La agenda 2030 está fracasando: llegó la hora de trabajar en la Regeneración Ambiental

Mientras la tendencia del daño ambiental no cambie, probablemente estaremos escuchando el concepto de colapso climático. ¿Cuáles son las posibilidades para abordar la problemática ambiental?

Cambio Climático02/12/2024Marcos BachMarcos Bach
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MARCOS BACH

Desde la década del 70 las Naciones Unidas viene alertando sobre la problemática ambiental, por ello a lo largo de los últimos 50 años se han realizado numerosas conferencias, cumbres, definido protocolos y firmado distintos acuerdos. Sin embargo, cuando nos dedicamos a ver el estado ambiental y la naturaleza nos damos cuenta que la tendencia de la situación ambiental no ha cambiado.

Parece trillado, pero es real y preocupante: estamos usando los recursos de nuestro planeta a una velocidad que va en aumento mientras que estamos generando residuos y contaminación a una velocidad superior a la que puede absorber nuestros servicios ecosistémicos. O sea, estamos destruyendo el ambiente.

A pesar de algunos avances puntuales tales como la recuperación de la capa de ozono gracias al protocolo de Montreal o el crecimiento de la producción de energía sostenible, la situación en general es extremadamente preocupante.

Las tendencias del incremento del nivel del mar, la mayor temperatura en los océanos, la constante disminución de las capas de hielo de la Antártida y Groenlandia y fundamentalmente la ascendente concentración de dióxido de carbono en la atmósfera por encima de las 350 partes por millón son alarmantes desde hace varios años y aún no han cambiado su dirección.

En los últimos años, hemos evolucionado los conceptos que utilizamos para describir los distintos objetivos de la humanidad. Previamente utilizamos conceptos como Sustentabilidad y Desarrollo Sustentable, mientras que ahora debido al deterioro ambiental ya estamos hablando de que tenemos que trabajar en la Regeneración ambiental.

Asimismo, antes describimos la problemática como cambio climático y paulatinamente estamos escuchando la concepción de crisis climática. Y mientras la tendencia del daño ambiental no cambie, probablemente estaremos escuchando el concepto de colapso climático.

Actualmente, y luego de casi 10 años, solamente el 17% de las metas de la agenda 2030 van por buen camino. Más aún, los montos asignados para las finanzas sostenibles en materia de cambio climático no están ni cerca de ser suficiente. Para dimensionar, las principales estimaciones afirman que para frenar el cambio climático necesitamos asignar 25 veces el monto destinado a nivel global para enfrentar al COVID-19. Incluso, estimado lector, tengamos presente que cuanto más tarde hagamos la transición, más fondos serán necesarios debido a que la situación ambiental empeora día tras día.

“No hay tiempo que perder”. Esa es la frase que desde hace tiempo comunican los científicos, exclaman los habitantes de los países que están desapareciendo debido al crecimiento del mar (Islas Maldivas, Polinesia Francesa, Papúa Nueva Guinea entre otras), e incluso exclaman los números uno de instituciones y organizaciones mundiales, entre ellos el Papa Francisco, Kristalina Georgieva y António Guterres.

En este marco, hay un par de escenarios que se vislumbran.

¿Cuáles son las posibilidades para abordar la problemática ambiental?
La opción más preocupante de todas es resetear el sistema global, o sea frenar la actividad mundial a través de una tercera guerra mundial, en este caso una guerra nuclear. Precisamente, en estos días estamos observando la escalada militar de Rusia y sus amenazas a Europa y a todo el mundo debido al conflicto con Ucrania. En caso de suceder esto y dependiendo de los resultados podríamos estar frente a un nuevo orden mundial, con sus correspondientes impactos políticos, económicos y en especial monetarios.

Otra opción, es cambiar voluntariamente varios sistemas, en especial el sistema de producción y de consumo que son los que influyen directamente en la preocupación actual. Sin embargo, para que esto suceda faltan los incentivos suficientes monetarios y financieros. No obstante, me pregunto ¿Cómo puede ser que no exista el dinero suficiente para acelerar la transición ambiental si el dinero es un contrato social simbólico y por ende no tiene restricciones para su creación, sino vea lo que sucede con la emisión continua de dinero y la emisión de deuda de países como Estados Unidos?

Por último, una opción más efectiva podría ser atacar la causa profunda (e invisible) que impulsa comportamientos que no tienen en cuenta el daño ambiental. Esta opción sería implementar un sistema que permita alinear los intereses de los productores y de los consumidores en pos de un mejor ambiente.

Desde Ámbito, se preguntan ¿Qué pasaría si el sistema que facilita el intercambio podría a la vez concientizar e incentivar a ambas partes a cambiar sus comportamientos, o sea que la oferta de bienes tenga mejores prácticas de producción y los consumidores reduzcan el sobreconsumo?

¿Qué pasaría si la humanidad en vez de tener un sistema monetario que impulsa la acumulación de riqueza en detrimento del ambiente, utilizara un sistema monetario que impulse el cuidado ambiental, persiga la justicia intergeneracional al fomentar un menor consumo de los recursos actuales y mejore la equidad intrageneracional al incentivar a toda la generación actual a reducir su sobreconsumo superfluo?

Esta opción podría ser un gran camino para mantener la vida en el planeta Tierra, sin embargo, hay un sutil detalle a tener en cuenta ¿Qué pasaría si el sistema monetario con estas características sea diseñado por un gobierno autoritario como China? En cambio, ¿Qué sucedería si este sistema monetario sea público, transparente, incensurable y mantenido de manera descentralizada?

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