado. Por último, recuerda también antes de salir de casa coger siempre tus bolsas o recipientes reutilizables.
Los alimentos que compramos se presentan en ocasiones excesivamente embalados (paquetes dentro de paquetes, recipientes envueltos en plástico y cartón…). ¿De verdad es indispensable comprar esa bandeja de calabacines o de plátanos cuando podemos comprarlos sueltos sin el menor problema…? Así pues, aquí las recomendaciones básicas serían: en primer lugar, preguntarnos hasta qué punto es importante que ese producto que vamos a comprar esté empaquetado; priorizar, en la medida de lo posible, aquellos que tengan el menor embalaje posible (si es ninguno, mejor); evitar aquellos envases de sean de un solo uso y tratar de elegir envases que sean reciclables (y, una vez en casa, reciclarlos correctamente).
Lógicamente no es cuestión de pasarse cinco horas en el mercado comparando cada producto y cada etiqueta. ¿Quién tiene tiempo para eso? Pero sí que deberíamos dedicar algunos segundos, cuando nos asaltan dudas sobre la sostenibilidad de algún producto, comprobar si tenemos a mano alguna alternativa mejor. Caso, por ejemplo, de los calabacines empaquetados que acabamos de comentar, aunque hay mil más: ¿es necesario comprar siempre esa tortilla de patatas ya hecha y empaquetada con cartón o plástico (más allá de algún día que vamos más apurados de tiempo) cuando quizá puedo hacerla en casa con patatas y huevos frescos y de cercanía? Son solo pequeñas reflexiones que muchas veces no hacemos porque, simplemente, nos limitamos a comprar ‘lo de siempre’.
Cada vez es menos raro que en los mercados dispongamos de casi cualquier alimento durante todo el año, independientemente de su temporada. Sin embargo, esto no es precisamente lo más idóneo en términos de sostenibilidad… Cuando, por ejemplo, encontramos en el mercado fresas o cerezas y es pleno invierno, lo más probable que es que hayan tenido que viajar desde lejos, ya que (seguimos con el caso concreto de España) en nuestro país no disponemos de esos frutos durante los meses de frío. Y viajar supone, como explicábamos antes, aumentar las emisiones de dióxido de carbono (con lo que esto tiene de perjudicial para el planeta). Pero es que, más allá de la sostenibilidad -que también-, apostar por productos de temporada es igualmente una buena idea porque nunca como en este momento los alimentos tienen un sabor y un precio tan interesantes…
No nos engañemos: cuando alguien está acostumbrado a hacer la compra en una gran superficie, no es sencillo dejar ese hábito de un día para otro. Resulta cómodo porque encuentras todo en un mismo espacio y no tienes que volver cada día… Pero lo cierto es que, a nivel de sostenibilidad, tampoco es lo más adecuado: por un lado, nos obliga muchas veces a coger el coche (de nuevo, emisiones de CO2); y hace que el comercio de proximidad se vea desfavorecido (y con él, muchas veces, la compra de productos de cercanía). De modo que, en este sentido, se pueden ir implementando cambios de forma progresiva, sin renunciar del todo a la compra en grandes superficies, pero complementándola con compras en comercios locales.
Los hábitos de compra no solo están relacionados con el ‘antes’ y el ‘durante’, sino que continúan una vez hemos llegado a casa. Y es que, una manera inmejorable de hacer que los alimentos duren más tiempo y apostar por el ‘Desperdicio Cero’ es almacenarlos correctamente en la nevera y despensa. Así mejoraremos mucho el consumo que hacemos de ellos, como también lo haremos si aprovechamos bien todas las sobras y adaptamos nuestras recetas a los productos de los que disponemos en casa en cada momento.
Fuente: Hola (.com)
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