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¿Sabes cómo tu comunidad de la escuela, el trabajo, tu barrio se ve afectada por las consecuencias del Cambio Climático?
Los fenómenos extremos impidieron el año pasado acudir a clase a uno de cada siete alumnos en el mundo, el 74% provenientes de países de renta baja y media-baja. La situación afecta de forma desproporcionada a las niñas y adolescentes y pone en riesgo su futuro
Cambio Climático17/02/2025Las inundaciones, tormentas, incendios forestales, olas de calor, olas de frío, ciclones tropicales y sequías que arrasaron el planeta el año pasado provocaron que al menos 242 millones de estudiantes de 85 países vieran interrumpido su acceso a la escuela. Estos fenómenos extremos, consecuencia de la crisis climática, impidieron a uno de cada siete alumnos acudir a clase, según un nuevo informe de Unicef publicado este viernes, coincidiendo con el Día Internacional de la Educación.
Una cifra “conservadora”, indican en el estudio, debido principalmente a las limitaciones de los datos. Además, explican, estos números no tienen en cuenta los impactos secundarios de estos peligros inducidos por el clima, “como la contaminación atmosférica causada por los incendios forestales o las sequías, las tensiones geopolíticas derivadas de la competencia por el agua o las epidemias resultantes de la reducción del acceso al agua potable debido a inundaciones o sequías”. El análisis se centra en la “interrupción escolar”, que define como cualquier acontecimiento que provoque la suspensión de las clases regulares, desde el cierre de escuelas, a la reducción de las horas lectivas, el adelanto de las vacaciones, el retraso en la apertura o la destrucción de colegios y aulas.
Además de las consecuencias sobre las infraestructuras escolares, estas interrupciones, sobre todo aquellas que son prolongadas, explican en El País, tienen un alto coste en la infancia y adolescencia. “Cuanto más duren, más impacto van a tener en la vida de los niños y niñas, sobre todo en sus procesos de aprendizaje, que se van a ver interrumpidos, y también en la calidad de estos”, explica por videollamada Carlos García de Bakedano, especialista en Educación de Unicef España. Estos riesgos, incide el informe, se hacen mayores en aquellos contextos más frágiles. “Cuanto más tiempo pase sin que vayan a la escuela o sin que accedan a la educación, más va a costar que vuelvan de nuevo, con lo cual se pueden ver más expuestos a riesgos de trabajo infantil, matrimonio infantil, embarazo temprano u otros tipos de abusos y explotación”, añade el experto.
En Etiopía y Kenia, durante 2021 el matrimonio infantil aumentó en más de un 90% en las regiones más afectadas por la sequía, expulsando a las niñas de las escuelas
En estos casos, las niñas y adolescentes suelen verse afectadas de forma más desproporcionada. “Esto pasa, en general, no solamente con las crisis derivadas del cambio climático, sino también, por ejemplo, en emergencias derivadas de conflictos. Por una discriminación de género, a muchas de ellas se les asigna una serie de roles de cuidado, de tareas domésticas, etcétera, que de alguna manera hacen que abandonen o dejen de ir a la escuela”, inciden desde Unicef. “Esto les va a limitar en sus procesos de desarrollo y de oportunidades de futuro y también les va a exponer más a situaciones de abuso o de violencia. Hay estudios que dicen que aquellas niñas que son capaces de terminar la etapa secundaria tienen seis veces menos riesgo de sufrir matrimonio infantil”, cuenta García de Bakedano.
El informe destaca, al hilo de esta problemática, que en Asia meridional y África oriental los fenómenos climáticos van asociados a un aumento de las tasas de matrimonio infantil, interrumpiendo para siempre la educación de miles de niñas y adolescentes.
