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El equivalente a cuatro campos de fútbol se convierten en desierto cada segundo. Eso es, cada año, una superficie casi tan grande como Etiopía. ¿Podrían dar fruto los esfuerzos para reforestar estos áridos terrenos?
Noticias Generales12/12/2024Casi la mitad de la masa terrestre del planeta está a punto de convertirse en desierto no cultivable, según la Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD).
Estas tierras, ya de por sí áridas, se caracterizan por la escasez de lluvias y, sin embargo, sustentan el 45 % de la agricultura mundial. Ahora, la sequía extrema vinculada al calentamiento global provocado por el hombre está contribuyendo a transformar estas zonas en páramos infértiles.
Con uno de cada tres habitantes del mundo viviendo en estas tierras áridas, los expertos afirman que la inseguridad alimentaria, la pobreza y los desplazamientos masivos acompañarán a la desertificación.
El problema es tan grave que una conferencia de las Naciones Unidas sobre desertificación (COP16), que se celebrará en Arabia Saudí en diciembre, exige que se recuperen 1.500 millones de hectáreas de las tierras desertificadas del mundo para 2030. Esta es la superficie que, según la ONU, podría recuperarse.
La desertificación es una forma de degradación de la tierra por la que la tierra fértil pierde gran parte de su productividad biológica -y económica- y se convierte en desierto.
En la actualidad, hasta el 40 % de las tierras del mundo ya están degradadas, según la CNULD.
Aunque el cambio climático, la deforestación, el pastoreo excesivo, las prácticas agrícolas insostenibles y la expansión urbana son factores clave de la desertificación, una crisis mundial de sequía está agravando el problema.
La sequía y el calor extremos provocan escasez de agua y conducen a la degradación del suelo y a la pérdida de cultivos y vegetación.
Se prevé que 2024 sea el año más caluroso jamás registrado, por lo que la sequía podría afectar al 75 % de la población mundial en 2050, según un informe de la ONU publicado la víspera.
La escasez de agua agrava aún más los impactos de la deforestación. Y menos árboles significan menos raíces que fijen el suelo, evitando así la erosión.
Mientras tanto, agregan en DW, cuestiones sociales como la limitación de la capacidad de las mujeres para poseer tierras también pueden repercutir en la salud de la tierra y el suelo. La ONU señala que las mujeres invierten más a menudo en sistemas alimentarios biodiversos, a diferencia de los hombres, que se centran sobre todo en monocultivos de alto rendimiento que pueden degradar rápidamente la tierra.
La grave degradación de la tierra y la desertificación están afectando a la capacidad de la Tierra para "sustentar el bienestar medioambiental y humano", según un informe de la CNULD de 2024.
La tierra degradada ya no puede sustentar ecosistemas diversos, ni ayudar a regular el clima, los flujos de agua y la producción de nutrientes vitales para toda la vida del planeta.
La tierra sana también proporciona seguridad alimentaria y un sistema agrícola sostenible, afirma el estudio.
En Senegal, África Occidental, se plantan árboles para contener la progresión del desierto.
Según Susan Gardner, directora de la división de ecosistemas del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), un tema clave de los esfuerzos para combatir la desertificación es la restauración del suelo y la promoción de una agricultura y una gestión del pastoreo más sostenibles y "positivas para la naturaleza".
Esto va de la mano de la conservación de las "cuencas hidrográficas" que almacenan agua.
El Programa Mundial de Alimentos de la ONU, por ejemplo, ha estado trabajando para mejorar la capacidad de recuperación del agua en Mauritania y Níger, en África occidental, mediante la construcción de "medias lunas" que retienen el agua de lluvia.
Estos estanques semicirculares ayudan a los suelos degradados a retener el agua durante más tiempo y a mantener la vegetación. Y su construcción resulta práctica y económica para la población local.
Pero también se están tomando medidas más drásticas para detener la expansión de los desiertos.
Ya en 2007, las naciones de la región africana del Sahel decidieron detener la expansión hacia el sur del desierto del Sáhara -alimentada por la sequía y el cambio climático-,cultivando árboles, praderas y vegetación para crear La Gran Muralla Verde.
Una iniciativa similar de replantación en el desierto de Gobi, en China y Mongolia, también conocida como la "Gran Muralla Verde", incluye esfuerzos para reducir el sobrepastoreo entre los pastores mongoles.
Casi el 80 % de las tierras mongolas estaban afectadas por la degradación en 2020, y una iniciativa de la ONU ha tratado de combatir la desertificación mediante la gestión sostenible de la tierra, incluyendo la protección de casi 850.000 hectáreas en la región meridional del Gobi como corredores de biodiversidad.
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