Un aula y material escolar dañados en la Escuela Primaria de Dahilig, en el municipio de Gainza, en Filipinas, semanas después de que la tormenta tropical Kristine (Trami) causara estragos en octubre de 2024. Larry Monserate Piojo (© UNICEF/UNI703985/Piojo)
En cuanto a la división por regiones, de los 242 millones de estudiantes que vieron su asistencia a clase interrumpida, casi el 74% se encontraban en países de renta baja y media-baja. Asia meridional fue la zona más perjudicada, con 128 millones de niños y adolescentes afectados. Le siguen Asia Oriental y el Pacífico, con 50 millones de estudiantes, y América Latina y el Caribe, con 30 millones de damnificados. En Oriente Próximo y el Norte de África, las tormentas y las inundaciones provocaron interrupciones escolares que afectaron a 8 millones de alumnos. Mientras tanto, en África occidental y central y África oriental y meridional, las inundaciones afectaron a 12 millones y 8 de estudiantes, respectivamente. En el continente africano, donde más de 107 millones de niños ya están sin escolarizar, las perturbaciones relacionadas con el clima en 2024 han puesto en riesgo de abandono escolar a otros 20 millones.
Dentro de los fenómenos extremos, las olas de calor fueron el principal riesgo climático que llevó al cierre de escuelas en 2024, el año más cálido registrado en el planeta. En abril, más de 118 millones de alumnos resultaron afectados por las altas temperaturas, según Unicef, que destaca que países como Bangladés o Filipinas sufrieron cierres generalizados en ese mes, mientras que otros, como Camboya, redujeron su jornada escolar dos horas. En mayo, los termómetros alcanzaron los 47 grados en algunas zonas de Asia meridional, poniendo en riesgo la salud de los más pequeños.
Los niños son más vulnerables a los efectos de las crisis meteorológicas, como olas de calor, tormentas, sequías e inundaciones más fuertes y frecuentes. Su cuerpo es especialmente vulnerable. Se calientan más rápido, sudan de forma menos eficiente y se enfrían más lentamente que los adultos. Los niños no pueden concentrarse en aulas que no les ofrecen un respiro del calor sofocante, y no pueden llegar a la escuela si el camino está inundado, o si las escuelas son arrasadas por el agua.
declaró en un comunicado Catherine Russell, directora ejecutiva de Unicef
Según las previsiones de otro informe de Unicef publicado recientemente, esta problemática irá a peor en los próximos años. En 2050, el número de menores expuestos a olas de calor extremas será ocho veces mayor al registrado en la década de 2000. El de niños y niñas expuestos a inundaciones extremas será tres veces superior, y el de afectados por incendios forestales extremos prácticamente se duplicará.
“Las escuelas y los sistemas educativos están en gran medida mal equipados para proteger a los alumnos de estos impactos, ya que las inversiones financieras en educación centradas en el clima siguen siendo sorprendentemente bajas, y los datos globales sobre las interrupciones escolares debidas a peligros climáticos son limitados”, dice el comunicado de la organización. Para ello, desde Unicef piden acelerar la financiación para mejorar la resiliencia climática en el sector educativo.
Los niños no pueden concentrarse en aulas que no les ofrecen un respiro del calor sofocante, y no pueden llegar a la escuela si el camino está inundado, o si las escuelas son arrasadas por el agua.
“Cuando se da algún tipo de crisis humanitaria, del tipo que sea, lógicamente se pone mucho el foco en el acceso a agua segura, a la salud, nutrición, a la protección de niños y niñas para que no se vean expuestos. Pero es verdad que la inversión en educación, que también es un sector fundamental en un contexto de emergencia y que permite de alguna manera a los niños y niñas verse más protegidos, muchas veces es mucho más baja. Habría que poner el foco en que la educación en emergencias reciba la financiación suficiente. Ya no solamente la respuesta cuando se da un fenómeno, sino incluso en toda la parte de prevención y de construcción de resiliencia”, incide García de Bakedano.
Además, las soluciones pasan, explica el especialista, por aumentar la capacidad de respuesta de las infraestructuras escolares, hacerlas más resistentes a los efectos de estos fenómenos extremos y poner en marcha planes de gestión de riesgos y contingencia. “Es fundamental preparar a toda la comunidad escolar y que se impliquen. Por otro lado, es necesario incorporar contenidos sobre el cambio climático en los currículos escolares. Todo esto con la participación relevante e importante del profesorado como figura clave”, añade.
Sin olvidar tampoco a los afectados, los niños y niñas. Incentivar la participación del alumnado y de la población adolescente como motores del cambio, de sensibilización y de generación de nuevas dinámicas es imprescindible para García de Bakedano. “Los y las jóvenes nos están poniendo las pilas llamando la atención sobre lo que nos estamos jugando, sobre todo para su futuro”.
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